Bizancio, Bósforo, Mármara, el Cuerno de Oro, Estambul… ecos que nos han acompañado durante años, habían dejado muchas huellas en nuestra memoria; expresiones y palabras en turco: Büyük, Küçük, grande, pequeño, son términos que a veces parecen engañar a nuestros sentidos, y al regresar a una ciudad amada las distancias parecen haber menguado.
La vieja Constantinopla, la exultante Istanbul nos recibe hoy con grandes fastos. El viajero la va a encontrar amable, dispuesta, muy preparada. Ese enorme espacio listo para acoger a grandes grupos y que es su centro vital desde época romana, el Hipódromo, ya nos avisa de su esplendor, un eje que invita a pensar en todas las vidas de una ciudad con tres nombres, esa que antaño llegó a ser nombrada sólo como la ciudad.
La Columna de Constantino, el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina, la Fuente Alemana del Kaiser Guillermo, nos llevan al cruce con Divan Yolu, la otra arteria de la zona antigua, y allí ambas confluyen en la plaza de Sultanahmet, y entonces todo encaja.
Comenzamos a jugar con nuestros recuerdos, y casi sin querer estamos contando los seis minaretes de la Mezquita Azul -para un turco siempre Sultanahmet-, y nos miramos al comprobar que Santa Sofia está menos rosada de lo que recordábamos y que sus tesoros siguen permanenciendo ocultos.
Ayasofya, la gran sabiduría, ha cambiado de piel tantas veces como la ciudad. Nació cristiana, y Justiniano en el año 557 declaró, según algunas fuentes, que por fin había vencido a Salomón, que su templo superaba al de aquel en Jerusalén. Una presunción que sin duda recordaron los mercenarios de la llamada cuarta cruzada cuando asaltaron y saquearon Constantinopla en 1204.
Santa Sofia, soberbia, envidiada, canon y referencia para las futuras mezquitas otomanas, Mehmet el Conquistador sólo tuvo que arrodillarse en dirección a la Meca para hacerla suya. Eso, y añadir unos enormes discos de piel de camello con inscripciones caligráficas en árabe, mucho antes de que Mustafa Kemal Atatürk cambiase al alfabeto latino, habiendo convertido al país en República y transformando el templo en museo.
El Mihrab y el Minbar conviven en ella con el mosaico de la Virgen y el Niño coronando lo que en su día fue el altar mayor, y esta mezcla es parte de su magia. La entrada del sol iluminando los dorados, en el piso superior, que aquí si podemos recorrer a nuestro antojo, convencen al incrédulo de que son diminutas piezas, teselas, las que dan luz y sombra a las caras de la Emperatriz Zoe, a Teodora, a los ángeles que decoran algunas de las semicúpulas.
Esta segunda visita, este reencuentro, nos ha hecho admirar aún más este icono de la ciudad, rodeándola encontramos la Puerta del Tesoro junto a una estrecha calle de casas otomanas de madera, la Puerta Imperial de entrada al Palacio de Topkapi y quizás la fuente más bella de todo Estambul, la fuente de Ahmet III, hacen que para nosotros este sea el epicentro de un viaje de regreso a una ciudad puente que sigue sin resolver el conflicto de ser y sentirse a la vez Europa y Asia.
“De la misma manera que me identifico con los pintores occidentales porque miraron la silueta de Estambul desde el mismo ángulo desde el que yo la he mirado durante años -desde Gálata y Cihangir, donde estoy escribiendo estas lineas-, a veces, cuando leo lo que han escrito sobre Estambul los viajeros occidentales, me identifico con ese ángulo de visión que todo lo enumera, sopesa, clasifica, decide y que, en la mayor parte de los casos, refleja sus propios sueños, sus límites y sus deseos.”
Estambul, Ciudad y Recuerdos, Orhan Pamuk.
Son muchos los sueños con los que uno viaja, muchos los ángulos con los que puede amarse esta ciudad, y es casi infinito el juego de contemplarla e imaginarla una y otra vez, una ciudad poliédrica que en esta ocasión hemos querido contemplar desde la orilla asiática en Üsküdar para admirar su perfil de minaretes que cautivo a los “orientalistas”, desde Gálata sintiendo que el espíritu de los comerciantes genoveses pervive en Ikstiklal Caddesi, desde lo alto del Palacio de Topkapi y el parque Gülhane para deleitarnos con los reflejos del sol sobre el Mar de Mármara.
Desde la mezquita de Suleymaniye, situada en una de las siete colinas, reivindicando su pasado como nueva Roma, que dominan la ciudad; desde las únicas ventanas que en el Palacio de Dolmabahçe miran al Bósforo, con un sultanato occidentalizado que desdeñaba la vista hacia el mar, obligándonos mientras recorremos sus salones a centrar nuestros sentidos sobre la belleza del interior.
Desde el café que inspiró a Pierre Loti y ahora lleva su nombre, al que accedemos en teléferico desde la fervorosa Sultán Eyup Camii, o llegando a ella a través del estrecho del Bósforo, como la contempló Marco Polo.
Y sobre todo, a través de la mirada de recepcionistas, camareros, vendedores, limpiadores de zapatos, encargados de las mezquitas, transeúntes, siempre dispuestos a una animada charla, en la que como países mediterráneos siempre encontramos espacios comunes: la crisis, la política, la gastronomía, el fútbol…
Hemos encontrado una Estambul con más fervor religioso que la que conocimos, la llamada a la oración nos despierta a las 5.35 todas las mañanas, las mezquitas se cierran durante los cinco rezos del día, son mayoría las mujeres que llevan cubierto el cabello frente a una mujer que hace años nos parecía la más europea del mundo islámico.
Los grandes grupos de turistas ya no son sólo europeos o japonéses, los saudíes y chinos han tomado sus calles. El Gran Bazar ya no es un hervidero de gente, sólo el sábado las cercanías del Bazar de las Especias, Bazar Egipcio congregan una multitud.
Han crecido los puentes, los transportes, el tráfico y por fin el ansiado plan de los sultanes de un túnel que cruzara el Bósforo, ha tomado forma en el Marmaray Project, un metro “submarino” que cruza el Bósforo compitiendo con los barcos, que siempre han formado parte de la esencia de Estambul, de Constantinopla, de Bizancio.
Su privilegiado enclave geográfico la ha hecho ser una ciudad constantemente codiciada, una encrucijada entre Asia y Europa, entre el Mar Negro y el Mar Mediterráneo, por algo era uno de los extremos de la Ruta de la Seda. Siempre entre varios mundos, los occidentales hablábamos de la caída de Constantinopla mientras los otomanos hablaban de la Conquista en 1453.
Esta ciudad de tres nombres, de tres mares, de 18 millones de almas, no es una ciudad, es “la ciudad” y su perfil inconfundible de cúpulas y minaretes que apuntan al cielo siguen encendiendo nuestros deseos y muchos de nuestros sueños.
gracias, siempre me encanta recordar, posiblemente uno de mis mejores viajes. Es un sitio que repetiré si la suerte me acompaña. Ademas, ahora juego con la ventaja de saber donde están las cosas y perderme por sitios nuevos. Es un sitio mágico. Un gran post !!!
ResponderEliminarCarlos Javier Núñez Vázquez, gracias a ti por la visita y el comentario. Nos alegra mucho traerte buenos recuerdos. Estambul, y Turquía en general, son de esos lugares a los que sabes que vas a volver. Nosotros hemos tardado, mucho tal vez, y no nos ha defraudado. Esperemos que pronto vuelvas.
EliminarSaludos!
¡Qué maravilla de ciudad! Cuanto más la conozco, más leo impresiones de otros viajeros como las vuestras y más imágenes veo, más me gusta.
ResponderEliminarImprescindible, impactante, llena de energía e Historia...única.
Estupendo artículo como siempre, pero me ha sabido a poco :-)
Un abrazo
Gracias Antonio Quinzán, Estambul es fascinante, un mundo entre dos mundos, luchando por su identidad, que es precisamente esa, una encrucijada. Nos encanta que te sepa a poco, jajajaja. Son solo las primeras impresiones, habrá más.
EliminarUn abrazo!
Una maravilla de post.
ResponderEliminarTengo muchas ganas de conocerlo.
Hay una película "Un toque de canela" que rememora esta ciudad por sus olores y especies. Si no la has visto, te la recomiendo.
Un saludo y gracias.
Muchas gracias, María Grau Es una peli muy chula, sí que la hemos visto, y a lo mejor volvemos a hacerlo ahora que nos lo has recordado. Estambul está realmente cerca y parece otro mundo en muchos aspectos. Solo podemos decirte que vayas, te gustará, seguro.
EliminarUn saludo!
Me ha sorprendido saber que ahora proliferan más las mujeres con velo... Nosotros estuvimos hace 8 años y me llamó la atención el contraste: había a partes iguales mujeres con y sin velo. Y también me choca que el Bazar ya no sea ese hervidero de gente... Aún así, seguro que Estambul sigue siendo igual de fascinante que siempre.
ResponderEliminarUn abrazo
Así es, M. Carmen Cruz Nosotros estuvimos hace bastante más que ocho años y la mayoría de las mujeres iban descubiertas. Hoy el porcentaje ha aumentado muchísimo, igual que las que van totalmente cubiertas, hasta el punto que son mayoría, también entre las mujeres jóvenes.
EliminarEl Bazar, nos contaron que la crisis se está notando mucho, no solo la económica, sino también la situación política. Tenemos imagenes que nunca dirías que son del Gran Bazar. A pesar de todo ello, como dices, es fascinante, y ya estamos deseando volver.
Un abrazo!
Me encanta Estambul y tu entrada me ha traído muy gratos recuerdos... una gozada leerte y ver esas magníficas fotografías.
ResponderEliminarUn saludo,
Trini
http://yoadoroviajar.blogspot.com
Gracias Trini Yo adoro viajar nosotros volvíamos con muchos recuerdos y expectativas, hacía ya mucho que planeábamos recorrerla de nuevo, nuestras cámaras han trabajado a todas horas, jejeje, un saludo ;-)
EliminarNo he estado en Constantinopla (mi panhelenismo me impide llamarla Istambul, aunque reconozco que la palabra suena preciosa). La tengo entre mis prioridades, como toda Turquía en general.
ResponderEliminarEstamos seguros, Enrique Carratalá que, la llames como la llames, te va a encantar. Algunos de los mejores restos de la civilización helena se encuentran actualmente en territorio turco, y el recorrido que realizamos por el país nos dejó unos recuerdos buenísimos. Vete, no te arrepentirás.
EliminarSaludos!
¡¡Qué de recuerdos me traéis!! Estambul está llena de magía, de esos momentos en los que se confunde el pasado con el presente...el tiempo parece que se disfruta de otra manera...Parece que veo pasear a Agatha Christey con algún misterio en la cabeza...o a esos miles de turistas que frecuentaban las mezquitas, los bazares...
ResponderEliminarGracias por llevarme de nuevo por allí...a través de vuestras palabras, fotos, miradas...he vuelto al bazar de las especias...y a mis recuerdos, del bazar de los libros.
Un besito!!
Jajaja! Maria es inevitable que tu menciones el Bazar de los libros, junto a la universidad ahora en restauración. Lo cierto es que cuando uno conoce el destino lo que lee de otros siempre reaviva sus recuerdos. Es verdad que tal vez en el caso de las mujeres el pasado entra con demasiada fuerza en nuestra retina
EliminarLa magia de Istanbul sigue intacta, como hemos tenido unos días con muchos menos visitantes de lo esperado, callejeábamos casi entre las ilustraciones de aquellos que trasladaron a la vieja Europa el encanto y el exceso de los otomanos, eso sí hay que evitar el sucedáneo de te que ofrecen a veces al turista, jejeje.
Un abrazo ;-))
Regresamos de Estambul hace pocos días, y seguimos recordando las maravillas de esta ciudad, tan antigua y con tanta historia que vosotros, como siempre, relatáis tan bien. Un abrazo.
ResponderEliminarLos tiramillas seguro que a medida que pasan los días os preguntareis, como nosotros, si no ha sido un sueño. Bizancio, Constantinopla, Istanbul, tanta historia a sus espaldas, que queda mucho por contar ¿verdad?. Un abrazo!
EliminarQué bien vienen las segundas visitas para afianzar aún más una ciudad en nuestra retina, conocer mejor sus lugares y aprovechar para visitar los que quedaron en el tintero. Estambul aún es para mi una desconocida, pero no dudo que tarde o temprano iré a la ciudad entre 2 continentes, sus contrastes siempre me han invitado a desear ir por allí.
ResponderEliminar¡Saludos!
José Carlos DS que calados nos tienes, será que hemos repetido mucho lo que nos gusta volver a un destino, y que siempre hay que dejar cosas para la siguiente visita, jejeje. Lo cierto es que hemos disfrutado muchísimo, seguro que en tu agenda Estambul va a estar no tardando mucho, y si ves que no te satisface a la primera, los guisantes volvemos contigo para convencerte ;-)
EliminarSiempre quiero volver a Estambul y con esta crónica, me habéis llevado en volandas a esa ciudad. Tengo muy bonitos recuerdos de esas mezquitas de sus minaretes, de los cantos religiosos que inundan toda la ciudad. Pero quizás una estampa que a mi me dejó paralizada, es desde la parte oriental, buscamos un lugar para tumbarnos y ver el atardecer, y sí, era una vista mágica.
ResponderEliminarGracias por vuestros viajes que nos remueven por dentro.
Un abrazo
Teresa
Que bien Teresa haberte trasladado un poquito con nosotros. Dicen de Estambul que es la precursora de New York, al haber sido durante años una ciudad que todos distinguían llegando por mar por ese especial recorte de sus mezquitas y las flechas de sus minaretes apuntando al cielo...un skyline perfecto.
EliminarUn abrazo ;-))
Preciosa Estambul, una ciudad que me enamoró desde el primer momento. La foto del obelisco y los minaretes me ha robado el corazón, preciosa. Gracias por llevarme esta noche un ratito por allí. Un abrazo.
ResponderEliminarNada, nada Caliope veremos como se cotiza tu corazón en redes, jejeje. Tienes razón es una ciudad magnética, aún recuerdo nuestra primera vez…
EliminarUn abrazo ;-))