Las Minas de Riotinto se encuentran tan solo a unos 900 km de nuestra ciudad y, sin embargo, en cierto sentido llegar hasta allí puede haberse convertido en el viaje más lejano que hemos realizado hasta este momento. Establecer un paralelismo entre el paisaje de las Minas de Ríotinto y Marte es un recurso fácil y recurrente a la hora de hablar o escribir sobre este enclave onubense. Lo curioso es que una vez allí, sobre el terreno, la comparación con el Planeta Rojo, parece algo completamente natural, incuestionable.
Al caminar por las tierras de colores intensos, casi irreales, atravesadas por las aguas de un rojo denso del Rio Tinto, salpicadas de árboles, o auténticos páramos donde, aparentemente, ningún ser vivo podría sobrevivir, nos invade la sensación de encontrarnos muy, muy lejos; tal vez a millones de kilómetros, en un lugar que bien podría ser ese Planeta B que la humanidad se afana en encontrar, o de habernos convertido en viajeros del tiempo contemplando lo que un día fue nuestro hogar. Sorprende encontrar tantos colores, un Yellowstone en rojo, con ríos tintados y montañas horadadas por la minería; junto con las Médulas, este es, sin duda, el paisaje más erosionado por el hombre que hemos conocido. La naturaleza lo ha dotado de colores increíbles que son pistas de los minerales que contiene: piritas, calcopiritas, óxido de hierro, azufre...
Llegamos a Riotinto con la intención de disfrutar y entender lo que tenemos ante nuestros ojos. Por suerte estamos alojados en Aracena y tenemos por delante un largo día de verano. Es necesario planificar el recorrido. Son varias las propuestas en función del interés y el tiempo disponible: elegimos la más completa. Visitaremos las minas de Peña Hierro y Corta Atalaya, el Museo Minero, el barrio de Bellavista, con la Casa 21 y atravesaremos este sorprendente paisaje a bordo del Ferrocarril Minero, sin olvidar el Mirador de Cerro Colorado. Como nos gusta dedicar un tiempo a situarnos y perdernos en senderos adicionales al recorrido y, porque en un lugar con este atractivo, nuestras cámaras toman el mando, apenas tenemos tiempo para un tentempié rápido. La organización y el personal está atenta a solucionar todas las dudas, y los paneles en el exterior e interior del Museo Minero, inicio y lugar de recepción de visitantes, permiten acomodarse al itinerario que más nos guste.
La explotación de los yacimientos de la cuenca minera del río Tinto, conocida por el singular color de las aguas del río, se remonta a la Edad del Cobre (5000 a.C.), aunque los trabajos sistemáticos de extracción de hierro y cobre comienzan en época romana. La riqueza del terreno en mineral de hierro y otros materiales pesados se hace patente a simple vista, gracias los colores rojos, naranjas, amarillos..., que tiñen la tierra y las aguas del río.
Debido a la gran cantidad de metales pesados disueltos en él, las aguas del Río Tinto tienen una densidad muy alta, un ph muy ácido y gran escasez de oxígeno. Aunque en un principio se pensaba que era imposible el desarrollo de la vida en esas condiciones, lo cierto es que los estudios realizados han constatado la existencia de un rico ecosistema, donde destacan las algas y especialmente las bacterias oxidadoras. Una situación con semejanzas a lo encontrado en algunas zonas de Marte y que ha propiciado investigaciones de científicos de todo el mundo y, en especial, de la NASA.
Viaje en el Ferrocarril Minero (video)
Tras siglos de inactividad, un ingeniero sueco, Liebert Wolters Vonsiohielm, obtuvo en 1725 una concesión de la Corona para explotar algunos yacimientos en la zona durante un período de treinta años. La vuelta a la actividad y la reactivación económica afectó a toda la comarca, produciendo cambios como la desanexión, en 1841, de Minas de Riotinto de Zalamea la Real. El cambio más significativo se produjo en 1873, cuando las minas fueron adquiridas por un consorcio internacional que las transfirió a una sociedad británica: Rio Tinto Company Limited o RTC. Desde ese momento, la cuenca minera de Riotinto-Nerva vivió un importante desarrollo industrial, que incluyó la construcción de un ferrocarril de vía estrecha que enlazaba las minas con el puerto de Huelva, además de un gran crecimiento demográfico derivado de la necesidad de mano de obra. En su momento álgido 17.000 obreros trabajaban en las minas.
El incremento de la población que trabajaba tanto en las minas como en las diversas industrias auxiliares, hicieron patente la necesidad de construir alojamientos para los obreros. La RTC levantó numerosos poblados, aunque las casas a menudo carecían de servicios básicos. El poblado original de Riotinto terminó desapareciendo por la expansión de las explotaciones; los hundimientos, traslados y nuevos asentamientos en la comarca fueron una constante durante las tres primeras décadas del siglo XX.
Esta situación, la mezcla de poblados y viviendas insalubres, unido a las duras condiciones de trabajo, los salarios bajos y el alto coste de la vida, provocaron numerosas protestas e incidentes, que culminaron en una huelga que paralizó durante un año, 1920, toda la cuenca minera.
Barrio Inglés de Bellavista, Riotinto
También se hizo necesaria la construcción de alojamientos para el personal británico, cada vez más numeroso, de la RTC. Se levantó un núcleo residencial que mantenía los rasgos e influencias de la arquitectura de estilo victoriano, el Barrio de Bellavista, exclusivo para los británicos, que de esta forma vivían separados del resto de la población. Allí se alojaban los directivos, técnicos e ingenieros de la RTC, y, por supuesto, no existía carencia alguna en las viviendas. El barrio, que se construyó entre 1883 y 1928, se rodeó con un muro de piedra y contaba con guardianes en sus entradas que ejercían un férreo control de acceso. Con la llegada de la Segunda República, las autoridades locales obligaron a RTC a permitir el acceso a los españoles al barrio de Bellavista.
Las viviendas se organizan en hileras de casas, por lo general, adosadas y que son de varios tipos: las altas, de tres pisos, las bajas de una sola planta y las viviendas aisladas. Las edificaciones se reparten en varias calles, con numerosos jardines, pistas de tenis y piscina. Las construcciones más sobresalientes de Bellavista son la Casa del Consejo, el Club Inglés y la Capilla Presbiteriana.
La Casa del Consejo fue uno de los primeros edificios de Bellavista; se construyó en 1882 como vivienda del director general de la RTC. Una lujosa edificación con numerosas dependencias y un gran jardín. Se utilizó también como sede de las reuniones del consejo de dirección de RTC. Actualmente está proyecto un centro de investigación minera de la Universidad de Huelva.
El Club Inglés se fundó en 1878 en el poblado de Riotinto, para miembros del staff técnico de la RTC, pero la construcción del Barrio de Bellavista y la expansión de la colonia británica hicieron que en 1884 se levantara allí un pabellón de madera que sería la sede del club.
Ya en 1903, con la vida social de la comunidad británica concentrada en torno a las actividades organizadas por el Club, se levantó un edificio de ladrillo como nueva sede. Aunque se realizaron algunas reformas, el edificio mantiene el estilo británico, acorde con el barrio.
La comunidad británica trajo consigo su cultura y tradiciones, que trascendieron los límites de Bellavista. Incluso tenían una gran biblioteca con buena parte de sus fondos traídos desde Londres y se estableció un sistema de préstamo para los empleados de la RTC. Al mismo tiempo, en las instalaciones del club se practicaban deportes, prácticamente desconocidos, como el fútbol (no es casualidad que el Recreativo de Huelva sea el club decano del fútbol español), el tenis, el criquet, el bádminton o el polo. Por último, se organizaban eventos sociales, como fiestas y bailes de disfraces, además de conmemorar las efemérides más importantes del Reino Unido.
El otro foco de concentración de la vida social de la colonia inglesa fue la Capilla Presbiteriana. En un principio, los ingleses no disponían ni de iglesias ni de capillas para celebrar sus actos religiosos. McDonald, el primer pastor británico, llegó a Riotinto en 1882 y utilizaba las dependencias del primer Club Inglés para atender a sus feligreses.
En 1891 se construyó la capilla en Bellavista, a imagen y semejanza de las capillas presbiterianas escocesas. Una sola nave, ventanas ojivales, y cubierta a dos aguas. Es el edificio mejor conservado de todo el conjunto y aún guarda en su interior el mobiliario original. En su interior, durante los oficios, quedaba patente la diferencia de clase, ya que la primera fila estaba reservada para el director general de RTC y su familia, manteniendo después la jerarquía por filas en la colocación del resto de asistentes.
El Barrio de Bellavista se pobló con ingenieros y directivos españoles, junto con sus familias. A ellos se reservó el acceso al Club, una situación que se prolongó hasta 1995, cuando se abrió al público general. Aún se mantienen algunas celebraciones del calendario británico.
Casa 21, Barrio Inglés de Bellavista - Riotinto
El barrio ha preservado sus aires victorianos y constituye un elemento destacado del patrimonio histórico y cultural. En este contexto, la Fundación Río Tinto procedió a la rehabilitación de la ‘Casa 21’ del Barrio de Bellavista, como un conjunto etnográfico de gran interés. Construida en 1885 es reflejo de la vida cotidiana de una familia británica de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Se conserva tanto la estructura como las diferentes habitaciones, con un completísimo mobiliario. La sobriedad de las fachadas contrasta con la rica dotación interior y es precisamente la distribución de las plantas y disposición de las habitaciones y los muebles lo las hace inequívocamente británicas.
Durante nuestra visita, la guía de la vivienda nos habla con pasión del completo trabajo etnográfico desarrollado, de la exhaustiva recuperación de enseres y objetos de decoración, y nos traslada cantidad de anécdotas relacionadas con los residentes; como una tarde de té, preparada después de la restauración, para los familiares y sirvientes que viven aún y que vivieron emocionados la “vuelta” a la casa. No cuesta mucho imaginarlos trasteando por la cocina, tomando víveres de la completa despensa o compartiendo las últimas noticias en el saloncito.
El conjunto histórico de Bellavista fue declarado Bien de Interés Cultural en 2005.
En 1954, la etapa británica pasó a la historia con la transferencia de los yacimientos a una empresa de capital español, la Compañía Española de Minas de Riotinto, y la actividad parecía tomar impulso con la explotación de Cerro Colorado.
Sin embargo, en cuanto al aspecto productivo de las minas, la situación no evolucionó demasiado bien. La década de 1980 trajo el abandono del ferrocarril y el cierre de numerosas industrias y explotaciones mineras. La Corta Atalaya cerró en 1992, la conflictividad laboral y el paro aumentaron. En este contexto, como intento de reactivación en la zona manteniendo vivo su pasado, nació el Parque Minero de Riotinto, gestionado por la Fundación Río Tinto.
La situación económica, no obstante, siguió empeorando y provocó que los trabajadores asumieran la gestión los yacimientos, aunque el proyecto fracasó y en 2001 la actividad minera cesó.
Mirador de Cerro Colorado
En la primera década del siglo XXI el municipio reorientó su actividad hasta convertirse en un referente turístico del patrimonio industrial español. A esto se ha unido la reactivación de la explotación minera de Cerro Colorado, en manos de una empresa chipriota desde 2015, Atalaya Mining.
Es muy recomendable subir al mirador de Cerro Colorado. Ante nosotros se extiende una visión apocalíptica, que nos provoca una sensación extraña, entre el trasiego de enormes dumpers, diminutos en la inmensidad de la mina a cielo abierto y la tierra que parece abrirse, retorcerse, ante nuestros ojos como si fuera un gigantesco animal herido...
Museo Minero 'Ernest Lluch' - Riotinto
La historia de la explotación minera desde hace 5000 años en el Río Tinto, incluyendo las transformaciones que han sufrido los asentamientos de la zona, podemos conocerla visitando el Museo Minero dedicado a Ernest Lluch. El espacio expositivo, se encuentra en lo fue el Hospital de la Rio Tinto Company Ltd. En el interior encontramos multitud de objetos utilizados para la extracción de los minerales, información geológica, la reproducción de una mina romana, a la que podemos entrar y en la que se pierde el sentido del espacio y el tiempo; las famosas locomotoras llamadas 'las negras' de Riotinto y vagones, incluyendo el llamado Vagón de Maharajah, considerado el vagón salón más lujoso del mundo en vía estrecha. Su historia es muy interesante. Originalmente, se construyó para un viaje que la Reina Victoria I iba a realizar a la India. El viaje nunca se realizó y fue la Río Tinto Ltd. Co. quien adquirió el vagón para los viajes de sus ejecutivos entre Riotinto y Huelva. Otra reina, María Cristina y su hijo, Alfonso XIII, fueron invitados por RTCL a utilizar el vagón para su visita a las Minas del Rio Tinto. Un viaje que tampoco se realizó debido a los incidentes ocurridos en 1888, el llamado 'año de los tiros'.
Los trabajadores a sueldo de la RTCL se manifestaban desde hacía años, no solo en protesta por las condiciones laborales, sino por las insalubres condiciones de vida que ellos y sus familias soportaban en los asentamientos obreros, derivadas de los métodos de explotación que los dueños de las minas habían impuesto buscando un beneficio aun mayor y que contaminaban gravemente el aire de toda la comarca. La gran manifestación del 4 de febrero de 1888 fue disuelta a tiros por el ejército. A fecha de hoy no se conoce el número real de víctimas mortales, aunque la RTCL reconoció 45 y los trabajadores hablaban de tres centenares. No volvió a haber masivas manifestaciones hasta 1913, quedando claramente puesto de manifiesto el poder de la RTCL.
Volviendo al Museo Minero, son muchos y merecidos, en nuestra opinión, los premios recibidos por este espacio expositivo, que nos muestra de forma clara y sencilla los hitos de las Minas de Riotinto en maquetas, paneles, esquemas, fotografías, objetos, minerales y mucho más a lo largo de 17 salas repletas de información.
Peña de Hierro
A Peña de Hierro también se la conoce como la mina Arco Iris. Atravesamos la montaña por una antigua galería, con información visual y sonora de los diferentes trabajos que se realizaban en su interior. Tras más de 200 metros por las entrañas de la Tierra, nos asomamos a la mina a cielo abierto, que aquí se llama ‘corta’. El subsuelo, gracias a su riqueza mineral, muestra un impresionante abanico de colores, y el agua que cubre el fondo, su característico color rojo oscuro.
También puede recorrerse el entorno de Peña de Hierro por senderos exteriores, merece la pena al menos ascender hasta el Malacate. Es un paisaje hipnótico, que combina terrenos teñidos de ocres, azafranes o rojos con manchas forestales en las que el verde resalta aún más y, por supuesto, las sorprendentes aguas coloradas del río Tinto.
Durante nuestra visita el cielo nublado apagaba los tonos de la tierra, lo que no impidió que el paisaje protegido de Peña de Hierro nos fascinara. El momento ideal, nos comentaron en el interesante Centro de Interpretación, es, cuando tras la lluvia, con el mineral ‘lavado’, sale el Sol, que permite apreciar con detalle los matices de los distintos minerales. Pasamos un rato de envidia admirando las fotos y escuchando al guía que tiene la suerte de ver los cambios de tonalidad a diario y que, aun así, no deja de sorprenderse por ellos.
Corta Atalaya
Desde julio de 2021 se han recuperado las visitas a la que fue la mina a cielo abierto más grande del mundo y otro de los ineludibles de nuestra visita a las minas de Río Tinto. Salimos en un convoy desde el centro de visitantes en el Museo Minero para visitar la Corta Atalaya y recibir una completa clase de historia y de química, incluyendo pistas para identificar las vetas y entender la escala gigantesca de un cráter que el ojo humano no es capaz de cuantificar. Frente al mirador desde el que observamos el inmenso cráter, localizamos, incrédulos, una “diminuta locomotora”, que nos da idea de sus dimensiones y del trabajo de los mineros que labraron a mano los bancales. Estas locomotoras y sus vagones trasladaban el mineral, hasta la subida del precio de los hidrocarburos, que dieron lugar al uso de camiones, mucho más rápidos. Nuestra mente va recalculando el tamaño de lo que tenemos delante, y seguimos, gracias a enormes paneles y fotografías, los cambios experimentados por esta mina a cielo abierto, que se inunda durante los periodos de inactividad y de la que no se sabe a ciencia cierta la profundidad de sus tesoros.
Actualmente la mina está fuera de explotación, pero las vetas de minerales que actualmente han aumentado exponencialmente su cotización, han puesto sobre la mesa la posibilidad de retomar la actividad minera. Resulta difícil encajar en esos planes de futuro las palabras “minería” y “sostenible”, que parecen un oxímoron, aunque nos encandila la pasión y entusiasmo del guía, el mismo que toma fotos cada día en Peña Hierro, y sus precisas y completas explicaciones.
Ferrocarril Minero
El Ferrocarril Minero ha recuperado parte, doce kilómetros, del trazado original de la vía que desde 1875 conectaba las minas con el Puerto de Huelva, y por el que se transportaban el cobre, la plata y el oro. El trayecto se realiza en vagones de madera, reconstruidos a partir de los planos del siglo XIX. Las locomotoras, diésel en su mayoría, son joyas del patrimonio ferroviario mundial. También es posible hacer el recorrido en ferrocarril con tracción a vapor, aunque el trayecto es más corto, 10km frente a 22km y limitado en el tiempo: de noviembre a abril, el primer domingo de mes.
Todo el camino se desarrolla entre los sobrecogedores paisajes mineros forjados durante 150 años, ahora detenidos en el tiempo, siempre acompañados por el río Tinto. Tras 11km de traqueteo en el que resulta imposible apartar la vista de la ventana, estamos sentados en el lado izquierdo, llegamos a la estación final. Allí la locomotora debe cambiar de sentido para llevarnos de vuelta por lo que tendremos unos minutos para acercarnos al río y tener la sensación, aún más fuerte, de encontrarnos en otro mundo.
Como nos quedamos con ganas de más, preguntamos por la posibilidad de recorrer a pie la zona y nos hablan de un nuevo itinerario, que permitirá recorrer algunos de los lugares en los que la NASA, la Agencia Espacial Europea y otras instituciones científicas realizan investigaciones desde hace años. El traslado se realizará en un tren neumático y recorreremos a pie la Tierra Roja o el Gran Muro Negro (las escorias negras), un espacio de aspecto amenazante, alto como un edificio, que parece salido de una escena de Star Wars. A día de hoy, la nueva experiencia del Parque Minero de Río Tinto, ya está funcionando y tiene nombre: 'Marte en la Tierra'. ¡Queda apuntado para la próxima!.
Como punto final de nuestro viaje por la cuenca minera del río Tinto, pasamos unos días de desconexión en Punta Umbría, el lugar de descanso de la colonia inglesa en tiempos de la Río Tinto Company Ltd.
Playas casi infinitas, puestas de sol que inundan el cielo de color y paseos por el parque de sabinas y enebros que separan nuestro hotel de la playa y son un dique de contención para la arena, un ecosistema perfecto, con pasillos de madera para acceder al mar.
Piritas, calcopiritas, vetas rosadas, lilas, rojizas y amarillas, colores que al atardecer aparecen en el cielo, se fijan en nuestra memoria a medida que abandonamos estas tierras de otro mundo.
Me ha encantado el post. Tanto que ya estoy planeando cómo acercarme pronto a ver esos paisajes y colores casi extraterrestres. ¡Mil gracias por compartirlo y un abrazo viajero!
ResponderEliminarEs una gran experiencia visitar este espacio, no hay muchos en el planeta y menos aún tan accesibles. ¡Gracias por tu comentario!
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