El canal central, Oudegracht, es el lugar donde coincidir con los estudiantes que dan vida a esta ciudad universitaria y con los visitantes que acuden a Utrecht en busca de una localización bien comunicada y tranquila. No en vano nos encontramos en el corazón de Holanda, y de su red ferroviaria. Es en el siglo XIII cuando surge el Oudegracht, y lo curioso de los canales de Utrecht, algo que los hace únicos, es que se sitúan a dos niveles, uno por donde circulaba el agua y otro inferior que era la altura a la que ésta descendió al construir las exclusas.
Tiendas y restaurantes han sustituido a los talleres y almacenes del nivel inferior, convirtiendo este paseo en uno de los más concurridos y conocidos de la ciudad, y una muestra de que 48 horas no son suficientes para conocer sus secretos o lugares que se extienden fuera del casco urbano, como la Ruta de los Castillos de Utrecht, que os mostrábamos en nuestra anterior entrada y para la que necesitaréis un día completo...
El canal nuevo, Nieuwegracht, era el lugar de residencia de la clase alta, la que construyó casas de beneficencia para los necesitados como las Pallaeskameren: una red de 12 asilos que ofrecían alojamiento y comida. El paseo por el canal nuevo nos muestra una Utrecht más pausada, más altiva en parte y con una menor oferta comercial que el Oudegracht, con lo que apenas tenemos que alejarnos unas calles para encontrarnos a solas.
Utrecht se despereza poco a poco el domingo y el lunes por la mañana, cuando muchas de sus tiendas abren a las 12 y es muy agradable callejear y perderse junto a sus canales. Acercarse en Voorstraat a las tiendas de vinilos de segunda mano como Piano, saborear un café en el cercano Village, o compartir la hora de la comida con los locales en espacios como Colour Kitchen en el Oudegracth, pueden ayudarnos a entender un término holandés con difícil traducción, Gezellizg.
Un espacio cool, amable, donde reunirse con los amigos... Nos ha resultado muy parecido al que utilizan los noruegos para designar un lugar especialmente acogedor, y que también hemos conocido este año durante nuestra estancia en Oslo, koselig.
Apenas teníamos referencias de esta ciudad, salvo por el famoso Tratado de Utrecht, en realidad un complejo conjunto de acuerdos muy trabajados durante años, que supuso el cambio del mapa político europeo en 1715, poniendo fin a la hegemonía del Imperio Español repartiendo territorios entre Inglaterra, Francia, Portugal…, confirma la independencia de los Países Bajos y marca la llegada de los borbones a España con Felipe V.
Esta escapada ha sido la ocasión perfecta para asomarnos a los secretos de Utrecht, explorando los canales que serpentean por la ciudad, perdiéndonos para encontrar sus muelles medievales, edificios protegidos, asilos o pequeños parques como Flora Hof.
Iglesias, claustros y muchos lugares escondidos que merecen una parada. Algunos de sus patios mas hermosos son hoy residencias de estudiantes, otros se encuentran ocultos. Tras una puerta metálica, una cualquiera como otras muchas en la ciudad, accedemos a un estrecho sendero que conduce a un jardín rodeado de pequeñas y viejas casas, muy cerca del límite de la antigua muralla, conservadas con mimo por sus dueños que se resignan, con condiciones, a convertirse en objeto turístico.
Para hacernos una idea de las dimensiones de Utrecht, que mejor que buscar una panorámica desde lo alto de la torre de la Catedral de San Marteen, con unas increíbles vistas de la ciudad. Estamos en el centro de Holanda y esta torre, Domtoren, la más alta y antigua del país, fue parte, hasta 1559, de la única catedral en el norte de Holanda.
Nos va a servir de referencia en nuestros paseos por la ciudad, parece guiarnos desde todas partes, aunque sus cuatro lados son idénticos y esto puede despistarnos, sobre todo si no tenemos sol, para identificar hacia que dirección caminamos. Para acceder a su mirador hay que trepar 465 escalones, eso sí, los campanarios de las ciudades cercanas nos saludan, como Amersfoort, e incluso Amsterdam, que es visible en un día muy despejado. Nosotros disfrutamos de un día de lluvia y hay que tener en cuenta que en lo alto de la torre el agua se filtra acompasándose con el carrillón, por suerte subíamos con chubasquero.
Todo el pasado de Utrecht parece pasar por este lugar donde los romanos levantaron un fuerte en el 47 d.C. y la posterior construcción de la iglesia del obispo Willibrord en el año 695, llegaría a convertir a Utrecht en el epicentro del poder religioso de Holanda. Una cruz formada por 4 iglesias confluían aquí con la catedral en el centro.
Un Monolito en Domplein, la plaza, junto a la entrada del claustro de la Catedral, nos recuerda que Utrecht también fue visitada por los vikingos.
Hoy se puede rastrear literalmente en el pasado de Utrecht bajando al subsuelo de la Domplein, la plaza de la catedral, y visitando el Museo Domunder, para sentirse como un arqueólogo. Los romanos construyeron aquí en el año 45 DC el castellum Trajectum, aun visible en algunos puntos de la ciudad, que llegaba hasta la catedral.
Pensar que un tornado en 1674 derribó parte de la catedral dejando aislada la torre no es un algo que nos anime mucho en la subida, pero nos deja con ganas de entrar en el edificio dedicado a San Martin. Románica en su inicio, conserva apenas huellas de su etapa medieval en el patio. La Domkerk, se dejó contagiar por el gótico francés en sus arcos, aunque no llegó a construir los arbotantes por falta de presupuesto y durante la Reforma pasó a pertenecer a los protestantes.
Su reconstrucción la propició Napoleón en 1826. Ayudarnos a entender como la cristiandad evoluciona en Holanda con etapas católicas, la reforma, el protestantismo, parece misión del Museo Catharijneconvent, un monasterio medieval, muy cercano a la catedral.
Hay que alejarse algo del centro hasta el Wilhelminapark para encontrar la Casa Rietveld-Schröder, algo así como un Mondrian en 3 dimensiones. Rietveld formaba parte de De Stijl, un movimiento que apuesta por las líneas rectas y los colores primarios, de hecho el exterior de la casa refuerza sus formas con azules y amarillos. Nombrado Patrimonio de la Humanidad en el 2000, atrae a los amantes de la arquitectura y tiene un horario muy limitado de visitas, además al ser tan pequeña es necesario reservar antes. Está considerado uno de los edificios más influyentes del inicio de la era moderna. Pese a ser tan importante la señalización para llegar es exigua. Rietveld es conocido internacionalmente en el mundo del diseño por sus famosas tumbonas de madera en rojo y azul, que podemos ver en el Central Museum.
Trajectum Lumen es una propuesta curiosa de arte contemporáneo con la que nos hemos encontrado este verano, y que nos propone seguir las gotas de luz por la ciudad para visitar algunos espacios emblemáticos. Las luces en lo alto de la Domtorem cambian en función de nuestra interacción en un punto señalado, la iglesia de San Peter nos recuerda la importancia de su claustro con una tenue iluminación de sus ventanas más bajas…, lo cierto es que es una suerte de gymkana que nos hace revisitar de noche la ciudad de Utrecht.
Este museo es una animada despedida de Utrecht, aunque antes de irnos, y en parte ya pensando en nuestro próximo destino nos acercamos al café belga Olivier, una de las antiguas iglesias ocultas (por fuera nada indica su condición), convertida hoy en templo de la cerveza, con altísimos techos, nos parece el decorado perfecto para practicar el “borrelen”: compartir una cerveza con amigos mientras arreglamos el mundo, 300 años después del tratado de Utrecht…
En la línea de una iluminación escasa de las ciudades holandesas, estas instalaciones pasarían desapercibidas en nuestras ciudades acostumbradas a focos y alardes. Todo es sútil, en línea con una ciudad que encontramos muy tranquila entre semana.
En buena parte de Europa tienen pasión especial por la música, y muchos de sus habitantes una formación en este ámbito que envidiamos de forma nada sana. Por eso nos, cuando supimos que en pleno centro de Utrecht se encontraba el museo más musical del mundo, el Museo Speelklok, sabíamos que era una visita obligada.
Nos atraía la idea de entrar en un espacio que aglutina cajas de música, carrillones, relojes de cuco, organillos, pianolas… ¿Sería como colarnos en la representación del Cascanueces? La dama japonesa o el negro fumando son algunas de sus piezas estrella, aunque pueden pasarnos desapercibidos cuando tantas obras reclaman nuestra atención.
¿Cómo se consigue el mecanismo que hace sonar los violines en un mueble de 1920? Lo cierto es que disfrutamos como niños con los precursores de las jukebox, con sus complejas partituras que parecen escritas en braille y que consiguen que muebles de feria, pianos, delicados relojes y autómatas suenen y toquen para nosotros. De manera entusiasta nuestra guía nos lleva de gira para identificar los refinados gustos de las clases altas que podían permitirse el lujo de poseer uno de estos sofisticadas piezas, y el uso de esos avances en organillos y otros instrumentos de calle con partituras más populares para la diversión de las masas.
Este museo es una animada despedida de Utrecht, aunque antes de irnos, y en parte ya pensando en nuestro próximo destino nos acercamos al café belga Olivier, una de las antiguas iglesias ocultas (por fuera nada indica su condición), convertida hoy en templo de la cerveza, con altísimos techos, nos parece el decorado perfecto para practicar el “borrelen”: compartir una cerveza con amigos mientras arreglamos el mundo, 300 años después del tratado de Utrecht…
Información Práctica
Si ya os hemos convencido para que visitéis Utrecht, podréis planificarlo gracias a:
Turismo Holanda
Turismo Utrecht
Si ya os hemos convencido para que visitéis Utrecht, podréis planificarlo gracias a:
Turismo Holanda
Turismo Utrecht
Y tanto que me habéis convencido. Ya me imagino tomando un café relajadamente, o paseando por esta ciudad de aspecto tan tranquilo. No estuve nunca, a pesar de haber vivido relativamente cerca.
ResponderEliminarTawaki nos ha sorprendido muy gratamente, es una gran ciudad para pasar unos días tranquilos.
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