¿Quien iba a decirnos que, en nuestro regreso a Viena después de tantos años, dormiríamos en un parking? Esta es nuestra experiencia en el Hotel Ruby Marie, que toma su nombre de la gran avenida vienesa que se encuentra a escasos metros, Mariahilfer Straße. Su ubicación, muy cerca de Westbanhoff y la parada del autobús al aeropuerto, nos permite acercarnos caminando tranquilamente a Museumplatz, uno de los principales puntos de interés de Viena.
El hotel forma parte del antiguo Mariahilfer Zentralpalast, unos históricos grandes almacenes que tras mas de cien años de vida continúan su actividad. Nuestra habitación se encontraba en lo que, en alguna de las múltiples reformas del edificio, pudo haber sido (que no) un parking. Más alla de la anécdota, el Ruby Marie es un establecimiento nuevo, inaugurado en los primeros días del 2016, edificado, además, con criterios de eficiencia enérgetica y sostenibilidad.
El hotel cuenta con una terraza (auténtico roof-garden) multiusos, ya que se utiliza tanto para los desayunos como para eventos, tiendas pop-up, y por supuesto como terraza de bar. Repartidos por las plantas del edificio, encontramos espacios para el relax, biblioteca o para realizar una pequeña reunión de trabajo, junto con 186 habitaciones. Una curiosidad interesante son las Guitarras Eléctricas que encontramos en la recepción, o los amplificadores Marshall en las habitaciones, las bicicletas, y una completa programación de películas. Todos, servicios gratuitos para los huéspedes.
El Ruby Marie utiliza en su decoración muchos elementos que son un homenaje a la historia de los grandes almacenes, tanto en los espacios comunes como en las habitaciones (la salita de nuestra habitación recordaba a un taller de costura), cuenta con una recepción abierta y auto check-in, aunque podéis estar tranquilos, siempre hay personal dispuesto a echarte una mano. Nos ha gustado el concepto de menos es más. Los responsables de la cadena apuestan por eliminar elementos superfluos e invertir en aquellos que consideran importantes. Creemos que la elección es realmente acertada.
En las habitaciones se da importancia al espacio, a la ducha y al confort de la cama, de la que podemos afirmar es, sin duda, una de las mejores, si no la mejor, en la que hemos dormido. Nuestra habitación, muy luminosa y amplia, incluso tenía una pequeña sala, techos altos y muy buena insonorización, algo que siempre echamos de menos, incluso en establecimientos de categoría muy superior.
Es curioso, y nos gusta, el contraste entre unas habitaciones casi monocromáticas donde predomina el blanco, y el alegre colorido de los pasillos, los salones o el bar, también de sus muebles, sillas, mesas, butacas o alfombras.
Sorprende, en nuestro caso, la ubicación de la pantalla de televisión, a los pies de la cama, como si formara parte de ella, en medio de la estancia, algo que no nos convenció demasiado, por resultarnos un poco invasiva. También sorprende, aunque en este caso para bien, la calidad de los productos de baño, hasta el punto que, no nos extraña, se pueden comprar en recepción, porque los clientes así lo solicitan.
La zona central, el núcleo, del Ruby Marie, que concentra la recepción, el espacio que se utiliza para los desayunos y el bar, junto con la terraza, es luminosa y con mucho color, todo el mobiliario, al igual que ocurre en el resto del hotel, es diferente entre si, creando un ambiente desenfadado y cosmopolita. El desayuno gira alrededor de los productos orgánicos, y también aquí menos es mas, excelentes desde los panes a los zumos, pasando por las macedonias de frutas o los croissants con una oferta equilibrada, sin resultar agobiante. Un detalle que nos ha encantado: la variedad de cafés que preparan en el bar y que se sirven en la mesa.
De la calidad del desayuno y del espacio dedicado a este fin, da idea el hecho de que, especialmente durante el fin de semana, un buen número de personas que encontramos desayunando no eran huéspedes del hotel, sino clientes, vieneses en su mayoría, que acuden expresamente al Ruby Marie para desayunar. Lo mismo ocurre durante la tarde-noche, cuando la terraza se encuentra en su apogeo.
Los grandes almacenes, y ahora también el Ruby Marie, forman parte de la historia de Viena. La llamativa y original rotonda historicista de nueve pisos, construída en hormigón armado, que se levanta en la esquina de Kaiserstraße y cerca de la estación de tren Westbahnhof fue diseñada por Jakob Wohlschläger aunque la obra fue dirigida por el ingeniero Johann Walland, que tuvo a hacer frente a diversos problemas, como la existencia de ríos subterráneos.
El edificio tenía en origen una bodega tradicional en su planta baja, una cafetería en la entreplanta, tiendas del primer al cuarto piso, incluida una sala de baile en la tercera, y una galería de arte en la quinta planta. También se pensó en incorporar una sucursal bancaria. Los relieves de figuras alegóricas de las pilastras en el tercer piso de la rotonda, fueron creados por Anton Hanak. El edificio contaba con un patio cubierto por un techo de vidrio, además de una plataforma de observación con telescopios, proporcionando grandes vistas sobre la ciudad.
El complejo se inauguró en Mariahilfer Straße 120 el 18 de agosto de 1911, para conmemorar el 81° cumpleaños del emperador Francisco José, como unos grandes almacenes colectivos bajo el nombre de Mariahilfer Zentralpalast, el primero de su género en Viena. Alrededor de cien inversores se hicieron con un espacio de venta pagando a la propiedad el diez por ciento de las ventas. El Reichspost, alabó en sus páginas el nuevo modelo comercial, pero en el Comité de Comerciantes Vieneses el asunto se vio de una manera mucho más escéptica. El tiempo daría la razón a los comerciantes, al entrar en bancarrota los almacenes en 1913.
Tras el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914, el edificio quedó inicialmente bajo la tutela del Banco Central de las Cajas de Ahorro alemanas y, ya durante el curso de la guerra, pasó a manos de la Agencia Estatal de Bienestar de los Empleados, Staatsangestellten-Fürsorgeanstalt, (Sta-Fa). A partir de 1919, y casi de forma continua e independientemente de los distintos cambios de propiedad, Stafa se utilizó como nombre del edificio, así como para los grandes almacenes y el posterior centro comercial.
Concluída la guerra, los almacenes se convirtieron en una cooperativa que trató de expandirlos junto al negocio de venta por correo, aunque no sobrevivió al fin de la tutela y los subsidios estatales. El siguiente gran acontecimiento tuvo lugar en 1924 cuando la Revista de la Asociación de Cooperativas de Consumo Austríacas informó de la compra de Stafa AG por parte del nuevo Banco de los Trabajadores, y pasó a formar parte de los grandes almacenes de la mayor central de compras de las asociaciones de consumidores de Austria, GÖC. En este período entre guerras se le añadió al edificio un portal neoclásico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, las tres plantas superiores fueron confiscadas y reconstruidas por la Fuerza Aérea Alemana. Poco antes del fin de la guerra, un incendio lo destruyó en parte. Al finalizar la contienda los grandes almacenes volvieron a manos de GÖC, y fue reinaugurado en 1955, una vez más tras una reforma integral, en el estilo de los grandes almacenes del período de pos-guerra, comenzando entonces un período de prosperidad.
En 1966 el Stafa se expandió, al adquirir el edificio contiguo en Kaiserstraße, y abrió el primer gran restaurante autoservicio de Viena. Sobre el tejado se colocó la letra S, en color rojo, que giraba enmarcada en unos aros blancos. Sin embargo, no se libró de la crisis que en los años setenta de siglo pasado afectó a los grandes almacenes urbanos y tras algunos cambios de propietarios y la quiebra de Konsum Österreich, fue reinaugurado como Eurocenter en 1998.
La vida del nuevo centro comercial fue de todo menos aburrida, llegando al siglo XXI tras varios cambios en la gestión, flujos de clientes claramente inferiores a lo previsto, en especial en lo que a las tiendas de los pisos superiores se refiere, quiebras de inquilinos, y obras de remodelación, en un constante intento por mantener a flote el edificio. Finalmente, tras una reforma integral, el centro comercial reabrió en 2003 con la versión italiana del nombre, La Stafa. Ello no supuso, no obstante, el fin de las peripecias de los grandes almacenes, incluidos nuevos cambios de propietarios y la entrada de fondos de inversión buscando el mayor beneficio posible.
En 2012, tras cien años de historia, los grandes almacenes cambiaron de mano nuevamente, en esta ocasión pasó a un consorcio de empresas que pagó un precio de 30 millones de euros. En 2014 se inició la última de las remodelaciones, que resaltó la importancia de las esculturas de Anton Hanak que lucen en la fachada, con la incorporación del hotel Ruby Marie Viena y una cadena textil que ocupó tres pisos del antiguo centro comercial, además del cambio de nombre, ahora Stafa Tower Vienna. La historia continúa.
Agradecimientos
Este viaje ha sido posible gracias a la colaboración de Voyage Privé.
El Guisante Verde Project mantiene todo el control editorial del contenido publicado.
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Es un hotel con muy buena pinta, y que curioso lo de las guitarras!
ResponderEliminarPues si, muy curioso. Un hotel de esos que cada vez nos gustan mas, gracias por la visita, Tiramillas
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