Saint-Bertrand-de-Comminges es un pequeño municipio francés, habitado tan solo por algo más de 250 vecinos, lo que no ha impedido que forme parte de los Pueblos más Bonitos de Francia; se encuentra a los pies de los Pirineos, en el Alto Garona, y no se llega hasta él por casualidad. Algo irónico, si se piensa que fue una gran capital del mundo romano y diócesis católica hasta la época de la Revolución Francesa. Además, tanto su Catedral de Santa María, como la Basílica de Saint-Just del vecino pueblo de Valcabrère, forman parte de los bienes catalogados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Ya desde la lejanía, llama la atención la silueta de un gran edificio de piedra, con aspecto de fortaleza inexpugnable que se alza sobre una colina, a más de 500 metros de altura, con el río Garona corriendo a sus pies, controlando el acceso a la Val d’Aran, Toulouse y Tarbes, en el centro de una red de antiguas carreteras romanas.
A medida que nos acercamos resulta inevitable preguntarnos cómo puede levantarse una iglesia semejante, signo inequívoco de un enorme poder político y de riqueza, en un lugar, aparentemente fuera de las principales rutas de comunicación actuales.
¿Cuál es la historia de este pequeño rincón de Francia?¿Cuándo vivió su apogeo?¿Y cuándo llegó su declive?¿Qué nos encontraremos paseando por las estrechas calles de Saint Bertrand de Comminges?¿Y en el interior de su imponente catedral?
Lo primero de todo, ¿dónde está Saint Bertrand de Comminges?
Se encuentra junto a los Pirineos, cerca de la A64 en dirección Toulouse, unos 60km después de pasar Tarbes, y muy próxima a la N125 que nos lleva al Valle de Arán. Nosotros la hemos visitado en invierno, camino de las pistas de esquí de Baqueira-Beret y también en verano, en ruta hacia el Valle de Benasque, desde Toulouse. Naturaleza y deporte combinados con el arte y la historia, no podíamos pedir más.
La convulsa historia de Saint-Bertrand-de-Comminges
Para comprender la importancia de Saint-Bertrand-de-Comminges es necesario echar un poco la vista atrás, apenas 2100 años... En la Antigüedad, la región estaba habitada por los cónvenos, un pueblo vascoaquitano, no galo, que en el año 72 a.C fue sometido por Roma. Allí se fundó la colonia Lugdunum Convenarum. Algunas fuentes literarias apuntan a Pompeyo como fundador, aunque no está unánimente aceptado, y parece más acertado situar el nacimiento de la colonia en tiempos de Augusto. Por su ubicación, era un lugar estratégico y ya durante el período del Emperador Augusto vivió, como ciudad destacada de la provincia de Aquitania, una primera época de esplendor. Como curiosidad, aunque nos movemos en el terreno de las leyendas, algunas crónicas afirman que a Lugdunum fue desterrado Herodes Antipas (el responsable de la muerte de San Juan Bautista), por orden del emperador Calígula.
En el siglo II d.C., Lugdunum, que ya había cambiado su apellido por Convenae, vive su apogeo como civitas de los Cónvenos siendo reconocidos sus habitantes como ciudadanos romanos. Pero ya sabemos que nada dura, especialmente lo bueno, así que las cosas cambiaron para los habitantes de Lugdunum: los vándalos la saquearon en el 409; los visigodos la incorporaron al Reino de Toulouse en el 420 y un siglo más tarde pasa a formar parte del reino de francos. A partir de ahí desconocemos gran parte de los acontecimientos que se vivieron en la región hasta el siglo XI, debido a la práctica ausencia de fuentes.
En 1083, Bertrand de L'Isle, nieto del conde de Toulouse, es nombrado obispo de Comminges y la recuperación de la ciudad se hace evidente. Instruido en la reforma gregoriana, el obispo recupera la actividad monacal, e inicia las obras de construcción tanto de la Catedral de Santa María como las de la Basílica de San Justo de Valcabrère, situada a un kilómetro de distancia, y que también visitaremos.
A partir del obispado de Bertrand de L'Isle, la historia de la villa de Saint-Bertrand-de-Comminges se funde con la de su Catedral. El auge y el declive de la una conllevan el de la otra, y así lo iremos narrando desde este punto.
La Catedral de Santa María de Comminges es una catedral católica romana, calificada como Monumento Histórico de Francia desde 1840, fecha en la que se elabora la primera lista de protección de monumentos del país. También está incluida entre los bienes Patrimonio de la Humanidad catalogados por la UNESCO, al formar parte de los Caminos de Santiago de Compostela en Francia, desde 1998.
Cuando el obispo Bertrand murió en 1123, la ciudad ya era un enclave importante en la ruta jacobea que atravesaba Francia por el norte de los Pirineos, una variante del llamado "camino de Arlés". Multitud de peregrinos se acercaban a venerar la tumba del que ya era conocido como el Santo de los Pirineos. Aunque algunas fuentes datan su canonización en 1218, no se conserva ninguna prueba documental. El reconocimiento oficial de los milagros realizados por Bertrand y su posterior canonización será algo más tarde, en 1309, y llegará gracias al papa Clemente V.
No obstante, ya desde 1222 Lugdunum abandona su nombre romano por el de Saint-Bertrand-de-Comminges, prueba de la importancia que la figura del obispo había alcanzado.
El año 1295 es otra fecha señalada en la historia de la ciudad. El Papa Bonifacio VIII nombra obispo de Saint-Bertrand-de-Comminges a Bertrand de Got, que inicia una carrera fulgurante. En 1299 se convierte en arzobispo de Burdeos y, tras el fallecimiento de Benedicto XI, fue elegido Papa en 1305, gracias a la presiones del rey francés Felipe IV, bajo el nombre de Clemente V.
Sobre el pontificado de Clemente V han corrido ríos de tinta. No es para menos. Para empezar, no se coronó en Roma, sino en Lyon; inició el juicio contra la Orden del Temple y trasladó la sede del papado de Roma a Avignon, un período que algunos historiadores denominan "Segundo cautiverio de Babilonia"..., tal vez premonitorio del llamado Cisma de Occidente de 1378.
Es posible que Bertrand de Got, en su etapa de obispo, ya estuviera planificando su ascenso al papado. En ese contexto se entiende que el futuro Clemente V se propusiera crear un gran centro de peregrinación en su ciudad, Saint-Bertrand-de-Comminges.
Para ello, el todavía obispo, inicia las obras de reforma de la Catedral de Santa María en 1304, y continua su labor ya como Clemente V. Además, canoniza a San Bertrand en 1309 y traslada las reliquias del santo al interior del templo. Unos restos de los que se ignora donde se encontraban guardados hasta ese momento.
Clemente V representa para la Catedral de Santa María la transición del románico al gótico, preservando la nave románica, añadiendo la nave gótica y reconstruyendo el ábside y el coro.
Sin duda, otro de los momentos cumbre de Saint-Bertrand-de-Comminges fue el episcopado de Jean de Mauleon (1523-1551). El obispo era un humanista influido por el arte del renacimiento. Con él, la Catedral de Santa María cobra su aspecto definitivo; se compran siete tapices de la ciudad flamenca de Tournai, se colocan nuevas vidrieras, se añaden la sacristía, la sala capitular aneja al claustro, el retablo del altar mayor, se renueva el mobiliario litúrgico, se instalan la sillería del coro y el órgano...
Durante las llamadas guerras de religión, tanto la ciudad como la iglesia sufrieron importantes daños. En 1586, los hugonotes arrasaron la ciudad, ejecutaron clérigos, robaron objetos de plata, quemaron los archivos de la ciudad y en la Catedral se llevaron ornamentos, vasijas sagradas y las reliquias de San Bertrand. Fueron los canónigos de Lectoure los que pagaron un cuantioso rescate y las devolvieron a su lugar de origen en 1591. No fue el último de los saqueos, aunque los diferentes conflictos posteriores no afectaron a las reliquias de Saint-Bertrand que se guardaban a buen recaudo en épocas oscuras.
El 30 de noviembre de 1793, los Revolucionarios se apoderan del Tesoro que encuentran en la catedral. Las reliquias de San Bertrand, una vez más, permanecen ocultas y son devueltas después de la Revolución. A finales del siglo XVIII, fruto de la decadencia y pérdida de influencia de la villa de Saint-Bertrand-de-Comminges, el obispado desaparece.
A principios del siglo XIX se reanuda una tímida peregrinación que no frena la pérdida de importancia de la ciudad, aunque las primeras excavaciones arqueológicas del siglo XX ponen de relieve la importancia de Saint-Bertrand-de-Comminges durante las épocas romana y medieval. Todo ello, conduce a su inclusión entre los Pueblos más Bonitos de Francia, además de otros reconocimientos, como formar parte del Patrimonio de la Humanidad, lo que, poco a poco, está contribuyendo al renacimiento de la villa.
Visitando la Catedral de Santa María de Comminges
En este punto queremos destacar la excelente audioguía que se facilita para la visita. Un plano en color de la catedral, señala todos los puntos de interés con claridad. Mediante un lector óptico se carga la información, bastante completa, ampliable en varios puntos señalados, lo que proporciona una magnífica experiencia al visitante. El mismo sistema se utiliza para la visita de la próxima Saint-Just-de-Valcabrère.
Como suele ocurrir siempre, aunque no está de más recordarlo, en este tipo de edificios que se construyen a lo largo de varios siglos, Santa María de Comminges no es homogénea en su estilo y sus muros encierran tres iglesias, de diferentes épocas y estilos, un viaje por la Historia del Arte, que comienza en el siglo XII y termina en el siglo XVI.
La Catedral Románica, del siglo XII: Iniciada por Bernard de l'Isle en 1083 consta de una nave de piedra de 35 metros de largo por algo más de 15 metros de ancho. Subsisten parte de los muros del pórtico y de la torre de acceso.
La Catedral Gótica, del siglo XIV, de estilo gótico meridional, se construyen las capillas radiales y se conserva la torre y el primer tramo románico, bajo el mandato del papa Clemente V.
La Catedral Renacentista, del siglo XVI. La catedral se embellece, gracias a las reformas de Jean de Mauléon, especialmente con la carpintería del coro.
Nos preparamos para la visita en la plaza en la que se abre frente a la entrada de la Catedral de Santa María de Comminges. Ante nosotros se alza el Campanario, del siglo XII y 33 metros de altura, aunque tiene más aspecto de Torre del Homenaje de un castillo, perfectamente conservado el armazón de madera que la culmina a modo de matacán. Su pórtico consta de dos puertas, separadas por una antigua columna reutilizada, y está coronado por un tímpano románico que representa la Adoración de los Reyes Magos, bajo la atenta mirada del obispo Saint Bertrand. En el dintel están tallados los doce apóstoles.
El Vestíbulo o Nártex
Al traspasar la puerta nos encontramos en el nártex, el vestíbulo, donde podemos observar las tres naves que lo componían y algunos arcos románicos; dos pilares colosales sostienen la bóveda y sobre todo el conjunto se eleva el campanario.
Ya desde el mismo pórtico, nos sorprende la altura de la nave, la limpieza de líneas, la luz que la invade y el llamado jubé o coro alto. También llama nuestra atención el órgano, situado al final del vestíbulo, en el comienzo de la nave gótica.
El Órgano
Resulta inevitable que nos detengamos, antes de comenzar el recorrido por la nave, ante uno de los más bellos órganos clásicos de Europa, encargado por el obispo Jean de Mauleón. Único, porque tiene forma de esquina. Se apoya sobre cinco columnas corintias de madera de roble, mientras que para el resto se combinan el nogal y el tilo. Su decoración incluye temas religiosos y profanos, como los Trabajos de Hércules. Fue construido alrededor de 1550 y ha sido restaurado en varias ocasiones para intentar conservar la pureza del sonido original.
La Nave Gótica
En el siglo XIV la antigua catedral románica se transforma en gótica bajo el impulso del obispo Jean de Mauleon: se construye una nueva cabecera, las capillas radiales y las laterales. La planta, única, es ampliada hasta los 75 metros de longitud y se cubre con bóveda de crucería que se eleva a 28 metros de altura.
Esta nave es un buen ejemplo del gótico meridional, que mostraba su preferencia por la nave única porque favorecía la acústica, y el uso de contrafuertes (entre los que se colocaban las capillas), en lugar de arbotantes, aunque en la Catedral de Santa María hubo que añadir estos últimos como refuerzo estructural.
Es interesante, aunque nuestro cuello se queje al cabo de un rato, observar con atención las claves de las bóvedas. Allí encontraremos, por ejemplo, el escudo de armas del obispo Linières junto al de Clemente V, el de su director de obras desde 1307 hasta 1327, Adhémar de Saint-Pastou, o la de Hugues de Castillón que terminó las obras de la catedral en 1350 e hizo construir su capilla funeraria entre sus muros.
Las Capillas
Cinco son radiales y seis laterales. La antigua sacristía de Jean de Mauleon, la capilla de San Bartolome, se encuentra en un anexo al ábside.
La capilla de Notre-Dame es notable por la albergar la tumba del obispo Hugues de Castillon (1336-1352). El estilo de la capilla, gótico flamígero, contrasta con el mucho más austero de la catedral. La tumba presenta al obispo yacente, rodeado de una extensa comitiva funeraria; está tallada en mármol blanco, y atribuida al Maestro de Rieux.
Frente a esta capilla, al otro lado de la nave, se encuentra la capilla alta de Santa Margarita, que guarda el tesoro de la catedral. El obispo Bertrand de Cosnac (1352-1374) la construyó para colocar las reliquias de Saint Bertrand y permitir así un acceso más fácil a los peregrinos. Las obras produjeron que parte de la estructura se desestabilizaran, obligando a añadir grandes arbotantes a los contrafuertes. Entre los objetos que pueden verse, destacan dos capas pluviales bordadas en “opus anglicanum” (fabricadas en Londres, de ahí el nombre, en los más famosos talleres de la época), ofrecidas por Clemente V. La más destacada de ellas muestra escenas de la pasión de Cristo. También se encuentra aquí el báculo de San Bertrand, tallado en el colmillo de un narval.
El Mausoleo de San Bertrand
Continuando nuestro recorrido, venciendo la tentación de acceder rápidamente al interior del coro, llegamos al deambulatorio y allí nos encontramos con otra de las piezas clave de la Catedral de Santa María de Comminges, el mausoleo del santo.
El obispo Pierre de Foix, se propuso sustituir la modesta tumba del San Bertrand por un verdadero mausoleo. Su obra la vería finalizada Jean de Foix-Béarn, su sobrino: se trata de un gran relicario rectangular con cubierta a dos aguas y rematado con un pináculo en los ángulos. Las pinturas de la fachada, del siglo XVII, están inspiradas en las del Libro de los Milagros del obispo Bertrand escrito por Vital, escribano de la abadía de Escale-Dieu, en 1179, para iniciar el proceso de canonización ante el Papa Alejandro III. Un pequeño pasadizo detrás del mausoleo nos permite admirar otras reliquias.
El Coro Renacentista
Ocupando buena parte de la nave gótica se encuentra el coro renacentista. Os recomendamos que prestéis atención a lo que cuenta la audioguía, porque os permitirá apreciar el extraordinario trabajo realizado por los escultores, ebanistas, imagineros…, a lo largo de diez años. Es una “iglesia de madera”, una obra maestra, una iglesia dentro de una iglesia. Los trabajos se iniciaron bajo el episcopado de Jean de Mauleón la víspera de Navidad de 1535. Se compone de 66 asientos (estalos), separados por apoyabrazos. Al plegarse el asiento, una “misericordia” permite a los canónigos descansar de pie. Motivos decorativos sacros y profanos se combinan para formar un conjunto que por sí mismo merece la visita.
Se conserva el jubé, el coro alto, ricamente decorado y coronado por una tribuna. Esta construcción separa la parte delantera de la nave principal del coro propiamente dicho, el cual queda oculto a la vista. De esa forma, también se evita que el tránsito de peregrinos interfiera en la actividad de los canónigos.
En la parte alta del jubé, podemos apreciar una hilera de 20 figuras que resentan a diversos santos junto a Dios padre y el Ecce Homo. Se alojan en nichos rematados en forma de concha. Para hacernos una idea del aspecto del jubé cuando se construyó, podemos fijarnos en la esquina izquierda; bajo el pórtico, se encuentra un panel con tres figuras que representan a San Bertrand, San Esteban y San Roque que conserva toda la policromía original.
El altar de la parroquia se situaba frente al jubé, y fue colocado ahí para cumplir una directiva del Concilio de Trento que centraba la liturgia en la Eucaristía, por lo que los fieles debían tener acceso al altar. Eso produjo en Francia la destrucción de la mayoría de los jubés. En Santa María de Comminges, al colocar el altar en él, lo salvaron, mientras que mantenían el Altar Mayor dentro del coro, reservado a los canónigos. Otra de las iglesias francesas que conservan el jubé, absolutamente espectacular y relativamente cercana, a menos de dos horas en coche, es la Catedral de Santa Cecilia de Albi, como podéis comprobar en nuestro anterior artículo, 'Azul Profundo, la Catedral de Albi'.
El Claustro
Para finalizar la visita, no olvidéis visitar el claustro, un lugar de oración, reunión y relajación, reservado a los canónigos. Su construcción comenzó en el siglo XII y consta de cuatro galerías. También puede apreciarse toda la potencia de los contrafuertes y arbotantes que sustentan los muros de la catedral. También resulta muy curioso poder observar los muros que rodeaban completamente el claustro, de forma que los canónigos podían disfrutar del aire libre sin que ninguna interferencia del exterior les perturbara.
La galería oeste, la más antigua, es románica, tiene arcos de medio punto, capiteles dobles y columnas geminadas con capiteles decorados con motivos diversos: escenas del Génesis, las cuatro estaciones y el llamado Pilar de los Evangelistas.
Las galerías sur y este muestran esculturas y decoraciones de motivos vegetales que anuncian el gótico. Hay que destacar las soberbias vistas que se contemplan desde la parte sur, aunque los monjes no pudieron disfrutarlas ya que los muros se tiraron en el siglo XX.
La galería norte es gótica, y su decoración más austera; fue reconstruida en los siglos XV y XVI, y alberga las tumbas de siete canónigos. Su bóveda de crucería lo hace único, ya que es el único tramo abovedado del claustro.
Saint-Bertrand-de-Comminges, la villa
Además de la Catedral de Santa María, en la villa nos encontramos edificios medievales, vestigios de la romana Lugdunum Convenarum o de una basílica paleocristiana. Merece la pena dedicar un buen rato a pasear por las calles de Saint-Bertrand-de-Comminges, al fin y al cabo, no está incluido entre los Pueblos más bellos de Francia únicamente por su Catedral. Podéis aprovechar para comer, visitar algunas tiendas de artesanía y las exposiciones en Les Olivétains.
La villa baja, donde se encontraba el grueso de la población de Lugdunum, aun guarda la mayor parte de sus restos bajo tierra. El teatro se apoyaba sobre la colina dominando la ciudad antigua. Utilizado como cantera, solamente sobreviven vestigios de algunos pasillos de acceso a las gradas. La ciudad tenía tres establecimientos termales, siendo el mejor conservado el del norte.
Durante el verano es necesario dejar el coche en un parking en la villa baja y acceder a la zona alta a pie o en un pequeño tren habilitado al efecto.
La villa alta, refugio de la población durante las invasiones bárbaras, estaba protegida por una muralla con tres puertas de acceso. La Puerta Majou fue el principal acceso hasta el siglo XVIII.
El llamado “Trofeo de Augusto”, una construcción monumental realizada entre los años 16 y 13 a.C, dedicada a la gloria del emperador y sus victorias en Hispania y Galia. Se expone en la Les Olivétains, un antiguo convento del siglo XIX, perteneciente a la congregación benedictina de Nuestra Señora del Monte Oliveto, fundada en 1313 cerca de Siena. El edificio está realizado en estilo neogótico y ubicado junto a la Catedral de Santa María.
Las casas con entramado de madera en las paredes son testimonio de la vida en la villa durante la época de Jean de Mauleón. Consecuencia de las guerras de religión y del abandono del palacio situado junto a la catedral, los obispos fijaron su residencia en las dos viviendas que flanquean la Puerta Cabriole. En el siglo XVIII se transformaron en tribunales.
Basílica de Saint-Just de Valcabrère
Antes, o después, de visitar Saint-Bertrand-de-Comminges, podéis acercaros también a la Basílica de Saint-Just-de-Valcabrère, un edificio románico de los siglos XII y XIII. Se encuentra en el municipio de Valcabrère a un kilómetro de Saint-Bertrand-de-Comminges.
Calificada como Monumento Histórico desde 1840, también se incluye en los bienes Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como parte de los Caminos de Santiago de Compostela en Francia. La basílica se menciona por primera vez en el Libro de los Milagros de San Bertrand. Fue construida ente los siglos XI y XII siendo el pergamino de consagración del altar lo que nos da la fecha de finalización, octubre de 1200.
El acceso a la basílica se realiza atravesando primero el cementerio, cuya puerta de entrada data del siglo XIII. Las piedras de la ciudad romana de Lugdunum Convenarum se utilizaron para su construcción, y repartidos por el conjunto, encontramos columnas y capiteles reutilizados, como las dos pilas de agua bendita de la entrada, talladas en capiteles romanos.
La portada muestra un tímpano con Cristo sentado, bendiciendo y sosteniendo un libro en su mano izquierda. Está rodeado por una mandorla flanqueada a su vez por los santos Marcos, Juan, Mateo y Lucas, coronados por dos ángeles. Aquí aparecen como figuras humanas portando los símbolos del Tetramorfos. ¿Recordáis cuales son los elementos que identifican a cada evangelista?... León, águila, hombre y toro. A ambos lados del portal, a modo de pilares, hay cuatro estatuas que representan a San Esteban, los Santos Justo y Pastor y Santa Elena. Sobre cada estatua, los capiteles narran el martirio de los cuatro santos. Tanto en la portada como en el interior podemos observar abundantes restos de policromía.
La cabecera, posterior al siglo XII, está formada por el ábside central, con techo inclinado, y dos absidiolos, sobre una planta poligonal con contrafuertes.
El interior está rehabilitado y es bastante oscuro debido al pequeño tamaño de las ventanas. La iluminación es suficiente para apreciar la estructura de la nave, los arcos de medio punto, tribunas, escaleras, capillas y los elementos reutilizados de antiguas construcciones romanas.
Si tenéis ocasión, visitad Saint-Bertrand-de-Comminges, junto con la basílica de Saint-Just-de-Valcabrére, un Patrimonio de la Humanidad escondido a los pies de los Pirineos que os sorprenderá con un fantástico viaje desde la Galia prerromana hasta la actualidad.
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