El bosque de Balgerri, el hayedo más extenso de Bizkaia, es una muestra más de la enorme biodiversidad vegetal de Karrantza. Además de hayas, encontraremos robles, alisos, fresnos, tejos o acebos. El bosque se encuentra en la ladera norte del monte Balgerri, uno de los balcones de Bizkaia, en la sierra de Ordunte, atravesado por el río homónimo.
La ruta parte del barrio de Lanzas Agudas, llamado así por las lanzas de fresno que fabricaban sus habitantes, junto a la casa rural Gailurretan. Un poco antes de llegar encontraréis un cartel informativo de la sierra de Ordunte. El aparcamiento está complicado, tal vez el mejor espacio sea junto a los restos de la antigua iglesia de San Miguel, en la parte alta del pueblo, por lo que deberéis descender un poco para tomar el sendero.
Una vez en Gailurretan, seguimos por el camino que asciende, enfilando hacia el monte. Nosotros lo hicimos acompañados por Pintxo, el perro de la casa rural, que nos marcó una ruta que él había realizado muchas veces. Tras poco más de medio kilómetro llegamos a un cruce con un cartel que señala, hacia la izquierda, el hayedo. Cuando realizamos el sendero no había llovido, por lo que no tuvimos saltos de agua en el recorrido.
Durante los casi 8 kilómetros de camino (ruta circular), contaremos con fantásticas panorámicas del valle. La primera parte, unos 2 km son de fuerte pendiente, aunque se hace sin dificultad por la pista forestal. Al adentrarnos en el hayedo la cosa cambia. Es necesario prestar atención a las ramas y raíces y un mínimo de orientación, sin olvidarse de disfrutar del paseo por un entorno precioso. Llama la atención la diferencia con la masa arbórea de Urkiola o Gorbea, mucho más colonizados y “ordenados”. En Balgerri también son visibles las huellas de la explotación realizada el siglo pasado, pero ha recuperado su lado más salvaje, ayudado por sus torrenteras y laderas empinadas.
El otoño es una época perfecta para realizar este camino, antes de que las hayas pierdan todas sus hojas, una sinfonía de ocres y amarillos. También durante el verano, cuando el bosque se convierte en un inmenso parasol verde.
El viento entre las hojas, algunos cencerros, trinos de pájaros y algún ladrido en la distancia será, habitualmente, la banda sonora de este sencillo recorrido, para nosotros un lujo.
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