Aunque Cervantes no quería acordarse, lo cierto es que Argamasilla de Alba y su Cueva de Medrano, Álcazar de San Juan, Campo de Criptana, con sus molinos, las Lagunas de Ruidera, la Cueva de Montesinos y El Toboso, la aldea de Dulcinea, localizaciones que hemos recorrido en nuestra última escapada, son solo algunas de las localidades de Ciudad Real, Toledo, Albacete y Cuenca, que se disputan y compiten por ser el lugar de la Mancha, o por formar parte de los escenarios reales de las andanzas de Quijote y Sancho, personajes de la inmortal obra de Cervantes.
Castillos, casas de hidalgos, corrales de comedias, molinos de viento, cuevas, pósitos y ventas nos esperan, grandes espacios casi siempre llanos, donde destacan los humedales y el paisaje lagunar de La Mancha.
Cruce de caminos entre fantasía y realidad, volvemos de nuestra escapada por tierras manchegas en estado de encantamiento. Llegamos a la Mancha sin planes, con libros en la maleta y ganas de descansar entre olivos, en Luz de Alba. Algo tienen estas tierras que hemos vuelto con la necesidad de indagar, leer, releer, de bucear en el universo que Cervantes dibujó con el Quijote.
En el fondo, viajamos a través de la literatura, de las historias, de la ficción, y eso hace especial nuestro itinerario, que necesariamente es incompleto, un inicio, que invita a futuras lecturas y visitas.
En el contexto actual, donde todo tiene que estar geolocalizado, situar en el mapa la Ruta del Quijote, marcando sus tres salidas y aventuras, dista de ser tarea sencilla, aunque varias oficinas de turismo, tienen una propuesta conjunta para recorrer el País del Quijote, en lo que llaman una ruta de ensueño y obtener el diploma de Dulcinea o Don quijote. Son Argamasilla de Alba, el lugar de la Mancha, Campo de Criptana, tierra de Gigantes, Alcázar de San Juan, cuna de Cervantes, y El Toboso, el amor cortés.
¿Por qué estas localidades y no otras son las elegidas? Esta es una de las muchas las preguntas que tenemos a la vuelta de nuestra escapada por tierras manchegas.
¿Es la vida de Miguel de Cervantes tan novelesca como la de sus personajes de ficción? Sus biógrafos, a falta de fuentes documentales, buscaron indicios sobre su vida en las obras cervantinas. La tradición se convierte en muchos casos en verdad indiscutible. Escritor y personaje, Cervantes y Don Quijote, se retroalimentan, se convierten en un mito y un arquetipo.
Miguel de Cervantes resultó, en parte a la fuerza, un viajero incansable. Nacido en Alcalá de Henares, los traslados de su familia fueron constantes: Granada, Valladolid, Toledo, Madrid. La mayor parte de su vida estuvo ligada a la corte de Felipe II. Vivió en Italia y fue soldado en la batalla de Lepanto, donde resultó herido y perdió el uso de la mano izquierda. En su vuelta desde Nápoles, el barco en el que viajaba fue atacado por corsarios y estuvo cautivo en Argel durante más de 5 años, junto con uno de sus hermanos. Cervantes protagonizó varios intentos de fuga; aunque su familia se endeudó para pagar el rescate, fueron los Trinitarios quienes recaudaron más fondos y lograron su puesta en libertad. Al volver a España, trabajó como recaudador, lo que le llevó a recorrer en muchas ocasiones los caminos entre Madrid, Toledo y Sevilla.
Soldado, funcionario y hombre de letras, buscaba un puesto en la corte, en las Indias, un reconocimiento que nunca llegó. ¿Imaginó alguna vez que su caballero de la triste figura le convertiría en inmortal?
Don Miguel reinventó la novela con El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada en 1605. El quería triunfar en el teatro, pero en su época fue Lope de Vega quien dictó las normas de la escena con El arte nuevo de hacer comedias, que se publicó muy poco después del Quijote. Miguel de Cervantes apenas fue considerado algo más que un “autor de comedias”, sin llegar nunca a lograr la fama que tenía Lope. El libro sobre el Quijote se consideró solo como una burla hacia los libros de caballerías y tuvieron que pasar más de cien años para que los académicos dieran comienzo a las biografías sobre Cervantes, las investigaciones sobre su partida de bautismo, sus cautiverios, sus viajes y amores. Desde entonces, los detalles de la vida de Cervantes y las andanzas de sus famosos personajes de ficción, Don Quijote y Sancho Panza, dan lugar a no pocos equívocos y contradicciones para el lector desocupado y el viajero curioso.
Han sido numerosos los textos de escritores extranjeros, también españoles, que han escrito libros de viajes inspirados en el hidalgo y su paso por tierras manchegas, e incrementado la fama de la novela. Los primeros reconocimientos a Cervantes llegaron de fuera. El trabajo de ilustradores como Gustave Doré, o Daniel Vierge, dieron lugar a una imagen soñada de La Mancha. Y desde entonces es la realidad la que imita a la ficción con muchos pueblos manchegos que lucen como los del Quijote.
¿Comenzó Cervantes a escribir su novela sobre el Quijote en la Cueva de Medrano de Argamasilla de Alba? La entusiasta responsable de la oficina de turismo así lo quiere creer. Miguel de Cervantes recorre muchas veces los caminos de la Mancha tras volver de su cautiverio en Argel. Lo hace como recaudador, comisario real de abastos, aceite, trigo, etc., primero para la Armada y después para la Hacienda Real. Tiene que viajar entre la Corte y Andalucía. Conoce a la perfección esos caminos y a quienes los recorren, las ventas polvorientas, las mulas de alquiler...
Pero, ¿estuvo cautivo en Argamasilla? La tradición sitúa aquí la cueva en la que pudo estar preso e iniciar el Quijote. Así se decía en una biografía de Cervantes de 1780. Hasta 1867 no se tuvieron noticias de su encarcelamiento en Sevilla, parece que por la quiebra del banco en el que depositó el dinero recaudado que debía entregar. Se conoció posteriormente el apresamiento en Esquivias, Toledo, donde, un altercado a las puertas de su casa, dio con sus huesos en la cárcel. Lo atestiguan documentos de los juicios celebrados.
No se han hallado evidencias, sin embargo, más allá de lo contado de padres a hijos, sobre los desencuentros con Medrano que le llevaron a la cárcel, y aun así la visita a la cueva se ha convertido en un peregrinaje, tanto como acercarse a ver el cuadro exvoto de Don Rodrigo de Pacheco en la iglesia de San Juan Bautista, un hidalgo con problemas mentales, que los vecinos de Argamasilla consideran sirvió de modelo a Cervantes.
Argamasilla de Alba tuvo varias ubicaciones, más cerca de las lagunas, más al sur, hasta llegar al definitivo en el siglo XVI, conocida como Lugar Nuevo. En los anales cervantinos se indica que Argamasilla de Alba no tenía en época de Cervantes una cárcel, sino que se enviaban a los presos a la cercana Alcázar de San Juan. Donde si se usaban las cuevas como cárcel, era en la otra Argamasilla, la de Calatrava. De los miles de documentos y legajos, que siguen apareciendo en el Archivo de Simancas, el de Indias, etc., cada investigador traza su particular hipótesis, tomando como referencia los caminos que Cervantes debía recorrer desde Sevilla para entregar lo confiscado en Toledo o Madrid. Es tanta la información que cada candidato encontrará datos para trazar su propio mapa.
¿Era Argamasilla de Alba, conocida como Lugar Nuevo ese lugar de la Mancha del que hablaba Cervantes?
Al final de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo, Cervantes incluye los elogios y epitafios de los Académicos de la Argamasilla: el Monicongo, el Paniaguado, el Caprichoso, el Burlador, el Cachiciablo, y el Tiquitoc, el tono claramente burlón, no ayuda a aclararlo.
Los académicos de Argamasilla de Alba aparecen en la dedicatoria del falso Quijote, la segunda parte firmada por Avellaneda. Cuando, poco después, Miguel de Cervantes publica su segunda parte, El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha, ridiculiza en el prólogo al anónimo escritor que se esconde bajo el pseudónimo de Fernando de Avellaneda y son sus personajes, Sancho y Quijote, los que también hablan de esta obra apócrifa, diciendo que “...hay por ahí otros Quijote y Sancho que no somos nosotros”. La fina ironía, la crítica elegante de Cervantes reaparece, y tampoco en esta segunda parte se decide a aclarar cual es el lugar de la Mancha.
Es la presión de visitantes ilustres, la que fuerza la restauración de la Cueva de Medrano y siembra la semilla para convertir el edificio de Argamasilla de Alba en un centro de actividades cervantinas. Son meritorios los intentos de la villa, que incluso llegó a traer a la Cueva a los mejores estudiosos e impresores, junto con toda la maquinaria necesaria, para imprimir 2000 ejemplares del Quijote en 1863. ¡A Cervantes le hubiera encantado la aventura!
En 1905 es Azorín, en el III Centenario de la novela, quien se reúne con los académicos de Argamasilla de Alba y escribe La Ruta del Quijote reforzando la idea de que Argamasilla de Alba es el Lugar de la Mancha, hoy las citas de Azorín están impresas en sus calles. Su libro inspira la primera ruta turística por tierras manchegas, situando en Argamasilla su km 0.
Las calles de Argamasilla nos reciben engalanadas con un mercado cervantino; celebran también todos los años representaciones con el festival “El Quijote en la Calle”; la Sociedad Cervantina de Argamasilla concede cada año una beca para una publicación relacionada con el autor del Quijote y en el año 2024 ha sido para una tesis sobre el Persiles, la obra póstuma de Cervantes, y la que el autor consideraba era su mejor creación, titulada Los viajes de Persiles y Sigismunda.
Argamasilla de Alba reparte por sus calles varias estatuas de Óscar García (Taller Creativo), que reproducen los personajes de “Don Quijote de la Mancha”, la popular serie de dibujos animados de los 80, producida por Santiago Romagosa. Caminando por sus calles casi arrancamos a cantar: “Quijoteee - Sancho…”
¿Importa si es o no Argamasilla de Alba el lugar? Tal y como nos pasa a nosotros, cada lector y viajero ve, percibe y encuentra al Quijote que busca, al que recuerda, al que ha imaginado.
Lo que es seguro es que las palabras de Sancho Panza, que insistía en que sus andanzas se contarían en las ventas y caminos de La Mancha muchos años después, resultan ciertas. Y también que Cervantes, dejando que las dudas sobre el lugar de la Mancha persistan, ha hecho que se conviertan en un aliciente para quienes aún hoy buscan las huellas del escritor y del personaje de ficción.
QII, 70
“Este fin tuvo El ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre si por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades griegas por Homero”.
Dando la razón a Cervantes, en los años 50 del siglo XX eran ya 7 las localidades que competían por ser el lugar de la Mancha: Argamasilla de Alba, Miguel Esteban, Villaverde, Tierteafuera, Quintanar de la Orden, Argamasilla de Calatrava y Esquivias. En los últimos años otras dos, Villanueva de los Infantes, con la tesis de Francisco Parra, y Mota del Cuervo, apadrinada por el trabajo de José Manuel González Mujeriego, se suman a la lista.
Alimentando esa confusión de nombres y lugares, Cervantes nos cuenta en el Quijote que él no es el padre, sino el padrastro de la historia, que él solo traslada los textos hallados en un cartapacio, originales del historiador arábigo Cide Hamete Benengeli, recurso que también usaban las obras de caballería hablando de manuscritos encontrados, como hoy nos presentan el “basado en hechos reales”.
Las ambigüedades, los dobles sentidos, la ironía, las puyas a Lope de Vega y a otros autores u obras, son constantes en El Quijote. La novela combina crítica y admiración, mezcla los géneros y estilos de moda, sin ajustarse a las convenciones. Lo mismo emula las obras de Caballería, que habían vuelto loco al Hidalgo, como el Amadis de Gaula, que hacían furor en la época, o las escenas galantes y los juegos amorosos de la novela pastoril, que Cervantes ya había ensayado en La Galatea. En la primera parte del Quijote, incluso inserta libros e historias al margen del relato principal, como El curioso impertinente o la Historia del Cautivo.
Escribía don Miguel para llegar a todos, para divulgar (extender, poner al alcance de la gente común). Cervantes se adelanta a las series de televisión, mezclando tramas, puntos de vista, adelantando al final de la segunda parte del Quijote sobre qué obras escribirá en el futuro, "(...) esperen la segunda parte de La Galatea o el Persiles, (…) que tendré listo en 4 meses". También deja inconclusas algunas de las historias presentadas, ¿las completaría en futuras entregas? En la maleta con manuscritos, que leían en voz alta en la venta de Juan de Palomeque, mencionan, aunque no leen, Rinconete y Cortadillo, que será más adelante una de las Novelas Ejemplares. Lo interesante es como integra estas historias en las andanzas del Hidalgo.
Los capítulos de el Quijote se terminan “en el acantilado”, el precursor del “continuará”, del folletín por entregas.
Actualmente se nos escapan muchos significados del texto, al haber perdido los códigos de los que disponían sus contemporáneos. Describe, por ejemplo, en su prólogo a la primera parte de El ingenioso hidalgo, la obligación de incorporar sonetos dedicados a los mecenas y elogios a la obra por parte de otros autores como carta de presentación, así como la necesidad de incluir citas eruditas.
De todo ello se queja y burla ante un amigo imaginario en el prólogo de la primera parte del Quijote. Los prólogos de las obras de Cervantes, marcan la evolución del escritor y son un género en si mismos. Juega con el plagio y la confusión, con errores y equivocaciones que el lector atento de su época sabía entender como un guiño. Hoy necesitamos notas al pie, aclaraciones, glosarios, guías.
Como don Quijote, estamos ebrios de lecturas. Si el Quijote salió de su casa a las tierras manchegas para vivir las aventuras leídas, nosotros volvemos a los libros, los cervantistas y apasionados de Cervantes para alargar al máximo nuestro viaje.
Apenas llegados de La Mancha seguimos los pasos de Muñoz Molina, en El verano del Quijote, y nos ilusiona saber que el escritor visitó la Cueva de Montesinos antes de publicar este último libro. La guía de la oficina de turismo de Ossa de Montiel, Consuelo, nos lo contaba, así como avisaba al inicio de que la visita es literaria, para gozo de los presentes, solo 4 personas, aunque una mujer que gritaba en la entrada de la gruta, añadió otros 3 invitados al recorrido subterráneo... Casi coincide con el momento de la narración en el que Don Quijote escucha gritar a una mujer...
En cualquier caso, el episodio narrado en la segunda parte del libro de Cervantes cobra vida en las profundidades, gracias a la entusiasta intervención de nuestra guía. Nos sirve para entender cómo el agua de la cueva alimenta las Lagunas de Ruidera, comenzando por Laguna Blanca. Que esas bellas lagunas que recorreremos sean en el texto de Cervantes la esposa, las hijas y sobrinas de Montesinos, encantadas junto a él y su escudero Durandarte, por el mago Merlín en esta cueva, cambian nuestra mirada. Tanto insistió y suplicó Montesinos que Merlín accedió a liberarlas, en forma de masas de agua.
Cervantes incorporaba los conocimientos de su época; sabía del nacimiento del Guadiana, y es en la Cueva de Montesinos donde el Quijote, y nosotros con él, conoce que ese río no es otro que el escudero de Durandarte, y que aparece y desaparece bajo tierra en busca de su señor que sigue encantado por el malísimo Merlín, mas malo que el hijo del diablo.
Muy cerca de Argamasilla de Alba, de camino a las Lagunas de Ruidera, encontramos el Castillo de Peñarroya. De origen cristiano, fue conquistado por los musulmanes, que la perdieron definitivamente en 1198. La reconquista se llevó a cabo por las fuerzas conjuntas de las órdenes de Santiago y de los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Jerusalén (también conocida como Caballeros de San Juan, Orden de Malta, Orden de los Caballeros Hospitalarios...). A estos últimos pasaría su propiedad en el siglo XIII, en 1215. El lugar sobre el que se encuentra es un punto estratégico, protegido en uno de sus flancos por el acantilado del valle del Guadiana. Fue una de las propiedades mas importantes para los caballeros de San Juan en el aspecto económico. Se encuentra muy bien conservado y, sin duda, recorrer sus murallas y recovecos es necesario en una ruta por los caminos de la Mancha.
En un año propicio en el que las lluvias de primavera han aumentado las reservas de agua en Ruidera, pensamos de nuevo en el escudero Durandarte al ver los ojos del Guadiana secos en la entrada a las Tablas de Daimiel. Por suerte al adentrarnos en el Parque Natural el agua nos acompaña. Los humedales tienen una pequeña tregua.
Como Muñoz Molina, también nosotros nos acercamos al Quijote en estos meses de largos días, sol inclemente tan propicio a los espejismos, en carreteras rectas e interminables, con un horizonte vacío y temperaturas de 38 grados que secan los sesos. Libros y calor, parece un tándem apropiado para embarcarse en aventuras quijotescas, y desde luego, tal y como está el mundo, son cada vez más necesarios los Quijotes que se pongan de lado de los vulnerables y salgan a “desfacer entuertos”, error común que ha pasado a los dichos populares, ya que, cuando leemos el original comprobamos que el hildalgo salía a desfacer agravios y ¡enderezar tuertos!
En cualquier caso, necesitamos más Quijotes que se atrevan a luchar contra gigantes.
Tierra de Gigantes, así se presenta Campo de Criptana, nuestra próxima parada. En 1752, el censo del Marqués de la Ensenada, contabilizaba 34 molinos en Campo de Criptana; hoy se conservan 10, los llamados Infanto, Burleta y Sardinero son del siglo XVI, y en el siglo XIX se construyen los otros siete: Lagarto, Culebro, Pilón, Cariari, Inca, Garcilaso, Quimera y Poyatos. Acompañados por los restos de varios de los molinos antiguos, los 10 “gigantes” se alzan en la Sierra de los Molinos o el Cerro de la Paz, solo se visitan tres: el Infanto, el Burleta y el Culebro.
Habíamos visitado hace años otros Molinos de la Mancha, pero no esperábamos encontrar a dos figurantes entelando las aspas de uno de ellos, están preparando hoy demostraciones de molienda y nos hace especial ilusión. Es el molino El Burleta, también llamado “burlapobres”, en referencia al engaño que perpetraba el molinero.
Volvemos a asombrarnos con el preciso mecanismo que hace girar la caperuza, capucha, casi como el de un reloj. Un conjunto de piezas y engranajes que se adaptan a la dirección del viento. Hay que fijarse en las ventanas de la parte superior, 12 ventanucos, asociados con cada uno de los vientos identificados en La Mancha: Barrenero, Matacabras, Solano Alto, Solano Hondo, Solano Fijo, Mediodía, Ábrego Hondo, Ábrego Fijo, Ábrego Alto, Toledano, Moriscote y Cierzo. La franja horizontal que le permite girar nos avisa de que ese molino puede seguir cumpliendo su función. El molinero tenía que asomarse para ver la dirección del viento y aprovechar su impulso, fijar el palo de gobierno con una cadena al borriquillo en el exterior a la altura deseada. La molienda era parte esencial en la vida de los lugareños y colocar la piedra de moler, por su peso, una labor compleja en la que la fuerza del viento y la experiencia del molinero eran decisivas. Los molinos de viento, artilugios originarios de la antigua Persia, llegan al área mediterránea en la Edad Media. Eran la tecnología de la época, que sustituía o complementaba los molinos de agua, también presentes en la zona y menos eficientes por las sequías. Don Quijote luchaba contra ellos encarnados en gigantes, hoy otros molinos irrumpen en el paisaje y son objeto de disputa...
La construcción de molinos era costosa en el siglo XVI, no había tantos en tierras de La Mancha, la mayoría de los que vemos son recreaciones del siglo XIX. Antes de la publicación del Quijote, Cervantes pudo ver molinos en Belmonte, Las Mesas, El Pedernoso, Villaescusa de Haro, Mota del Cuervo, el Toboso y Campo de Criptana. Hoy podemos ver molinos restaurados y que funcionan en Campo de Criptana, Mota del Cuervo, Consuegra y Alcázar de San Juan.
“En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de vientos que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla (...)”
Seguimos nuestra búsqueda de molinos hasta el Cerro de San Antón, en Alcázar de San Juan. Allí, Quijote, Rocinante, Dulcinea y Barcelona, dan nombre a los cuatro molinos que se perfilan en esta elevación de roca rojiza cuarcítica. Es una pequeña altura, desde la que admirar el paisaje manchego, cuesta imaginar que en su día fue un lecho marino.
Viajar por la Mancha y ver cualquier molino en el horizonte nos traslada de inmediato a las aventuras del loco hidalgo, de hecho, la iconografía asociada al Quijote, hace que los molinos de viento se hayan convertido en el indicador, la señal para el viajero, de encontrarse en tierras manchegas. Que sea o no el escenario elegido por Cervantes para la aventura del hidalgo no tiene importancia para nosotros. Sí lo es nuestra ensoñación al mediodía en Campo de Criptana, al atardecer en Alcázar de San Juan, solos, con estos gigantes blancos de aspas al viento que precisan estar atados para no escaparse volando.
Bajamos de los molinos de Alcázar de San Juan para visitar su casco antiguo, cuyos museos, iglesias y edificios tienen que compartir a un personal escaso, por lo que cada día la visita nos permitirá acceder solo a algunos de ellos. Cierto es que nosotros hemos llegado antes del inicio oficial de la temporada de verano y toda la zona está a medio gas. Un lujo para recorrer sin agobios y detenernos a charlar, preguntar, perdernos, vagabundear.
Es en Alcázar de San Juan donde la arquitectura defensiva y las ordenes militares son visibles. Del Conjunto Palacial, originario del siglo XIII, en el recinto amurallado, destaca la Torre del Gran Prior, hoy museo dedicado a los caballeros hospitalarios. La iglesia y convento de San Francisco, con sus enormes muros, nos traslada a la de Albi, en Francia. Alcázar de San Juan nos recuerda más que el resto de los pueblos visitados que las ordenes de Santiago, de San Juan, de Calatrava dominaban y se repartían estas tierras.
¿Alcázar de San Juan cuna de Cervantes? Como hemos dicho, cada población busca indicios de su relación con el Quijote o su autor. En la iglesia de Santa María la Mayor se conserva una partida de bautismo de un Miguel de Cervantes, nacido en 1558, con una nota del bibliotecario real que indicaba ese es el autor de la historia de Don Quijote. Se puede ver un facsímil en la Biblioteca Nacional. No fue la única, se encontró en las mismas fechas otra en Consuegra, y más recientemente, en 2024, otra en Córdoba. Parece que su legado sigue en disputa, aunque Alcalá de Henares sigue siendo considerada la cuna del autor, y 1547 su fecha de nacimiento.
Luis Miguel Román Alhambra, es un vecino de Alcázar de San Juan, lector desocupado y entusiasta del Quijote, que en defensa de la villa y su protagonismo en la geografía cervantina, propone la Ruta de Rocinante, y postula a su pueblo como el lugar de la Mancha.
Alcázar de San Juan tiene también su sociedad cervantina y prepara una propuesta a la UNESCO para que Don Quijote y Sancho Panza sean considerados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. La ruta turística, que mencionamos al comenzar esta entrada: El País del Quijote, tiene su inicio en esta localización. Son múltiples las actividades en relación con la obra; en abril se celebra "la locura del Quijote".
Las esculturas que Alcázar de San Juan dedica al hidalgo merecen una parada y una reflexión. Encontramos el don Quijote cósmico, ensartando un avión; seguro que hubiera batallado contra ellos si los hubiera conocido. Hoy batallaría contra los drones.
Don Quijote confundía ventas con castillos y Tomelloso encarna en nuestro recorrido la picaresca de Sancho; la villa se muestra al turista repleta de bares, cervecerías, restaurantes y terrazas. Fiel a la idea de ser un lugar donde pudo estar alguna de las ventas que aparecen en el Quijote.
Tomelloso apenas era en época de Cervantes, una quintería, una zona que se encontraba en los caminos de paso entre poblaciones, un lugar de descanso para los arrieros y viajeros, ideal para ubicar una venta.
Una de las calles principales y su paseo peatonal muestra orgullosa los toneles de vino, la plaza de toros, y nos hablan de su Museo de Antonio López, no nos lo podemos perder. Aunque la sensación de extrañeza, ¿un museo con 60 obras de Antonio López?, persiste. En la entrada dos cabezas de bebé gigantes, obras del autor que uno puede encontrar en Madrid persiguiendo durante años la luz perfecta del horizonte de la capital, son un homenaje o un reclamo para el visitante. Entramos en el jardín del edificio brutalista, curioso sin duda, que alberga el museo, y la firma de la entrada, Antonio Lopez Tórres, nos descoloca; no es la firma del hiperrealista que admiramos, en cuyas telas a veces parece que uno puede entrar. La responsable del museo de Tomelloso nos explica que este Antonio López es el tío, profesor de dibujo y mentor del afamado artista. Aclarado el entuerto disfrutamos de las obras expuestas, que nos sirven para identificar los bombos, la construcción típica en los campos de la Mancha.
El Toboso, el amor cortés. Tal vez está fuera de toda discusión, en todas las rutas sobre el Quijote, la incorporación de la aldea de El Toboso, la villa de Dulcinea (Aldonza Lorenzo), la dama del Hidalgo. Don Quijote la idealiza y Sancho la describe como una robusta aldeana. La vida amorosa y familiar de Cervantes fue azarosa, tuvo una hija con Ana de Villafranca, una cómica. ¿Llamó por eso Dulcinea, Dulce Ana, a su protagonista? ¿Quién era Ana Martínez Zarco de Morales, cuya casa se ha restaurado y se presenta como la casa de Dulcinea? ¿Cual fue su relación, si la hubo, con Miguel de Cervantes?
El calor es extremo en la hora de nuestra visita por el Toboso, sin apenas sombras, la Casa de Dulcinea es un refugio, un espacio para repasar la vida y costumbres de los hidalgos.
Podemos recorrer el Toboso como lo hicieron don Quijote y Sancho, si seguimos la ruta literaria con citas del Quijote pintadas en sus fachadas y llegaremos a la iglesia, "... con la iglesia hemos dado, Sancho", o, seguir la Ruta de los Pozos que nos lleva hasta las afueras de la villa. En abril se celebran las jornadas cervantianas, en honor a Dulcinea
¿Qué pensaría hoy Cervantes de todas las casas, esculturas, asociaciones, premios, rutas, celebraciones que llevan su nombre? ¿Qué nuevos descubrimientos llenarán las lagunas en su biografía? Los prejuicios, la mentalidad y el espíritu de cada época ofrecen una interpretación diferente de la vida y la obra de Cervantes.
Cervantes sabía que el entretenimiento, el humor, el amor, los enredos eran necesarios para atraer al lector, que como un sabueso, tiene que ir uniendo los puntos de la historia.
En los últimos años aparecen en pueblos de la Mancha incluso partidas de bautismo ¡de los personajes de ficción!, como Sansón Carrasco, la mujer de Sancho Panza, o el mismo hidalgo...
Los documentos son fríos, apenas un nombre, un lugar, una fecha, o una declaración de testigos, y no nos hablan de sentimientos. Cervantes no se casó con la madre de su hija, sino con Catalina de Salazar, de Esquivias, Toledo, con buena dote y a la que doblaba la edad; el dinero de su familia le ayudó para salir de la cárcel de Sevilla. Su hija, Isabel de Saavedra, convivió con el y también lo hicieron sus hermanas y una sobrina, también "hija natural". Las llamaban las Cervantas, fuente de chismes, aunque tal vez alguna de estas mujeres, inspiraron a las independientes y fuertes Marcela o Dorotea.
En las dos partes del Quijote escritas por Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, con una diferencia de 10 años, 1605 y 1615, aparecen con su nombre algunas localidades como El Toboso, Tembleque, Quintanar, Puerto Lápice, las lagunas de Ruidera, la Cueva de Montesinos y Tierteafuera. Además de explicar que el caballero y su escudero se encuentran con viajeros que viajan a Murcia o Sevilla, por el camino del Campo de Montiel, o el del Toboso. Hoy en día, más de 4 siglos después, las oficinas de turismo, los cervantistas, los lectores desocupados, vecinos entusiastas de alguna de las localidades de estas tierras manchegas y diferentes estudios siguen buscando indicios para dar nombre a ese lugar de la Mancha. Tras cuatrocientos años de debate no hay dos personas que interpreten el Quijote de la misma forma.
Tienes, por tanto, que diseñar tu propia ruta y decidir cuantos días puedes perderte por estas tierras manchegas. Son muchas las paradas en este viaje que, fieles a la novela, nos llevarían también por tierras de Aragón hasta Barcelona.
Son tantas las miguitas que Cervantes ha dejado para nosotros, tantas las Rutas del Quojote propuestas que, provistos de un ejemplar de la novela de Cervantes, cualquier lugar de la Mancha es válido para vivir aventuras. Y si nos llevamos El verano de Cervantes, de Antonio Muñoz Molina, como guía especializado para acompañar la lectura, vamos a disfrutar el doble, ya que, sus evocaciones nos llevan una y otra vez a las dos diferentes ediciones del Quijote de nuestras estanterías. Al terminar nuestra visita a la Cueva de Montesinos, Consuelo nos invitaba a releer El Quijote, y así nos despedimos:
“Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible"”
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