Son muchas las ocasiones en las que, por diversos motivos, viajamos a Madrid, y lo cierto es que siempre nos topamos con algún descubrimiento interesante. Le toca el turno al Museo Lázaro Galdiano, que visitamos hace algún tiempo, y no nos extraña que proclamen que se trata de un museo para el coleccionismo. Al igual que en la Colección Frick de Nueva York, la reunión de este increíble conjunto de piezas artísticas es fruto de un empeño personal.En este caso, de la frenética actividad de coleccionista que el navarro José Lázaro Galdiano realiza durante buena parte de su vida.
Nacido en 1862 en una familia acomodada, concilió sus conocimientos del mundo financiero con su gran pasión por el arte y los libros. Acuñó una fortuna, que le llevó a ser el hombre más rico de España, algo que solo se hizo público tras su muerte, aunque tal vez el reconocimiento que el buscaba era pertenecer a la élite artística.
Fue editor, entre otras, de la revista La España Moderna, que reunía plumas destacadas como la de Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Clarín o Pérez Galdós. Estudiante de derecho en Valladolid, Barcelona y Santiago de Compostela, fueron sus habilidades como periodista y conferenciante, su gusto por el arte y las humanidades, las que le hicieron brillar en sociedad. Había sido miembro muy activo del patronato del Museo del Prado y, sin embargo, pese a intentarlo, no consiguió ser admitido como miembro en La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Previamente había opositado a una cátedra de Concepto e Historia del Arte, sin éxito.
El edificio neorrenacentista que alberga la colección, el Palacio Florido, vivienda de la familia, nos muestra hoy la completa labor de coleccionista que Lázaro Galdiano desarrolló en sus muchos viajes. Además de las piezas reunidas inicialmente en Madrid, a la muerte de su esposa en 1932 y debido a la guerra civil, continuó incrementando sus colecciones en París y en Nueva York. La completa biblioteca, que hoy posee más de 20.000 volúmenes, nos acerca su faceta de bibliófilo, en la que si logró un mayor reconocimiento.
La exhibición de pinturas y objetos artísticos para poner de manifiesto el estatus, el compromiso intelectual y cultural de sus dueños, tienen su origen en los Países Bajos en el siglo XVII, ya que eran un instrumento visual de propaganda muy poderoso. Tal vez algo que ya comprobó José Lázaro con la utilización de diapositivas en sus conferencias sobre arte, algo innovador en su momento. Lo cierto es que en sus viajes al extranjero utilizaba tarjetas postales publicitarias editadas por el para su correspondencia.
La elección realizada para la decoración de los techos del Palacio Florido por parte de José Lázaro refuerza estas demostraciones. El debate de la Fama que nos muestra que sólo los ilustres merecen ser retratados, o, La apoteosis de Goya, acercando, equiparando la figura del artista a la del coleccionista. Hay que recordar que tras el desastre del 98, la intención de la época, y la que mueve a Lázaro Galdiano al seleccionar las piezas de su colección y su exhibición, es mostrar el esplendor de las letras y las artes españolas; ofrecer la idea de un futuro esperanzador. El techo de su sala de trabajo Exaltación de la sabiduría y las letras españolas incluye 19 retratos de ilustres como Antonio de Nebrija, Gaspar de Jovellanos, Juan Sebastian Elcano, etc. De esta forma se convierte en protector de su legado, en mecenas de una España que en las primeras décadas del siglo XX necesitaba fortalecer sus señas de identidad. Con toda esta exhibición nos está contando como su compromiso con el arte y la cultura le otorgarían un lugar en la Historia.
Podemos recorrer las salas del Palacio Florido, un museo, como solemos decir, a escala humana y uno de los más bellos de Europa, imaginando el placer que supondría para José Lázaro el mostrar a sus visitas, en este marco, las piezas encontradas y coleccionadas con un afán casi enciclopédico. La convivencia de su familia con todas estas obras resulta hoy día abrumadora. Las reseñas de sociedad relataban las fastuosas fiestas y las nuevas adquisiciones de arte y tesoros en casa de los señores de Lázaro.
Nos vamos a encontrar con arte español del siglo XV al XIX. Su foco se centra en el arte clásico, no se interesó por el arte contemporáneo. Tenemos que recorrer estas salas conociendo que para el las tablas medievales, la espiritualidad de El Greco, la sobriedad naturalista de Velázquez, o el anti-academicismo de Goya, mostraban lo que consideraba genuinamente español.
Arte europeo con pintura flamenca y holandesa; obras de El Bosco, Antonio Moro y maestros de la escuela alemana. Curiosa la selección de lienzos de Reynolds, Stuart o Constable, poco habitual en las colecciones españolas, y que se deben al gusto de Paula Florido, su mujer, por la pintura inglesa.
Cerámicas, bronces, platería, esmaltes, miniaturas, marfiles, medallas, textiles, mobiliario, armas, piezas de arqueología…, así hasta un total de doce mil quinientas piezas, de las que el museo, claro está, sólo expone una selección.
José Lázaro Galdiano fué además marchante de arte, negociando con piezas que no le interesaban para su colección, y a la vez apostando firmemente por la recuperación del patrimonio español disperso. A su muerte varias obras de “Los Lucas”, Eugenio Lucas Velázquez y Eugenio Lucas Villaamil, que él estaba promocionando en Estados Unidos, se encontraban en la embajada española en Washington, y tras muchas dilaciones regresaron al Palacio de Parque Florido en 2005.
La Fundación Lázaro Galdiano ha superado con creces el legado de su fundador, convirtiéndose en un espacio museístico muy activo en redes sociales. Conscientes de los nuevos retos, tiene que atraer tanto a los nuevos visitantes que desconocen la colección, como a los residentes a los que hay que ofrecer excusas para volver. Vemos que son muchas y variadas las apuestas para acercar los fondos de la colección a todos ellos.
La enorme oferta de espacios expositivos en Madrid puede en muchos casos eclipsar este gran trabajo. Algo de lo que ya fue consciente José Lázaro Galdiano en las tres ocasiones en las que rivalizó con importantes instituciones culturales al organizar exposiciones temporales de sus colecciones, como la muestra sobre el arte de Goya y sus contemporáneos en 1928, coincidiendo con la que le dedicaba el Museo del Prado.
A la fuerza son muchos los cambios que ha tenido que vivir esta institución en sus 65 años de existencia, aunque la difusión del arte y la cultura siguen siendo sus ejes, también con la edición de la revista Goya. Nos alegramos de que este espacio que ha llegado a “jubilado” disfrute de tan buena salud.
A pesar de haber vivido treinta años en Madrid aún no lo he visitado, aunque en mi descargo puedo argumentar que estuvo varios años en obras. Es curioso, porque hace poco estuve en el Cerralbo, que también merece la pena.
ResponderEliminarMe habéis animado a ir. España necesita de más hombres como este.
Tawaki son tantos los espacios museísticos que uno puede ir a Madrid una y otra vez y aún así nos quedan pendientes... como el Cerralbo, que para nosotros es el "cerrado", jejejeje, a ver si también le ponemos remedio.
EliminarGraaaaacias ;-))
Precioso museo. No lo conocía iré a visitarlo la próxima vez que acuda a Madrid
ResponderEliminarSi que lo es, merece mucho una visita, así que te animamos a ello, mirutaes
EliminarHace unos día estuve visitando y me gustaron su obras, volveré...
ResponderEliminarEs un gran museo, Roman,en Madrid es complicado para los que no son tan conocidos destacar, por eso es necesario hablar de ellos. Saludos y ¡gracias por comentar!
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