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marzo 07, 2023

La Pierre Saint Martin y Gourette, Pirineo Bearnés, la emoción de las primeras veces

Máquina Pisanieves en La Pierre Saint Martin, por El Guisante Verde Project
Escribimos estas líneas recién llegados del Pirineo Bearnés, de las estaciones de esquí de La Pierre Saint Martin y Gourette, tras un fin de semana de desconexión absoluta. ¡Qué mono de nieve teníamos! Nos hemos desquitado practicando raquetas de nieve, fat bike, esquí de fondo; hemos subido a pistas los primeros con la máquina pisa nieves en la preciosa La Pierre Saint Martin, en Arette, y nos hemos internado con raquetas en un bosque encantado de la mítica Gourette, donde en 1903, por primera vez en los Pirineos, Henri Sallenave introdujo el esquí, disfrutando en ambas de sus espacios nórdicos, porque hay vida más allá del esquí.

Ha sido una forma de recuperar sensaciones de nuestras primeras veces sobre la nieve, al iniciarnos en las dificultades de esas bicis de ruedas gordas, las fat bike o del esquí nórdico, todo es más fácil con estas magníficas vistas, y si vamos en modo aprendiz.

Raquetas de nieve en el bosque de Braca, La Pierre, por El Guisante Verde Project
Todas las estaciones de esqui del pirineo bearnés: La Pierre Saint Martin, Gourette, Artouste, Le Somport, Issarbe e Irati, ofrecen múltiples opciones complementarias al esquí, para disfrutar y practicar actividades en la nieve y la montaña. Podemos conocer el trabajo de quienes preparan las pistas, dar paseos con raquetas, conducir trineos de perros, tomar un baño a 38º o una sauna, con vistas a las pistas, en un espacio nórdico sin necesidad de desplazarnos a los países escandinavos. La oferta incluye también espeleología o senderismo con guía de montaña. Tu esquías, y yo, ¿qué hago? ¿Qué hacemos si no hay nieve? ¿Y el día que no hay nieve suficiente? Opciones no faltan.

Practicando esquí de fondo en el Bosque de Braca, La Pierre St. Martin por El Guisante Verde Project
El Pirineo Bearnés en el suroeste de Francia está al otro lado del Pirineo aragonés, tiene a Bilbao, Bayona y Biarritz al oeste, Burdeos al norte, Toulouse y Lourdes al este y Zaragoza al sur. Después de casi 7 años visitando tierras nórdicas es justo decir que nos hemos visto transportados estos días a esos salvajes paisajes.


La Pierre Saint Martin, una estación con vistas
Llegamos de noche desde Bilbao, en unas 3 horas y media, a los alojamientos a pie de pistas, L´hotel du Pic d´Anie, en Arette, el pueblo que acoge la estación de esquí de La Pierre Saint Martin, lo cierto es que hace mucho tiempo desde nuestra última visita. Esta vez, en contra de las predicciones iniciales, la météo siempre es incierta en la montaña, el cielo estaba despejado. Nuestra ventana se asoma al Arlas (2.044) y al Anie-Auñamendi (2.507), no se puede pedir más, un cielo estrellado y una gran nevada. Una de las ventajas de La Pierre Saint Martin es que se puede acceder a las zonas altas, aun siendo esquiador principiante, para disfrutar de las vistas panorámicas, como las que ofrece el Boulevard de los Pirineos. La Pierre es la estación más panorámica del Pirineo francés.

Amanecer en La Pierre Saint Martin, cota 2000, por El Guisante Verde Project
La historia de La Pierre St. Martin se remonta a la Edad Media, cuando el lugar era motivo de disputa entre los reinos de Francia y Navarra. Se trataba de un lugar estratégico, como reserva de pasto para los rebaños de ovejas, y lugar de paso para los viajeros y comerciantes que se dirigían hacia España, además de los peregrinos que tenían como destino Santiago de Compostela.

Cuenta la leyenda que un caballero templario, llamado Martin, se detuvo en este lugar para descansar durante su viaje hacia Compostela. Martin, cansado y hambriento, le pidió a Dios que le ayudara a encontrar algo para comer. Fue en ese momento cuando una roca cercana se abrió y de ella brotó un manantial de agua cristalina y un trozo de pan. El caballero decidió quedarse y levantar una ermita como agradecimiento a la intervención divina.

Entrevistas a pie de pista en La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Pastores y cazadores han utilizado el lugar como refugio y ya en el siglo XIX La Pierre Saint Martin empezó a recibir visitantes que pasaban aquí los veranos. La construcción de carreteras y la llegada del ferrocarril incrementaron el número de turistas, aunque las dos guerras mundiales convirtieron el lugar en campo de batalla de los ejércitos francés y alemán. En 1961 nació la estación de esquí, con la primera telecabina, y desde entonces ha evolucionado hasta convertirse en una estación familiar y acogedora.

Al final de la jornada, en La Pierre Saint Martin, animados grupos se reúnen alrededor de la raclette, en el restaurante El Teide. Nos llama la atención esta forma de compartir el queso, dispuesto en mitades en cada mesa, que gracias a una resistencia se va fundiendo y exige del visitante pericia casi de pastelero al recoger y servirlo junto a unas patatas asadas, jamón y chorizo de la zona. Por suerte estaba con nosotros nuestra anfitriona, Régine, responsable de promoción de los Pirineos Bearneses, a quien ya conocíamos de otros encuentros, y nos explicó con detalle la técnica correcta. También probamos vino blanco de Jurançon. ¿Es algo dulce?, ¿será verdad que a Enrique IV lo bautizaron con vino del Jurançon?

Raclette en el Restaurant L'Teide - La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Ofrecer facilidades al principiante, facilitar los primeros pasos en una actividad, como las raquetas, esquí de fondo, esquí alpino..., genera una experiencia memorable. Quienes aprendieron a esquiar aquí (La Pierre Saint Martin), hoy traen a sus hijos. Nosotros también aprendimos a esquiar en una estación francesa, y volver a estas pistas es un reencuentro con ese vértigo de las primeras veces. Hacía mucho tiempo que no visitábamos la estación, pero aun recordamos las impresionantes La Noire (negra) y Le Grand Tétras (azul) que discurren por el bosque. Son algunas de las pistas de esquí más bonitas que hemos bajado.

Pistas de esquí de La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project



La Vida de un Pisanieves
¿Quién, entre los amantes de la nieve, no sueña con ser el primero en pisarla? Cuando suena el reloj aun es noche cerrada, aunque ya falta poco para que el sol comience su viaje. Sobre las pistas, algunas luces en movimiento nos recuerdan que las máquinas llevan trabajando desde las cinco de la tarde, cuando la estación cierra.

Street Art con vistas al Arlas - La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
A las 7.15 nos subimos a la imponente máquina capaz de ascender las pendientes más fuertes junto a Dominique, director de la estación de La Pierre Saint Martin, Frédérique, Régine, nuestros compañeros de aventura Iñaki, Esther y Txema, y el simpático conductor de la pisa nieves, el sonriente Jérôme. La ruta nos lleva hasta La Palombière, para desayunar en pistas, a 2000 metros de altura, y ser los primeros en pisar esa fantástica nieve polvo que han aplanado las máquinas. El día antes de nuestra llegada cayó una gran nevada, medio metro de espesor, así que tenían mucha faena.

Al haber llegado de noche a cenar a la estación hemos sido testigos del espectáculo de ver como amontonan la nieve y forman lo que parece un cucurucho de helado gigante, maniobran adelante y atrás hasta dejar las pistas impecables para el día siguiente. Si no se maneja bien el joystick que controla la pala, el esquiador dará botes al deslizarse. Comprobamos que lo de “vive la vida de un pisanieves” no es tan sencillo.



El madrugón para montar en la pisanieves merece sin duda la pena; ascender con la máquina, tiene el aliciente de admirar los pinos de más de 200 años, retorcidos, que, nos explica Régine, están “enganchados, abrazados”, al terreno, adaptados perfectamente a esta zona de caliza, al frío y al viento.

Una vez arriba, la vista es soberbia. Ante nosotros, se extiende la estación, con la nieve perfecta; el Sol, aun débil, ilumina lo suficiente para admirar el bosque que comienza un poco más abajo; a lo lejos, la ciudad de Pau y a medida que vamos girando, se puede adivinar la costa. Una imagen inolvidable.

Amanecer en La Palombiere en La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Numerosos grupos de senderistas acceden cada año al GR 10, el sendero más famoso que recorre el pirineo francés, que tiene su réplica en GR 11 del lado español. Es posible acceder con el telesilla, hay tarifa para el peatón, hasta las inmediaciones del Arlas y completar el recorrido hasta el Anie-Auñamendi, eso sí, la subida a este último mejor acompañados por un guía de montaña porque las simas y grietas caracterizan este terreno.

Sólo dos de cada cuatro visitantes de la estación esquían, por lo que las actividades complementarias han crecido, así como la reflexión de un sector que tiene que adaptarse rápidamente a la meteorología cambiante. Incluso el uso de los cañones de nieve, que aprovechan agua de recuperación, precisa de unas condiciones de frío y humedad óptimas, que no siempre se dan, durante la pasada Navidad, por ejemplo, la estación cerró varios días.


Roberto, con nuestra anfitriona de Nord-Pas-de-Calais, por El Guisante Verde Project

El espacio nórdico: el bosque de Braca
La Pierre es una estación que funciona desde 1960 y que se reinventa constantemente. Un ejemplo es el bosque de Braca, con varias propuestas para familias y grupos. Se encuentra a unos dos kilómetros de la estación, entre 1450 y 1540 metros de altura. Comprobamos que hay un gran ambiente. Una de nuestras simpáticas anfitrionas, puso a prueba nuestros conocimientos de geografía y nos reímos juntos un buen rato cuando adivinamos que era de Nord-Pas-de-Calais; entre bromas elegimos, escuchamos recomendaciones y ajustamos tallas de nuestros equipos.

Raquetas de Nieve en el Bosque de Braca - La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project


¿Quién ha dicho que las bicicletas son para el verano?
Queremos probar raquetas de nieve y las fat bikes (parece que por el momento nadie ha iniciado campaña en contra del calificativo). La idea de que es una bicicleta eléctrica nos engaña. ¿Cómo traccionar sin hundirme demasiado en la nieve? ¿Cómo hacerlo con una nevada reciente que ha añadido muchos centímetros? Hay que tener buenos cuádriceps, mantenernos en equilibrio exige un pedaleo continuo, y aunque buscamos los laterales de la pista, como nos han indicado, la profundidad de la nieve impide el agarre, un par de tramos de disfrute, y ¡atrapados en la nieve!

Fat Bike en La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Nos calzamos las raquetas. Tenemos 25 kilómetros de recorridos señalizados para elegir, con subidas y bajadas que compartimos con algunos esquiadores de fondo y los trineos de perros. Hemos salido del alojamiento con 7 grados bajo cero, pero el Sol calienta lo suyo ya. Roberto insiste, una subidita más, hasta el mirador, para tener una vista de 360º que compensa el esfuerzo.

Habíamos olvidado los pequeños movimientos de cierre y ajuste de las raquetas, la carraca, fijar o dejar suelto el talón, y después de un rato de caminata entusiasta estamos deseando parar a comer, así que seguimos el sendero hasta el restaurante de la zona de Braca, Le Pas de L´Ours, donde bastantes hambrientos hacen cola a pie de pistas mientras se deciden por un bocadillo o, como nosotros, y casi todas las mesas a nuestro alrededor, un combinado con huevos, bacón y piperrada. ¡Listos para la vuelta!

Vista desde el Mirador del Bosque de Braca - La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Circuito Raquetas en Braca, La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project
Esquí nórdico en el Bosque de Braca - La Pierre St. Martin, por El Guisante Verde Project

Regresamos hasta el “chalet” del inicio en este bosque de pino negro, para intercambiar nuestras raquetas por los esquís de fondo. Es hora de imitar al pisa nieves de la mañana y dejar la rotonda de principiantes bien planchada. Si teníamos alguna esperanza de que nuestra técnica de esquí nos sirviera de algo, la realidad nos golpea en la primera cuesta abajo. Nos queda claro que hace falta técnica, esfuerzo, aprendizaje y repetición.

Se queda para la próxima, siempre hay que dejar algo pendiente, el trineo de perros. En Braca viven unos 50 huskies, que encontramos aullando, excitados, esperando. Nos recuerdan a las expediciones polares y resulta difícil imaginar que cada equipo pudiera tirar de casi 300 kilos de peso; se nos antoja que nosotros somos una carga pesada para estos fibrosos y menudos ejemplares, y casi todos los que suben al trineo son peques. Son perros nómadas que pasan sus veranos en Normandía. Nos ha dado tiempo de contemplar sus salidas y llegadas y acariciar a los más mimosos. Menudo jaleo debían montar tantos ejemplares juntos en los barcos de expedición, ¡qué se lo digan al Fram!



El recorrido propuesto en esta zona de Braca se llama Camino del descubrimiento, y desde luego descubres cosas: que estás menos en forma de lo que crees, que te falta técnica, y que es gratificante intentarlo una y otra vez y comprobar pequeños avances.

Gourette, raquetas, noches insólitas y espacios nórdicos
La llegada a Iskö Basecamp & Hotel es un cambio de plano. Estamos en otro valle, el de Ossau, con el famoso Col d’Aubisque en lo alto, y un enorme circo rodeando la zona de cabañas construidas en estilo nórdico. Este proyecto es una apuesta por captar otro tipo de clientes, con un alojamiento a base de chalets de montaña, en contraste con las construcciones iniciadas en los años 60 y 70 más espartanas. La recepción huele a nuevo, a madera, los percheros nos trasladan a Noruega; barra de bar, zona para una copa, chimenea y un restaurante, que no debe pasarse por alto, en el que también se sirven los desayunos. La zona superior con otro comedor, sofás, con grandes cristaleras, desde luego nos remite a la idea de un campo base, uno privilegiado claro, un espacio para equipos, eventos, para los días de tiempo extremo, para trazar planes y estrategias de conquista de la montaña.

Nos alojamos en una acogedora cabaña con detalles muy cuidados en su decoración que delatan que estamos en Francia. Hay una variada oferta de apartamentos, incluido también un albergue para 13 personas.



La propuesta gastronómica es más que interesante, magret, poulet de las Landas, pez espada, con acompañamientos de castañas, cantharellus o curry de piñones y boniato. Postres como la Omelette Pyrénénne, con helado y merengue, la crema de pistacho o la de chocolate, nos hablan de un espacio boutique, muy lejos de nuestras primeras escapadas a la nieve con literas y bocata. Hay una piscina, congelada en esta época, y una zona de barbacoa que nos habla de las posibilidades en verano. Quedan algunos trabajos pendientes para unir este espacio con una red de senderos que ascienda hacia las cimas.

Amanecemos con una niebla cerrada y nuestras huellas las ha cubierto la nieve. Subimos a la estación con una lanzadera, es lo mejor para evitar atascos y sustos; hay que ir atentos a la conducción en una zona en la que la normativa exige a los residentes utilizar neumáticos de invierno; conocen bien la carretera y se nota.

Hemos quedado con Millán Ibañez, guía de montaña, en la oficina de turismo junto a la zona de entrada a pistas. Se gana nuestra atención desde el inicio. Es un amante de la montaña y tiene muchas historias que contarnos. Además es guarda del Chalet Refugio de Gourette. Como espeleólogo, ofrece recorridos de iniciación por las cuevas de la zona, como la de Breva. Hoy nos vamos a adentrar en el bosque de recuperación que protege Gourette de los aludes porque las laderas tienen aquí inclinaciones de 30º, 40º, perfectas para que la nieve se deslice montaña abajo.

Es un regalo de recorrido, abetos, hayas, un enorme tejo, acebos. Buscamos huellas de zorro y encontramos los brotes que arrancan y comen las ardillas. Pisamos nieve intacta, bajo la fina capa de nieve superficial, encontramos nieve polvo, tan suelta que ni siquiera se compacta para hacer una bola. Cada día la nieve ofrece una imagen diferente, gran parte de la nieve caída se desliza de los árboles y crea formas redondeadas, coberturas y realces de todo lo que haya en el suelo, que no vemos. A medida que avanzamos tiramos de imaginación en el mirador, porque hoy la niebla nos envuelve, el majestuoso circo glaciar de Gourette nos esquiva esta vez. El riesgo de aludes es de grado 3, con un máximo de 5. Conviene recordar que hay que salir con el equipo adecuado. ¿Sabríamos usar un Detector de Victimas de Avalanchas? Hay también algunos talleres para aprender cómo se forman los aludes y cómo actuar en un rescate, dan ganas de volver al cole para participar en ellos.



El paseo da para hablar del sabor del enebro, de la salud del bosque, como influyen en ella los árboles caídos, los hayucos que abundan un año y escasean otro… Las historias se suceden e incluso intercambiamos títulos de libros, La vida secreta de los árboles o El libro de la madera, ambos ejemplos de amor por la naturaleza y manuales del llamado slow life. Nos gusta lo lento, lo pequeño, los matices, lo sutil...

Nos rodean majestuosos picos de más de 2500 metros y paisajes realzados por la nieve, filtrados por la niebla. Todos los detalles, las uves del abedul, que nos muestra Millán, y que parecen el bigote de un duende enfadado, se aprecian mejor perfiladas por la capa blanca. La intensa luz y el crujido de las raquetas nos van restando prisas, nos devuelven a un lenguaje ancestral, el lenguaje de los árboles y las montañas.

Nos preguntamos cómo afecta a los pueblos del Pirineo Bearnés y a estos valles la necesidad de espacios abiertos que se vive tras la pandemia. ¿Se promueve el slow travel? ¿Se solicita un turismo de reencuentros, actividades en familia o en grupo, diversión e inmersión en el medio natural?

El ansia de naturaleza trae nuevos retos a los pueblos de montaña, a los guías, a todos aquellos que trabajan con el visitante. Frente al esquiador, al montañero, aparecen los no iniciados, los que quieren ir por su cuenta. Montañeros y excursionistas, rutas de travesía y de día. Los conocimientos y las necesidades de unos y otros son diferentes.

¿Cómo ofrecer recomendaciones? Cuando vivimos rodeados de la cultura de montaña la idea de esfuerzo, adaptación, aclimatación, tener equipo adecuado, llevar bebida y algo de comer, prendas de recambio y abrigo, nos parecen obvias, aunque no es así para muchos. ¿Y si te dicen que por aligerar peso algunos participantes en carreras de montaña llevan tallas pequeñas o sólo un trozo de manta térmica?

Encontramos letreros y marcas de GR y otras rutas recién pintadas, voluntarios de la red de guías y guardas de montaña asumen la responsabilidad de mantener la red de senderos. Un trabajo que invita a compartir, aprender y sentir la montaña, disfrutar de ella con admiración y cautela. Cuidado en sus dos significados, alerta y cuidar de lo que nos rodea.

El paseo con raquetas por el bosque es un recorrido bellísimo, acolchado; tras un cruce de caminos y después de compartir una infusión, comenzamos a descender abriendo camino en la nieve, hundiendo las raquetas, y Millán nos avisa de una sorpresa: el “culing”. Toboganes para deslizarnos, nos lo pasamos como niños. ¿Cómo se pueden dar tantas volteretas en una bajada tan pequeña?

Estamos de verdad en otro mundo, fascinados por la nieve y apenas nos damos cuenta de que se van las horas, así que toca dirigimos al telesilla para llegar hasta el refugio donde se encuentra L’Aventure Nordique que dirigen David y Pierre. Junto al refugio, encontramos un enorme barreño, el baño nórdico, con el agua a 38º y un poco más arriba una sauna, que podemos combinar con noches insólitas en iglú o en un tipy. En una estación que ofrece largos descensos con un desnivel de 1.100 metros parece una buena idea combinar el esquí o las raquetas y relax del baño nórdico.



Apenas a unos pasos de la bañera y el iglú, vamos a probar uno de los platos más típicos: la famosa Garbure, una contundente sopa/guiso, en esta ocasión con pato, que te devuelve a la vida; compartimos mesa y conversación y se suceden la piperrada, confit de pato, quesos de la zona, de nuevo acompañados de vinos del Jurançon. Ya sabemos que el queso en Francia es una institución, y David nos cuenta que en el valle todos los quesos tienen nombre y apellidos. Uno de los que degustamos es obra de un adolescente que pedía a sus padres una moto. La respuesta fue que preparase un producto para su venta y con las ganancias podría adquirir la moto, ¡y lo hizo!. Nos quedamos con ganas de escuchar más historias de David, así que, tendremos que volver.


Construir el futuro del valle, turismo artesano
David, nuestro anfitrión contador de cuentos y leyendas, y Millán, nuestro guía por el bosque, tienen proyectos compartidos, nos explican como en el valle en lugar de grandes empresas, son pioneros, autónomos, montañeros y residentes, los que se unen entre sí para crear propuestas respetuosas, imaginadas al calor de las historias y con el amor por la montaña en su germen.

David de Aventura Nórdica y queso de Ossau, por El Guisante Verde Project

Estos valles, como el de Ossau, donde se encuentra Gourette, nos cuenta David, son tradicionalmente ricos, el pastoreo es una actividad respetada y con estatus. Con el descenso de la actividad industrial y la incertidumbre de las renovables, que se quedan en manos de grandes multinacionales, cuesta sacar adelante proyectos vinculados al turismo, que es un sector “menor”. Persiste la mentalidad del valle, del habitante aferrado a sus costumbres, orgulloso de su paisaje y desconfiado frente a algunos visitantes.

El debate sobre si el visitante trae o no cosas buenas persiste. Hay cambios en el modelo turístico, aparecen nuevos nichos para dejar atrás las construcciones de los 60 y 70 y apostar por espacios como donde además de lo funcional se busca el detalle.

Caminatas con raquetas, volver de noche con frontales y dormir en el iglú, todo ello aderezado de leyendas. En francés, bearnés, occitano o español, que nos cuenten historias siempre es hipnótico. “Si al subir una vieja te pide un beso, dáselo y te abrirá las puertas de la montaña”.

El baño al aire libre de La Aventura Nórdica, por El Guisante Verde Project

Los días se hacen más largos y las estaciones del Pirineo Bearnés suman actividades: esquí con antorchas, noches insólitas, ser trampero por un día, tirolinas gigantes, carreras de montaña como la Pyrenéa Triathlon. Las propuestas para principiantes crecen en Gourette, como la nueva la telesilla de Bosses y el acceso desde Bézou a 3 pistas azules. Dejar un recuerdo memorable para que quieras volver una y otra vez.

Iniciarse en los secretos de la montaña acompañados de estos expertos conocedores de La Pierre Saint Martin y Gourette, es, sin duda la mejor forma de enamorarse de estos increíbles lugares.

Nos gusta la idea de sentirnos de nuevo aprendices, de redescubrir estaciones de esquí, al otro lado de los Pirineos, que presumen de ser salvajes, sostenibles y panorámicas. ¿Cuál será la siguiente ruta, la próxima estación?

Huskies en La Pierre Saint Martin, por El Guisante Verde Project


Agradecimientos

Este viaje ha sido posible gracias a la colaboración de la Agence Départementale du Tourisme 64 - Béarn Pyrénées

El Guisante Verde Project mantiene todo el control editorial del contenido publicado.

febrero 10, 2023

Museo Arqueológico Nacional en Madrid: el pasado como no te lo imaginas

Museo Arqueológico Nacional en Madrid, por El Guisante Verde Project
El Museo Arqueológico Nacional es el principal museo de arqueología de España. Su sede, compartida con la Biblioteca Nacional, es el Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, ubicado en la calle Serrano de Madrid. La mayor parte de su colección permanente se dedica a la historia de España, desde los orígenes a la Edad Moderna, combinadas con piezas de la Antigua Grecia, Egipto y Oriente Próximo.
Museo Arqueológico Nacional. Dama de Elche, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Orante de Gudea, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Sarcófago egipcio (detalle), por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Vasos Campaniformes, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Estatua orante de Pedro I y Sepulcro de Doña Constanza de Castilla, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Mosaicos, por El Guisante Verde Project
Cuando pensamos en el MAN, en nuestra memoria surge el concepto de arte viajero, el que incita nuestras ganas de conocer. Hace unos años fue el preludio de nuestro viaje por tierras de Aníbal Barca, gracias a la excelente y completa exposición ‘Mosaico Romano del Mediterráneo’, la muestra más completa exhibida en Europa, donde exponía algunas de las joyas de Museo del Bardo, de Túnez. Aquel viaje lo empezábamos al revés, primero la obra, luego su ubicación original.

El MAN es heredero de la corriente iniciada en Europa durante el siglo XVIII, a rebufo del auge de la arqueología por entonces, que promovía la creación de museos nacionales dedicados al ensalzar el pasado de los países. Una labor que fue promovida tanto por el Estado, dotándolos con bienes reales, como directamente por la Corona, y no solo con fines de conservación en una única institución, sino también con vocación docente, al servicio de los ciudadanos.
Museo Arqueológico Nacional. Monumento funerario de Pozo Moro, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Ábaco Neperiano, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Báculo del Papa Benedicto XIII, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. La Bicha de Bazalote, por El Guisante Verde Project
La construcción del que sería Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales se planificó a mediados del XIX. Reuniría en un mismo lugar la Biblioteca Nacional, el Museo Arqueológico Nacional y el Museo Nacional de Pinturas (también conocido como Museo de la Trinidad).

La reina Isabel II firmó el real decreto por el que se creaba el Museo Arqueológico Nacional y colocó, en 1867, la primera piedra del palacio que lo albergaría en el solar elegido, al final del Paseo de Recoletos. Provisionalmente, se abrió la primera sede museo en el Casino de la Reina, una antigua finca de recreo cedida por la Corona al Estado en 1865. Los fondos se completaron con piezas del Real Gabinete de Historia Natural, de la Biblioteca Nacional y de la Real Academia de Historia, además de donaciones y compras.

La construcción del palacio fue laboriosa, y los proyectos se sucedieron, hasta tres diferentes, para culminar con la finalización de los trabajos en 1892.
Museo Arqueológico Nacional. Dama de Baza, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. Cuencos Axtroki, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Tesoro de Guarrazar, por El Guisante Verde Project
Durante los años siguientes, el Museo no pudo escapar al devenir de los acontecimientos políticos y sociales que afectaban a la España de entonces: revoluciones, incendios, obras de remodelación, ampliaciones y disminuciones, intentos de robo y asalto, destituciones de sus responsables... Todo esto sucedió antes de traslado a la nueva sede del Palacio de Biblioteca y Museos Nacionales, inaugurada oficialmente en 1895.
Museo Arqueológico Nacional, relieve de la Tumba de Neferkhaw y Satbahetep, por El Guisante Verde Project
La vida del Museo transcurrió más o menos plácidamente, asumiendo un mayor protagonismo en su misión docente. La Universidad le arrebató buena parte de su protagonismo en este aspecto, aunque la actividad científica de los conservadores y directores fue muy abundante. Las nuevas tendencias museográficas, que centraban el protagonismo de las piezas frente a su contenedor, reveló lo anticuado del MAN, que se puso manos a la obra. La primera fase de modernización, finalizó en julio de 1936, quedando todo el proyecto paralizado por el comienzo de la Guerra Civil.
Museo Arqueológico Nacional. Cúpula de Torrijos, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional. El Bote de Zamora, por El Guisante Verde Project
El Museo se preparó para salvaguardar su patrimonio, dejando las salas vacías y agrupando las piezas en lugares más seguros. A pesar del bombardeo de la aviación rebelde, el museo no sufrió grandes daños. Aun puede verse el impacto de una de las bombas en el llamado Patio de la Virgen. Por su parte, el gobierno republicano se incautó de 3000 monedas de oro y que fueron recuperadas en parte en 2011, tras un largo periplo no aclarado totalmente. Aquí tenemos material para una serie, película, los tesoros por recuperar...
Museo Arqueológico Nacional. Dama de Ibiza, por El Guisante Verde Project
En 2008 se iniciaron los trabajos de reforma más importantes de su historia, y se cerró completamente desde el 2011. Reabrió sus puertas el 01 de abril de 2014, como un museo nuevo, adaptado a las tendencias actuales en materia expositiva, incorporando nuevos formatos museográficos y elementos audiovisuales, de forma que resulta mucho más atractivo para el visitante. Le debíamos una visita a estas remodeladas salas, con un mapa interactivo en la entrada que nos ayuda a ubicar el origen de las piezas expuestas, y que, de nuevo, es una invitación a partir hacia esos reinos extinguidos. Viajar al pasado siempre ha sido, para nosotros, una forma de entender el presente.
Museo Arqueológico Nacional. Ídolo oculado, por El Guisante Verde Project
En el interior del MAN la experiencia es, simplemente, fantástica. Aunque ya han transcurrido más de ocho años desde su última gran reforma, lo cierto es que el museo se ve actual, gracias a una muy adecuada combinación entre la exposición de piezas, manteniendo su protagonismo pero mucho mejor integradas con el conjunto, y la utilización de nuevas tecnologías y técnicas museográficas. Hay información más que suficiente sobre los objetos que se exponen y, además, se encuentran muy bien contextualizados. Aunque tengáis la tentación de pensar que un museo arqueológico puede resultar aburrido, el MAN atrapa entre sus salas al visitante y el tiempo transcurre sin que nos demos cuenta.

En vuestra visita al Museo Arqueológico Nacional os encontraréis con piezas emblemáticas y otras más desconocidas que es posible os apetezca fotografiar. Un consejo, no os dejéis la cámara en casa (como hicimos nosotros más bien por descuido...), el smartphone, simplemente, no está a la altura. La iluminación del museo, muy bien diseñada y ejecutada, complica la realización de fotografías de buena parte de las obras. La contrapartida, y es una buenísima noticia, es que las piezas se ven magníficas en su mayoría. Los juegos de luces y sombras consiguen que centremos nuestra atención en las piezas expuestas y te permiten mantener con ellas un diálogo fluido. Un entretenido viaje por las salas del MAN que lo convierte, sin duda, en uno de los tres mejores museos que hemos visitado.

Museo Arqueológico Nacional, Capiteles del Claustro de Santa María la Real, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Cabezas del Cerro de los Santos, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Estelas Decoradas, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Arco de San Pedro de las Dueñas, por El Guisante Verde Project
Museo Arqueológico Nacional, Vitrinas del Interior, por El Guisante Verde Project
Especial atención merece la reproducción de la cueva de Altamira, que nos conecta inmediatamente con la fascinante cueva de Lascaux, en el Périgord. Pararse a mirar con detalle los trazos es imaginar los movimientos artísticos que llegarán siglos después. ¿Inventamos o recordamos? ¿Imaginamos o combinamos? El arte como expresión de lo humano.

La distinción entre el pasado, el presente y el futuro es solo una ilusión obstinadamente persistente, Albert Einstein
Museo Arqueológico Nacional. Toros de Costitx, por El Guisante Verde Project

enero 31, 2023

Horseshoe Bend, Arizona: la magia perdida

Maribel y Roberto en Horseshoe Bend - Arizona, por El Guisante Verde Project

Horseshoe Bend, el meandro en forma de herradura que dibuja el río Colorado muy cerca de la ciudad de Page, es uno de los paisajes más espectaculares de Arizona, aunque será difícil que recupere su magia, perdida debido a una sobreexposición en las redes sociales que lo ha convertido en objeto de deseo de visitantes llegados de todas partes del Planeta.

Horseshoe Bend - Arizona, por El Guisante Verde Project

El sendero a Horseshoe Bend (cuando éramos libres)

Llegamos desde Page, unos 8km al norte, por la US 89, una magnífica carretera que une siete parques nacionales atravesando Arizona desde Flagstaff, todo Utah, Wyoming y Montana, hasta la frontera con Canadá. Un cartel polvoriento señalaba un giro brusco hacia el meandro del río Colorado. A menudo los viajeros pasaban de largo; por fortuna, íbamos atentos.

El sendero, siempre cambiante gracias a los juegos de luces y sombras, a los diferentes colores que brillan bajo el Sol, no presenta dificultades. El calor, variable a lo largo del año y de las horas del día, unido a la falta de sombra, es un elemento a tener en cuenta. Menos de 1'5 km separan el aparcamiento y el borde del acantilado, lo que no impide que sea un recorrido muy interesante. Más adelante os contaremos por qué.

Horseshoe Bend, colinas de los ancantilados - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, sendero - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, cráteres desde el sendero - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, aguas azul verdosas del Colorado - Arizona, por El Guisante Verde Project

A medida que avanzamos, podemos observar lo que parecen dos gigantescos cráteres que se abren sobre el terreno que pisamos. Frente al borde del cañón la vista es extraordinaria. Las aguas azul verdosas del río Colorado, del que nos separa una caída vertical de 300 metros, dibujan una curva de 270º entre las paredes de arenisca rojiza. 

Recorremos libremente la zona, con las precauciones lógicas para no resbalar y tener un primer plano de las orillas del río. Es muy difícil trasladar la sensación de inmensidad que tenemos sentados sobre las rocas o caminando por los acantilados de Horseshoe Bend. En algunas imágenes, pocas, se adivinan minúsculos puntos, viajeros que, como nosotros, deambulan fascinados o permanecen inmóviles, atónitos ante el espectáculo.

Horseshoe Bend, acantilados - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, acantilados y turistas - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, vista entre el acantilado - Arizona, por El Guisante Verde Project

Cada hora del día, y cada nube en el cielo nos ofrece una visión diferente de este decorado que la naturaleza ha construido durante millones de años. ¿Cómo elegir el mejor momento para visitarlo?


Llegó Instagram, la magia desapareció

Hasta hace relativamente poco tiempo, la Curva de la Herradura del Colorado, era un lugar por el que paseaban, fundamentalmente, visitantes locales en busca de un poco de soledad. Un espacio que pasaba inadvertido a pesar de encontrarse a muy poca distancia de la carretera. Sin embargo, algunas imágenes comenzaron a aparecer en Instagram, y todo cambió, la magia desapareció.

En la actualidad, se ha superado la barrera de los 2.000.000 de turistas anuales, que acuden en gran medida atraídos por las imágenes idílicas compartidas en las redes sociales. Es uno de los destinos más populares del norte de Arizona.

Roberto fotografiando Horseshoe Bend - Arizona, por El Guisante Verde Project

La infraestructura del lugar era claramente insuficiente, no estaba preparado para recibir semejante flujo de visitas. La ciudad de Page y el Servicio de Parques Nacionales decidieron regular el acceso al este rincón desértico, mediante la ampliación del aparcamiento, la prohibición total del estacionamiento en el arcén de la carretera (ni siquiera para dejar pasajeros), y el control del aforo. La consecuencia, además de la masificación que obliga a tener presentes los horarios de máxima afluencia si no queremos tener que darnos media vuelta, ha sido la implantación de una tasa por aparcar. En el caso de los vehículos particulares, 10$ que, al parecer, no se han incrementado con la revisión de precios públicos de octubre de 2022. También se recomienda realizar una visita breve.

Horseshoe Bend, con nubes - Arizona, por El Guisante Verde Project

El antiguo camino se ha transformado en sendero accesible, de acuerdo con los rigurosos estándares americanos, y al final del mismo, se ha construido un mirador con barandilla que permite la vista de forma más segura. Por contra, su impacto en el paisaje es notable.

Horseshoe Bend se ha hecho un lugar entre dos gigantes. Por una parte el Área Recreativa Nacional de Glen Canyon, con el segundo lago artificial más grande de Estados Unidos, Lake Powell y toda una infraestructura destinada al turismo.

El otro lugar de referencia y, probablemente, el que más visitas internacionales atrae hasta Arizona, es Antelope Canyon. Nosotros visitamos los dos cañones que lo forman, Upper y Lower, y entre ambos, encajamos Horseshoe Bend. Sobre la magia, también menguante, de visitar el Cañón del Antílope, escribimos "Antelope Canyon, agua, viento, luz y sombras en la tierra de los Navajo".

Roberto en Antelope Canyon - Arizona, por El Guisante Verde Project


Un paseo por el Jurásico

Caminar por estas tierras es algo muy especial. Es un viaje por las arenas del tiempo. Una afirmación que no es una frase hecha, sino que es real. Durante el Jurásico, toda la zona era un gigantesco mar de arena que se endureció, petrificando las dunas que lo formaban, y transformándose en una capa uniforme de arenisca, la Navajo Sandstone, que se extendía entre Arizona y Wyoming. Este manto fue cubierto por otras capas, creando una llanura atravesada por el río Colorado.

Maribel sobre una colina de Horseshoe Bend - Arizona, por El Guisante Verde Project

Hace cinco millones de años, sin que aun tengamos una explicación concluyente, la región se levantó, dejando al río atrapado en su lecho. El Colorado se abrió paso en la roca excavando esa elegante curva que conocemos actualmente, a una profundidad de 300 metros desde el borde de los acantilados. El proceso de erosión está vivo y culminará, en algún momento, con el corte del cuello de la curva.

Horseshoe Bend, sendero desde el aparcamiento - Arizona, por El Guisante Verde Project
Horseshoe Bend, dunas petrificadas - Arizona, por El Guisante Verde Project

En la superficie, la lluvia, el viento, el hielo y las inundaciones fueron deshaciendo las capas superficiales, de forma que nuestros pies caminan sobre la arenisca jurásica. Si nos fijamos, podemos ver por el sendero algunas formaciones de rocas con capas diagonales, son las capas de las antiguas dunas de arena antes de petrificarse.

Hace años nosotros pudimos disfrutar de los últimos momentos del 'anonimato' de este excepcional paraje de Arizona. Visitar hoy Horseshoe Bend es más difíci. Experimentar la sensación de encontrarse en soledad ante un paisaje icónico, casi imposible; recorrer el borde de los acantilados o sentarse para disfrutar de los cambios de luz, de los colores, o del sonido del viento requiere, probablemente, paciencia infinita. A pesar de todo, volveríamos sin pensarlo.

Horseshoe Bend, desde la colina - Arizona, por El Guisante Verde Project