Si en el romanticismo Mary Shelley y sus acompañantes soñaban que los avances de la ciencia podían hacer cobrar vida a un ser como Frankenstein, los artistas que firman esta Muestra de Escultura Hiperrealista no se quedan atrás. Una vez que la pintura hiperrealista, que ya tuvimos oportunidad de disfrutar también en el Museo de Bellas Artes de Bilbao en 2014, jugó con nuestra percepción y nuestras expectativas, ahora la escultura nos lleva a una tercera dimensión.
Es fácil confundir visitantes y piezas expuestas. De igual forma en que los 5 espacios temáticos no tienen un límite claro, las obras se mezclan, observadores y observados “interactúan” en una mezcla de asombro, ternura, erotismo, incomprensión, miradas incómodas, preguntas, reflexiones…
El arte siempre ha buscado un código de comunicación propio, versiona la realidad aunque se distancia de ella. Por eso es llamativo que tras la ruptura de las Vanguardias y en medio del apogeo de la abstracción, aparezca en los años 60 y 70 este movimiento que de nuevo focaliza su atención en lo cotidiano, en los detalles, en aquellos en los que el arte apenas reparaba, los objetos de consumo, lo urbano, la estética popular, acercándose mucho al pop art, poniendo de nuevo a la persona y su representación fiel en el centro.
Comprobamos que también los museos reinciden en lo que gusta y por ello el mismo comisario de la muestra de pintura hiperrealista, Otto Lezze, es de nuevo el encargado de componer esta retrospectiva, que reune a los norteamericanos George Segal, Duane Hanson y John De Andrea, pioneros que marcaron el camino con innovadoras técnicas en el vaciado de moldes, una cuidada policromía y el uso de objetos reales, junto con otros artistas internacionales del movimiento.
No es difícil situar al viajero de Duane Hanson en cualquiera de nuestras noticias de aeropuertos saturados, retrasos y overbooking. Igual ocurre con el vendedor también obra de Hanson, un agotado exponente del sueño americano que parece salido de las páginas de Arthur Miller.
Que Chiquita Banana, la compañía agroalimentaria, se compare con una voluptuosa rubia que surge de una banana, nos habla alto y claro de la sociedad de consumo. Una obra de Mel Ramos.
El titulo de la primera sección, "Réplicas Humanas", no está lejos de esos replicantes que nos sorprendieron en las pantallas de los cines, puesto que estos modestos profesionales de clase media parecen a punto de entrar en nuestra escena. Así como la muestra de pintura hiperrealista nos hacía asomarnos a una ventana imaginaria, en esta ocasión nos hemos “caído” de lleno en mitad de la película.
¿Qué es real? Al entrar al museo un enorme torso, obra de Zharko Basheski rompe el suelo para emerger ante nosotros, y tal vez eso hace que esperemos esculturas de grandes dimensiones. En su lugar, piezas a escala real se confunden con los cuidadores de sala, ojo, que habrá algún susto al comprobar que junto a esos Dos Trabajadores de Duane Hanson, cualquier otro con parecido atuendo comienza a moverse. Los visitantes parecemos figurantes a los que no han explicitado su papel.
La Mujer arrodillada de Sam Jinks, está reproducida por toda la ciudad en los carteles que anuncian la exposición. Tal vez por ello emociona ver sus reducidas dimensiones, y nos invita a acercarnos para comprobar el increíble nivel de detalle.
Las miradas inquietantes de estas reproducciones, que no parecen tales, como la de la mujer que se abraza a su jersey cubriéndose las piernas, de Marc Sijan, nos llevan a detenernos por más tiempo ante una mujer mayor que abraza a un bebe, obra de Sam Jinks, ya que sus ojos cerrados nos dan permiso para revisar con mayor atención una piel que reproduce cada mancha, cada arruga, con una fidelidad inquietante. En su ilusión de un corporalidad perfecta, los hiperrealistas incluyen moldeados en silicona, pelo implantado, ropa y objetos reales para contextualizar las escenas, hablamos de una cuidada escenografía.
Una de las piezas más bellas de la colección, en la sección que reproduce sólo partes del cuerpo humano, es el gigantesco busto de Lily una obra de Jamie Salmon al que debemos dar la vuelta para comprobar que está inacabado, nos trae a la memoria a uno de los escultores que hemos seguido y admirado en nuestros viajes, el polaco Igor Mitoraj.
La verdad es que los visitantes del Museo ya han mostrado en otras ocasiones su gusto por trabajos que compiten con la realidad, que la copian de manera fidedigna, hay que acordarse del éxito de la muestra de Antonio Lopez y sus increíbles dibujos en los que casi era posible entrar.
Entre todas estas piezas cuidadosamente pintadas para emular al ser humano, las esculturas monocromas con el amarillo de Juan Muñoz, y los grises de Davies son un sugerente contraste que nos invitan a inventar la historia de sus personajes, la mujer azul que lee la revista del Smithsonian, la mujer roja de George Segal que se mira al espejo.
Cuando nos encontramos con los trabajados bustos de la estatuaria romana, somos capaces de apostar que reconoceríamos esa cara si la viésemos por la calle, cuando miramos la escultura renacentista, es el movimiento, el cuerpo el que parece apropiarse de los bronces, y en este trabajo laborioso que tiene mucho de producción industrial, los hiperrealistas vuelven a engañar a nuestros sentidos….
Los avances de la escultura hiperrealista llevan a sus autores a experimentar con la fragmentación y la deformación, cambios de escala sorprendentes, movimiento, falta de gravedad, nos encontramos ante ilusionistas. Lo cierto es que nunca nos han atraído los museos de cera, y sin embargo en esta muestra el carácter único, a la vez que anónimo de cada pieza, tiene muchísima fuerza.
¿Qué atrae tanto en esta exposición? ¿Lo explícito de las piezas, con esa mujer desnuda por triplicado, Aquella Chica de Paul McCarthy que parece provocarnos? ¿La capacidad de juego con el visitante? ¿Qué tienen las piezas tridimensionales? ¿Por qué cada ángulo de visión parece ofrecernos información diferente?
Vuestra visita, vuestra mirada, vuestro recorrido y el foco de atención, vuestra sensibilidad serán quienes pongan el punto y final, podeis acercaros a saludar a Lisa, una nueva obra John De Andrea que se muestra por primera vez al público o soñar con playas y baños al ver General's Twin de Carole Feuerman.
Una exposición que como otros viajes nos hace enfocar la mirada hacia lo extraño, lo diferente, lo ajeno , y hacia la belleza, la energía, el optimismo.
Fantástica. Me encanta el hiperrealismo y me gustaría poder ver la exposición de cerca. Me parece increíble que podamos llegar hasta ese nivel de detalle.
ResponderEliminarTaeaki, sin palabras... atónitos nos quedamos.:)
EliminarMagnífica exposición.Nosotros hemos tenido la suerte de verla y salimos del museo impresionados. En todo momento se tiene la sensación de estar entre personajes reales, es fácil alguna confusión de la que tampoco nosotros nos libramos. Otro estupendo post chicos. Un abrazo.
ResponderEliminarLos Tiramillas, es que no es para menos... Algunas parecían estar realmente vivas... ¡Un abrazo!
EliminarImpresiona muchísimo. Una exposición fantástica.
ResponderEliminarAsí es Alba, ha sido fantástica. Gracias por comentar. ¡Saludos!
EliminarEstupendo post, como siempre ocurre en este blog.
ResponderEliminarSaludos viajeros,
LoBo BoBo
Muchas gracias, Paco, la exposición se merecía una reseña, :) ¡Saludos!
EliminarTODO UN 10 QUE BUENO EL PURO HIPERREALISMO
ResponderEliminarUna exposición espectacular, Vicente!
Eliminar