Sobre el horizonte, el Sol comienza a descender en su viaje diario al reino de la noche, mientras tanto numerosas aves parecen, por contra, incrementar su actividad bajo la luz difusa del atardecer. Con los ojos cerrados, prestamos atención a los sonidos que nos rodean; el agua, que parece recorrer invisibles caminos a nuestro alrededor; el viento, que susurra entre las ramas de los árboles, y una especie de sonido hueco, de madera golpeando madera, también de pequeñas hojas temblando al unísono. Un sonido que ya hemos escuchado antes, muy, muy lejos de aquí, en el sudeste asiático. Sin embargo, nos encontramos en el sur de Francia, en Occitania, en el Parque Nacional de Cévennes, en el bosque de bambú más grande de Europa: la Bambouseraie de Cévennes.
Caminando por los senderos de la Bambouseraie, podríamos pensar que las plantas y los árboles, algunos gigantescos, habitan en este lugar desde hace siglos. Sin embargo, no es así. Un espacio tan singular como este, es fruto del sueño de Eugène Mazel. No sabemos exactamente por qué Mazel eligió el bambú como protagonista de su proyecto. Tal vez se debió a la fascinación que producían en Europa los objetos tallados en bambú, a menudo utilizados como escondites para las larvas de gusano de seda que esquivaban de esta forma el férreo control impuesto por la China Imperial.
En Oriente, el bambú se encuentra íntimamente unido al desarrollo humano y posee innumerables usos. Incluso, es protagonista de la que se considera primera obra de ficción japonesa, ‘El Cuento del Cortador de Bambú’, escrita a finales del siglo IX. La historia comienza explicando cómo, un viejo cortador de bambú encontró un día un bambú muy especial. Su base resplandecía. Intrigado, se aproximo y observó que la luz surgía de una de las secciones del tronco. Al cortarlo se encontró en su interior con la bellísima princesa Kaguyahime que había sido exiliada, a modo de castigo, desde su tierra natal, la Luna...
La Bambouseraie: el Sueño de Eugène Mazel en el Parque Nacional de Cévennes
El Parque Nacional de Cévennes es uno de los diez parques nacionales de Francia, el único de montaña, y el que más población permanente posee. Reserva de la Biosfera, sus paisajes culturales de actividades agrícolas y de pastoreo forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Constituye la mayor reserva de cielo oscuro de Europa, un espacio ideal para adentrarnos en los misterios del espacio exterior. La variada geografía del parque hace que el territorio posea tres influencias climáticas: oceánico, mediterráneo y continental, además de microclimas, que explican la diversidad de hábitats que hacen posible que aquí encuentren refugio infinidad de especies, tanto animales como vegetales, aunque algunas, como el bambú, provengan del otro extremo del mundo. Obviamente, Mazel desconocía en que llegaría a convertirse el espacio en el que se incluye la Bambouseraie, aunque sin duda, escogió el terreno propicio para realizar su obra.
Eugène Mazel nació muy cerca de Anduze, aunque fue criado por su tío, un rico armador de Marsella que importaba cúrcuma y sándalo de las Indias Orientales. Tal vez allí, en el tráfico del Puerto Viejo, entre semillas y plantas exóticas, nació el interés de Mazel por la botánica. Al fallecer su tío heredó una pequeña fortuna, y regresó a los montes de su infancia, los Cévennes, donde adquirió la propiedad, 40 hectáreas, que hoy es la Bambouseraie, Monumento Histórico de Francia y ‘Jardin Remarquable’. En 1856 se realizan las primeras plantaciones. El terreno es propicio, y su microclima también, aunque el verdadero problema era asegurar el aporte de agua. Eugène Mazel diseñó un sistema de canales para captar agua del cercano río Gardon, contrató a numerosos jardineros y durante 35 años consiguió crear una fantástica colección de plantas, muchas desconocidas en Europa, y una enorme plantación de bambú.
Sin embargo, hacer realidad su sueño le costó caro a Mazel. Una terrible helada, en 1871, arruinó buena parte del trabajo realizado. Buena parte de los árboles más jóvenes muere, mientras que el bambú resiste… Las finanzas de Eugène no aguantaron tanto y en 1890 el Crédit Foncier de France se hace con la propiedad. Mazel morirá sin volver a ver sus bambús.
Gaston Negré, el proyecto de una familia
Por fortuna, no fue ese el final del sueño de Eugène Mazel. En 1902, un apasionado de la botánica, Gaston Nègre compra la Bambouseraie con el propósito no solo de recuperar el trabajo de Mazel, sino de enriquecerlo. Una tarea que prosiguió el hijo de Gaston, Maurice, ingeniero agrónomo, a partir de 1948. En 1953 el jardín se abre al público, y así continúa hoy en día. El inesperado fallecimiento de Maurice dejo nuevamente la Bambouseraie sumida en la incertidumbre. Janine, viuda de Maurice, se hizo cargo de la empresa con notable éxito, hasta que en 1977 se la entrega a su hija Muriel, y a su yerno, Yves Crouzet, ingeniero agrónomo. Desde 2004 es Muriel Nègre la que dirige la gestión de la finca y el desarrollo del parque.
Caminando entre Bambús
Anaïs, una de las guías de la Bambouseraie, nos ha acompañado durante nuestro recorrido, donde nos ha contado algunos de los secretos del bambú, en un espacio donde la prisa y la velocidad del día a día parecen quedar muy lejos. Nos ha resultado fascinante caminar a lo largo de la avenida central de la Bambouseraie.
Con 400 metros de largo, está bordeada de 'Phyllostachys viridis’, un bambú originario de Japón, de color verde claro, que alcanza hasta 20 metros de altura y es extremadamente resistente al frío; una característica común, la de resistir temperaturas de hasta ´20ºC, a muchos ejemplares del parque. Un auténtico bosque de bambú, donde también encontramos enormes Secuoyas, plantadas en 1860 y que son de las más altas de Europa.
En cada rincón del parque encontramos bambús sorprendentes, desde los enanos a los gigantes; verdes, amarillos o negros. Tallos lisos, otros retorcidos como columnas salómonicas, o el Phyllostachys heterocycla, cuyo tallo nos recuerda a las ovas de la arquitectura clásica. Son tantos los ejemplos de creaciones humanas, ‘inspiradas’ en la Naturaleza que a veces nos planteamos si de verdad, com especie, hemos creado algo original...
Además de bambús, en la Bambouseraie encontramos plantas y árboles exóticos, como un espectacular Ginko Biloba, una especie originaria de China, donde surgió hace 240 millones de años y que ha sobrevivido incluso a la radiación de Hiroshima.
También encontramos una Magnolia Grandiflora, la segunda más alta de Francia; la magnolia es, al igual que el ginko, un auténtico fósil viviente porque se calcula que apareció sobre la Tierra hace 140 millones de años y es, probablemente, el primer árbol con flores.
Un laberinto, por el que desafortunadamente no tuvimos tiempo de perdernos, formado por setos de una especie de bambú japonés, Semiarundinaria makinoï; invernaderos con flores de todos los continentes, o una Villa Laosiana. Un conjunto de viviendas tradicionales de un pueblo de Laos, donde el bambú es el protagonista. Aquí el jardín se adapta a las construcciones rodeándolas de palmeras, taros y caña de azúcar. Por un momento hemos creído haber viajado directamente hasta las casas que forman el Museo de Jim Thomson, en Bangkok.
El Valle del Dragón
Uno de los lugares destacados de la Bambouseraie es, sin duda, el Valle del Dragón, creado por el escultor y paisajista Erik Borja. Es un espacio realizado según los principios del arte tradicional del jardín y el zen japoneses, donde las suaves colinas (la mas importante es la de la Tortuga) integran en armonía el agua del Gardon, los elementos minerales y vegetales de un paisaje que nos hipnotiza.
Si caminar por la Bambouseraie invita a la relajación y a dejarse llevar por los sonidos de la naturaleza, esa sensación se incrementa en este valle, donde el agua se pierde en la lejanía en un trazado sinuoso, como la cola de un dragón y al que se puede acceder a través de dos tori cuyo rojo intenso destaca sobre el verde del bambú.
Desde el Pabellón del Fénix, realizado en cedro rojo, obtenemos una vista magnífica del conjunto del Valle del Dragón; resulta sencillo dejar vagar la mente y trasladarnos a lugares lejanos, exóticos, que despiertan recuerdos de una unión con la Naturaleza a la que el ser humano parece haber renunciado.
En la Bambouseraie encontraréis un espacio donde caminar sin otro estímulo que la luz del sol filtrada por miles hojas, los colores y olores de las plantas, los reflejos del agua, el sonido del bambú que se mece con el viento…; un lugar donde cerrar los ojos y sentir...
Más información sobre Occitania-Sur de Francia: Occitania-Sur de Francia
También os recomendamos leer las impresiones sobre la Bambouseraie de una de nuestras compañeras de viaje, Andrea Lammert: Anduze: Im Rausch des Bambus
Agradecimientos
Este viaje ha sido posible gracias a la colaboración de la Oficina de Turismo de Francia y de la Oficina de Turismo de Gard.
El Guisante Verde Project mantiene todo el control editorial del contenido publicado.
Uno de mis lugares favoritos del sur de Francia. Y como decís, una sorpresa inesperada ya que fuera del país no es muy conocido. Y sus jardines orientales me hicieron sentir casi como si estuviera en Japón. Una maravilla que habéis contado estupendamente
ResponderEliminarAntonio Quinzan, si que es una sorpresa, un paisaje precioso, relajante, y que nos traslada a otras latitudes. Muchas gracias por tu comentario, :) ¡Un abrazo!
EliminarSeria interesante por swguridad un bosque de bambu en Europa con esos panda por si un dia desaparecen en China.
ResponderEliminarAsí es Pepe. Es un auténtico tesoro, y haríamos bien en preservarlo. ¡Un saludo!
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