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Museo de la Stasi en Berlin: la vida de los otros La película " La Vida de los Otros ", dirigida en 2006 por Florian Henckel von Donnersmarck , parece cobrar vida en este museo...

julio 07, 2017

Museo de la Stasi en Berlin: la vida de los otros


La película "La Vida de los Otros", dirigida en 2006 por Florian Henckel von Donnersmarck, parece cobrar vida en este museo berlinés dedicado a la memoria del Ministerio de Seguridad del Estado, conocido como Stasi, de la antigua República Democrática Alemana. La Stasi controlaba cualquier tipo de actividad política que los ciudadanos de la RDA llevaran a cabo. La excusa era detectar a los individuos subversivos y desbaratar cualquier tipo de acción contrarrevolucionaria. La realidad era que la población estaba sometida al pensamiento único siempre a favor del estado, al aislamiento del resto del mundo fuera de la órbita soviética, al terror a todo lo que implicaba el "mundo occidental".


La noche del 9 de noviembre de 1989 las imágenes de miles de ciudadanos de ambos lados de Berlín derribando a trozos el muro que durante 28 años dividió no solo la ciudad, sino un país, e incluso el mundo, surcaron los cielos para llegar a los confines del planeta. A medida que los estados al otro lado del llamado Telón de Acero, alineados con la Unión Soviética comenzaban su andadura fuera del bloque, salieron a la luz muchos detalles y aspectos de la vida cotidiana de millones de personas, ignorados para el resto del mundo.


La Stasi, el órgano de inteligencia del estado, se creó en 1950, a imagen y semejanza del Comité para la Seguridad del Estado de la URSS, el KGB, del que obtuvo invitación para establecer delegaciones en Moscú y Leningrado gracias a su eficacia tanto en el control de su población como en la labor propagandística. Ambas organizaciones establecieron una estrecha colaboración.


Un poco apartado del Berlín más turístico, donde se encuentra el popular Museo de la RDA, el Museo de la Stasi ocupa un edificio del antiguo cuartel general de la Stasi, en concreto, la Casa 1. Es un edificio de 1960 en el que se encontraban las oficinas de Erich Mielke, ministro de seguridad del Estado desde 1957 hasta el final de la RDA. Junto a el se encuentran el resto de edificios que formaban la sede del ministerio, algunos en estado de abandono, tal y como quedaron tras la caída del Muro, y también otros recuperados para fines menos siniestros. En especial encontraremos artistas aunque también algunas empresas tecnológicas.


La decisión de conservar este símbolo de la opresión que el gobierno de la RDA ejercía sobre sus ciudadanos se tomó tras el asalto que sufrió a principios de 1990. Simultáneamente, la legislación promulgada concerniente a los archivos de la Stasi, ha permitido la apertura completa de los mismos, en especial, el acceso de los ciudadanos a los documentos que el servicio de inteligencia había recopilado sobre ellos. Una decisión sin precedentes en el mundo, y que deparó muchas sorpresas.


Al traspasar la entrada al edificio es imposible no sentir una especie de escalofrío, aspirar ese olor a miedo que el paso de los años no ha borrado del todo, acentuado por la presencia de la vieja y pequeña furgoneta, aparentemente inofensiva con sus cortinillas decorando las ventanas, donde los detenidos, hasta cuatro, eran introducidos en compartimentos aislados, anticipando su descenso a los sótanos de la Stasi, donde la estancia sería de todo menos agradable.

En el interior del museo, las oficinas de Erich Mielke se conservan intactas y constituyen el conjunto principal del recinto.


A lo largo del resto de estancias encontraremos elementos de la propaganda del estado que afecta a todos los ámbitos de la sociedad. Es una sensación espeluznante la que se tiene observando imágenes que muestran el adoctrinamiento en las escuelas, la manipulación de la información que se filtraba a la población, las mentiras en cuanto a cifras de producción y logros tecnológicos..., el constante bombardeo de consignas sobre las excelencias del sistema comunista, la superioridad de lo colectivo frente a lo individual.


Asistimos al proceso de inculcar a la población una forma homogénea de pensar, sentir y valorar el mundo, hasta tal punto que el delator podía ser cualquiera. Personas anónimas que elaboraban de forma constante y regular informes sobre sus conciudadanos, pero también un amigo, un colega, cualquier miembro de la familia, incluidos padres, madres e hijos... Un juego que traspasaba rápidamente el interés del estado, para convertirse en el método ideal de librarse de un competidor, de alguien que le caía mal a alguien, o simplemente de un medio para que personas envidiosas se dejaran libre el camino para sus propios fines.


Por supuesto, nos quedamos atónitos ante las mil y una formas de espionaje a las que estaban sometidos los ciudadanos de la RDA. Hoy en dia, los artilugios utilizados pueden parecernos casi rídiculos, chatarra tecnológica. Sin embargo, en su contexto histórico rozaban la ciencia-ficción. Botones de una chaqueta, corbatas, enchufes, comederos para pájaros, bidones de gasolina, regaderas, bolsos, vestidos para muñecas, troncos de árboles, maletines..., cualquier cosa servía para albergar un equipo de filmación o grabación de audio.




La imaginación y destreza de los técnicos de la RDA no parecía tener límites... Incluso conservan "tarros de olor", donde se recogen prendas impregnadas del olor corporal de sospechosos o detenidos para hacer más fácil su localización e identificación. Otras actividades, más o menos demostradas, que ejercía la Stasi, tales como el apoyo técnico y económico a organizaciones terroristas anti-capitalistas, quedan fuera de este espacio expositivo.


También nos sorprende el ingenio de aquellos que sabían que tras el muro el mundo no era como lo pintaban, que lo que les contaban dentro no era por su propio bien. Sabian que no eran protegidos, sino prisioneros. Realizaron auténticas hazañas para introducir publicaciones contra el régimen, discos, libros, ropa vaqueros, detergente..., cosidos en el forro de abrigos y gabardinas, enrollados alrededor de su cuerpo, como si fuera una segunda piel, en las cámaras de las ruedas de las bicicletas, en el volante de los automóviles... Un medio de protesta, de lucha, en un intento de abrir los ojos de sus compatriotas. Una búsqueda de la libertad que a muchos les costó la vida y a los que podemos mostrar nuestro respeto visitando este museo.

4 comentarios :

  1. Las historias de esta época son tremendas. Cuanto espionaje a gente normal por nada. Solo por ideologías. La película es el fiel reflejo de todo el daño que hicieron. La Guerra Fría en su apogeo.

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    1. Así es, María, y la verdad es que el lugar impone, tiene un aspecto tan frío que no quiero imaginar el terror de los que pasaron por allí...

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  2. Unos tiempos tremendos, tiene que impresionar ese museo.

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    1. Ya lo creo, Tiramillas, tuvo que ser una época muy dificil para los alemanes del este...

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