El Monumento Natural de las Secuoyas del Monte Cabezón con sus apenas 2.5 ha es el espacio natural protegido más pequeño de Cantabria y, al mismo tiempo, sus 848 sequoia sempervirens constituyen la mayor masa forestal de esta especie en Europa. Caminar entre estos gigantes es todo un privilegio, y poder hacerlo, al menos nosotros, muy cerca de casa, una auténtica suerte.
El bosque se encuentra en la carretera CA-135 entre las localidades de Cabezón de la Sal y Comillas y a todo el que lo visita le surge una pregunta: Un bosque de secuoyas en Cantabria, ¿cómo es posible?
Las secuoyas tienen actualmente su hábitat natural restringido a las montañas costeras de Oregón y, especialmente, California. Las talas masivas realizadas desde mediados del siglo XIX acabaron con el 95% de la superficie que ocupaban. En la actualidad los espacios donde se encuentran están bajo protección.
Las Secuoyas de Cantabria se plantaron en la década de 1940, consecuencia de la búsqueda de la autarquía económica que el régimen franquista ansiaba conseguir. La política forestal apostó por la reducción de las importaciones de madera, por lo que hubo que plantar especies de rápido crecimiento.
En el Monte Cabezón se experimentó, gracias a las favorables condiciones climatológicas, con una especie que miles de años antes se extendía por todo el hemisferio norte: las secuoyas. Su crecimiento, de hasta 1.80 metros por año durante los diez primeros, parecía una buena opción. Sin embargo, transcurrida una década, el interés se había perdido y las secuoyas de Cantabria continuaron con su crecimiento, permaneciendo intactas hasta hoy.
En un lejano 2007, durante nuestro primer viaje a Estados Unidos, visitamos los Parques Nacionales de Sequoia, donde se encuentra el árbol más voluminoso conocido hasta ahora, el ‘General Sherman’ y Kings Canyon. Estos parques nacionales, junto con Sequoia National Forest forman un espacio natural soberbio, donde nos sentimos absolutamente minúsculos caminando entre árboles inmensos, los seres más longevos del Planeta, tratando de imaginar todo lo que habían vivido a lo largo de su historia.
Los parques norteamericanos, siempre sorprenden en este sentido, están muy bien organizados y cuentan con numerosos senderos que los recorren. En Sequoia y Kings Canyon muchas de las rutas nos permiten tener la sensación de encontrarnos en otro mundo, alejados del tráfico y de los visitantes que se detienen en los puntos más conocidos, a menudo cerca de los aparcamientos, y no se adentran en el bosque.
A la percepción de encontrarnos en un entorno salvaje también contribuye la política de mínima intervención que llevan a cabo desde el servicio de parques nacionales, por lo que no es raro tener que sortear o escalar alguna secuoya caída para poder avanzar. La luz del atardecer se filtra entre las ramas y los troncos de los árboles aunque es frecuente que la penumbra y la niebla nos envuelva y nos haga ir atentos a los sonidos que nos rodean, anticipando encuentros con algún ejemplar de oso negro, habituales en la zona.
Aunque, al igual que nosotros, hayáis caminado entre las secuoyas en su hábitat natural, os recomendamos que visitéis el inesperado y excepcional bosque de Cantabria. Actualmente podamos disfrutar de una caminata entre estos redwoods que alcanzan ya entre 40 y 50 metros de altura y un perímetro de 2 metros. La gran densidad y el desarrollo de estas secuoyas impiden que se desarrolle sotobosque bajo su sombra; solamente encontramos 25 ejemplares de Pinos de Monterrey y algún eucalipto blanco dispersos en la parcela.
El Monumento Natural de las Secuoyas del Monte Cabezón alberga algunas sorpresas. Existe un sendero adaptado para silla de ruedas que termina en el corazón del bosque de secuoyas, a través de una plataforma de madera. También encontramos diferentes senderos, en general cortos y de poca dificultad, que recorren la parcela y nos muestran otros tipos de árboles, como roble americano, castaño japonés o abeto de Douglas. Los caminos que podemos explorar son: Senda de la Tejera, Senda del roble, Senda del castaño, Senda del eucalipto, Senda del acebo y Senda del abeto. Los nombres nos dan una idea precisa del tipo de árbol predominante en cada sendero.
El otoño es una época perfecta para visitar el bosque en todo su esplendor, tanto por los diversos ejemplares de hoja caduca que encontraremos en las diferentes sendas como por la luz que se filtra entre las ramas de las secuoyas en esta época del año y que resalta, aún más, el color anaranjado de los troncos. Una experiencia, caminar por el interior de un bosque de secuoyas, que puede disfrutarse en muy pocos lugares del Mundo y que tenemos casi al alcance de la mano, en Cantabria.
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