En el 1071 de la Quinta Avenida de la ciudad de Nueva York, nos encontramos un singular edificio de color blanco, de formas redondeadas, que llama inevitablemente la atención de cuantos pasan por allí. Una artista, y baronesa, alemana, un magnate de los negocios estadounidense, un artista ruso, y un arquitecto norteamericano, son los protagonistas de la historia del Museo Solomon R. Guggenheim.
El icónico edificio de Manhattan es el hermano mayor, por edad, de nuestro Museo Guggenheim Bilbao. Desde luego teníamos que conocerlo y hemos tenido la suerte de visitarlo en varias ocasiones. Un edificio en el que el visitante siempre está inclinado, como la rampa interna que sube hasta su preciosa bóveda central. Visto desde fuera hizo que muchos críticos en sus inicios lo apodaran "la tarta de bodas". Hoy día es un clásico en la fisionomía de la ciudad, junto a Central Park, en la milla de los museos, aunque su concepción, diseño e inauguración no estuvieron libres de intrigas y polémicas. Como museo de arte contemporáneo, y al igual que sucede con la sede en Bilbao, continente y contenido rivalizan desde el inicio por el favor del público.
¿Nos acompañas a conocer su historia? ¿Habría sido posible su existencia sin la audacia de una mujer? ¿Sabías que la fundación Solomon Guggenheim posee la mayor colección de obras de Kandinsky? ¿Por qué este artista ruso tiene tanto protagonismo en el edificio diseñado por Wright?
Hildegard Anna Augusta Elizabeth Freiin Rebay von Ehrenwiesen, baronesa y artista alemana, fue artífice de una relación que supuso un punto de inflexión en la Historia del Arte: el encuentro entre Vasili Kandinsky y Solomon R. Guggenheim.
La obra de Kandinsky tiene un efecto magnético sobre el espectador, una atracción que se repite constantemente, sin importar cuántas veces nos hayamos detenido ante un trabajo suyo. La gran retrospectiva del Museo Guggenheim Bilbao, finalizada en 2021 (en donde hemos tomado las fotografías publicadas, - la mayoría detalles de los cuadros -, de este artículo), ha sido, hasta el momento, la última ocasión que hemos tenido para admirar las obras de Kandinsky. A pesar de que la mayoría ya las conocíamos por nuestras visitas a diversas muestras y, en especial, al Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York, no pudimos evitar contemplarlas como si fuera la primera vez.
Cuando el trabajo de un artista nos atrae, nos cuestiona, nos invita a acercarnos, a investigar e interpretar lo que vemos, en parte comienza una búsqueda en su biografía, en sus influencias, en su entorno y contexto, que dé una explicación a lo que nos hace sentir. Hay algo en ese conjunto de líneas, formas geométricas y biomorfas, en el uso del color, que nos atrae e invita a mirar e imaginar.
Hilla Rebay nació en Estrasburgo en 1890, en el seno de una familia aristocrática. Su padre era barón y oficial del ejército prusiano. ¿Imaginaba su padre que ella quería trabajar y ganarse la vida como artista? No parecía el destino para una baronesa pero ella quería ser independiente. En 1908 comenzó su formación artística, y destacaría rápidamente en Colonia; posteriormente continuó sus estudios en París, en la Académie Julian, donde recibió una formación tradicional en diversos géneros pictóricos. A continuación se trasladó a Munich, donde se vio influida por el Jugendstil y ya de vuelta en Colonia, en 1912, entró en contacto con los círculos futuristas.
La trayectoria de Kandinsky, que nació en 1866 en Moscú, es, cuanto menos, peculiar. Estudió derecho y economía en Moscú, aunque su verdadera pasión era el arte, especialmente la pintura. Destacó como profesor, escritor y poeta. Fue a los 29 años cuando decidió romper con su académica vida en Rusia para trasladarse a Alemania y estudiar con Anton Azbe. Era el año 1896 y Vasili inicia un viaje que le llevará desde la pintura figurativa, que reflejaba una realidad reconocible, inspirada en su caso en el folclore ruso, hasta la abstracción, a la que concibe como el reflejo de la propia esencia del ser humano.
En 1901 ya es profesor en la escuela de arte Phalanx, de la que fue uno de sus fundadores, y en 1902 expone con la Secesión de Berlín. En 1911 publica 'De lo espiritual en el arte’ y en 1912 el ‘Almanaque del Jinete Azul’, una revolucionaria revista de la que es coautor junto con Franz Marc.
En esta época, 1913, Hilla expone en el Salon des Indépendants de París junto a Brâncuși, Chagall, Robert Delaunay, entre otros, aunque la experiencia no fue del todo satisfactoria para la artista, que juzgaba su propio trabajo con dureza.
El estallido de la Primera Guerra Mundial cambió las vidas de Hilla y Vasili. A la baronesa, el conflicto la llevó a trasladarse hasta Zurich en 1915. Allí conoció a Jean Arp y Taebuer, su esposa, que serían actores fundamentales en el desarrollo del Dadaísmo. También fue Arp quien puso ante los ojos de Hilla el manifiesto de ‘El Jinete Azul’ y, con él, el descubrimiento de la obra de Kandinsky, Klee, Franz Marc...
Las reflexiones de Kandinsky sobre la naturaleza espiritual de la abstracción y su firme creencia en el poder transformador del arte influyeron profundamente a la baronesa, hasta el punto de que, gracias a su intervención, el artista ruso sería el punto de partida de la colección del futuro Solomon R. Guggenheim Museum.
En 1916 Hilla Rebay se trasladó a Berlín. Allí, de nuevo Jean Arp, la introdujo en la revista de arte y literatura Der Sturm, donde conoció a Rudolf Bauer. El artista alemán sería su pareja y principal colaborador durante varias décadas, la persona más influyente en la vida de la baronesa, aunque su familia siempre se opuso a la relación.
Para Kandinsky, la I Guerra Mundial implicó el regreso a su país natal, Rusia. Allí estuvo de 1914 a 1921, en contacto intenso con la vanguardia rusa, en especial, El Lissitzky, Kazimir Malevich y Alexander Rodchenko. Sin embargo, su perspectiva espiritual del arte le alejaba cada vez más del pensamiento soviético impuesto tras la Revolución de 1918 y decide regresar a Alemania. Walter Grophius le quería como colaborador y le realiza una oferta demasiado tentadora como para dejarla escapar: enseñar en la sede de la Bauhaus en Weimar.
Al inicio de la década de 1920, Kandinsky se inclina de forma decidida hacia la abstracción pura, incorporando formas estrictamente geométricas, y en 1923 realiza su primera exposición en Nueva York. Al año siguiente se traslada a la sede de la Bauhaus en Dessau. Obtuvo la nacionalidad alemana en 1928.
En 1927 Hilla se mudó a Nueva York, donde abrió una galería de arte abstracto. Sus referencias y el glamour que la rodeaba pronto la situaron en los círculos más sobresalientes de una urbe que se abría con entusiasmo a la modernidad. Ese mismo año, 1927, conoció a Irene Rothschild, esposa de Solomon R. Guggenheim. Solomon, hijo del magnate de la minería del cobre y la plata Meyer Guggenheim, era un ávido coleccionista de arte desde hacía décadas; tanto era así, que en 1919 se había retirado de los negocios para dedicarse al coleccionismo. Hasta entonces, sus preferencias se habían decantado por los viejos maestros, aunque eso pronto cambiaría...
En aquella época, el mecenazgo artístico vivía un momento álgido en la ciudad de los rascacielos, donde destacaba el ‘rey del acero’, H.C. Frick, poseedor de una magnífica colección que es, sin duda, para nosotros, una de las ‘mecas’ de los museos de arte de Nueva York.
Irene Rothschild encargó a Hilla un retrato de su esposo, Solomon. En el estudio de la artista, mientras posaba para ella, Solomon pudo contemplar expuestos algunos de los trabajos de Bauer que Rebay se había traído de Europa. El interés que la obra del artista alemán despertó en el señor Guggenheim fue el comienzo de una relación personal y profesional que, baronesa y magnate, mantuvieron toda su vida.
En 1930, el matrimonio Guggenheim viajó a Europa, acompañado ya por Hilla Rebay. Entre los artistas que conocieron personalmente se encontraba Kandinsky. Solomon adquirió ‘Composición 8’, la primera de las más de 150 obras del artista ruso que atesora el Museo Guggenheim de Nueva York, la mayor colección del mundo. La transformación había comenzado. Guggenheim comenzó a adquirir arte abstracto y rápidamente su suite en el Hotel Plaza de Nueva York se convirtió en una galería de arte que se abrió al público en 1931.
En Europa soplan vientos de cambio en la política alemana. El gobierno clausura la Bauhaus en 1933 y ese mismo año Kandinsky se traslada a Francia, a la localidad de Neuilly-sur-Seine, cerca de París. Kandinsky consideraba que la capital del arte era París, aunque allí su obra no fue aclamada ni bien comprendida. Durante sus últimos años se mantuvo en contacto con diversas vanguardias que también le influyeron, como los Surrealistas o el Grupo Abstracción-Creación de Mondrian.
Vasili Kandinsky es uno de los padres de abstracción. La búsqueda de la espiritualidad fue una constante. La importancia de la emoción interior a través de las formas puras. Consideraba que la música era la forma más pura de la creatividad y buscaba un lenguaje propio que estuviera a la altura de la creación musical. Escribía obras escénicas, óperas de color, y catalogaba sus creaciones como: 'Impresión', 'Improvisación' y ' Composición'.
¿Escuchaba Kandinsky los colores? Desde sus primeras anotaciones mostraba una sensibilidad extrema para percibir y recordar colores. Era capaz de ver colores al escuchar las notas musicales. Su caso es el de 'sinestesia auditivo-visual': percibía un color al escuchar un sonido; de ahí que la música acabe siendo una constante inspiración en su obra.
Kandinsky es un artista y también un teórico. “De lo espiritual en el arte” es solo su primer y más conocido manifiesto artístico, un texto que ha inspirado desde su primera edición en 1911 a otros artistas e intelectuales. Los avances científicos, la radioactividad, la división del átomo, eran para él una muestra del comienzo de algo nuevo, inspiraban e incentivaban su búsqueda de nuevos significados para el arte. Su camino hacia la abstracción le llevó años de experimentación.
Las cartelas del museo, las audio guias, los críticos y libros de arte, son un intérprete, algo que se sitúa entre el artista y el espectador. Kandinsky se sintió interpelado, golpeado por 'El montón de Heno' de Monet y por 'Lohengrim' de Wagner; Vasili cree que la obra tiene que hablarnos directamente. Hay un “son”, una emoción que la obra hace vibrar en quien la contempla, como sucede con la música.
En 1937, el mismo año en el los nazis incluyen a Kandinsky en su listado de creadores de ‘arte degenerado’, nació la Fundación Solomon R. Guggenheim y dos años más tarde, en la calle 54 Este de Nueva York abrió el Museo de Pintura No-Objetiva del que Hilla fue directora, presentando la exposición ‘Art of Tomorrow’. En este primer espacio, la espiritualidad estaba muy presente, las obras artísticas se contemplaban entre el aroma del incienso y la música de Bach, Beethoven o Chopin. No se había visto nunca nada igual. Este primer intento ya describe a una Hilla exigente con el diseño de la futura sede de la colección. ¿Convencería Hilla a Solomon para construir un edificio a la altura de la abstracción y los nuevos ideales artísticos? ¿Sería Estados Unidos la referencia del arte contemporáneo al refugiarse allí tantos artistas tras la guerra en Europa?
El arte moderno se puso de moda en Nueva York gracias, en buena parte, a la figura de Hilla Rebay, aunque hubo otras mujeres que dejaron su impronta en esta tarea. Así, es necesario mencionar el trabajo de Lillie P. Bliss, Aby Aldrich Rockfeller y Mary Quinn Sullivan que en 1929 fundaron el MOMA, o el de Gertrude Vanderbilt Whitney que inauguró el Whitney Museum of American Art en 1931.
En 1943, un año antes del fallecimiento de Kandinsky en su residencia francesa, la II Guerra Mundial empieza a mostrar signos de agotamiento en Europa, aunque en el frente del Pacífico los soldados estadounidenses deben pelear isla por isla contra los japoneses. En Nueva York, Solomon e Hilla continúan centrados en su proyecto y encargan al arquitecto Frank Lloyd Wright, probablemente la figura más representativa de la 'arquitectura orgánica', la construcción de un nuevo edificio permanente para albergar la colección, algo necesario por la gran cantidad de obras de vanguardia que componían los fondos. El diseño abierto y la rampa en espiral continua, que parece conducir hacia la luz, son el reflejo de los ideales del arte no objetivo que defendía Hilla. En realidad, Wright, quería conducir a los visitantes hacia arriba utilizando el ascensor, para que luego descendieran admirando la colección. En cualquier caso, el nuevo Museo Guggenheim se convertiría en un hito de la arquitectura, una obra maestra, Patrimonio de la Humanidad, y uno de los iconos de la ciudad.
Sin embargo, tras el fallecimiento en 1949 de Solomon, que siempre defendió a la baronesa de las críticas y la apoyó completamente en sus proyectos, la fuerte personalidad de Hilla puso al descubierto las discrepancias con algunos miembros de la familia, en especial con Peggy, y la situación se volvió insostenible.
Hilla no tuvo más opciones que dimitir como directora de la fundación y el museo en 1952. Fue completamente marginada y la familia ni tan siquiera la invitó a la inauguración del museo por el que tanto luchó y que abrió sus puertas en 1959. Retirada de la vida pública, tras su fallecimiento en 1967, buena parte de su patrimonio artístico se integró en los fondos del Museo Guggenheim como Colección Hilla Rebay. Su figura fue reivindicada en 2005 con una exposición de sus obras en el Museo Guggenheim de Nueva York, destacando, además, su contribución en la creación de la Fundación.
El final de esta historia, por un lado, deja a la Humanidad un legado artístico excepcional compuesto por el edificio del Upper East Side de Manhattan y la colección que alberga. Por otro lado, se encuentran los protagonistas, cuatro personalidades sobresalientes: la baronesa que diseñó el camino a seguir y desarrolló la colección, Hilla Rebay; el magnate que se sumergió en la vanguardia y aportó los recursos económicos, Solomon R. Guggenheim; el artista que inspiró la colección, tanto con su filosofía como con sus obras, Vasili Kandinsky, y el arquitecto que diseñó un edificio singular, Frank Lloyd Wright. Ninguno de ellos, por diferentes motivos, visitó jamás el Museo.
¿Sentirían hoy nuestros cuatro protagonistas al recorrer las salas del museo que su concepción del arte, sus sueños y expectativas se han cumplido? ¿Qué nos contarían Solomon, Vasili, Frank, o Hilla en una visita guiada? En nuestra primera visita el museo neoyorquino estaba en obras y sólo una selección de los lienzos de Kandinsky colgaba en sus paredes; en la siguiente ocasión, hicimos caso al arquitecto y subimos en ascensor para descender admirando la colección, con una leve sensación de mareo y velocidad. El apellido de Solomon acompaña a todas las muestras en la sede de New York y en la de Bilbao, Venecia..., así que parece justo hacer otra visita con Hilla como protagonista.
¿Viajarán a las otras sedes del Museo Guggenheim las obras de Hilla Rebay como ya lo hicieron las de Lee Krasner, la artista eclipsada por Pollock? ¿Es el momento de reivindicar a las mujeres artistas? Seguro que Hilla sonreiría al saber que el crítico de arte Jerrt Saltz considera la muestra “Alice Neel, las personas primero” la mejor de las exposiciones celebradas en 2021 en Nueva York (puede verse en el Museo Guggenheim Bilbao hasta febrero). ¿Alguien entre los comisarios y curators habrá pensado en Hilla al programar Mujeres de la Abstracción que también podemos ver en el museo bilbaíno?
Esto es lo que dice la nota de prensa: “La muestra rinde también homenaje a algunas de las coleccionistas más influyentes del siglo XX, como Peggy Guggenheim o Hilla Rebay. Mujeres que supieron anticipar la importancia que la abstracción desempeñaría en la historia del arte e iniciar con este tipo de obras algunas de las colecciones más importantes del mundo”
No sabemos si Hilla llegó a imaginar que la colección que ella inicio con Solomon Guggenheim viajaría de vuelta a Europa; que en una etapa compleja como la de los dos últimos años, casi la mitad de los cuadros de Kandinsky de la fundación neoyorquina, 62 de los 150, iban a llegar a Bilbao, aunque con un retraso de cinco meses y con la comisaria ofreciendo charlas, detalles y adelantos de la presentación a través de la pantalla para una población confinada. Que se organizarían conferencias como “Kandinsky: arte, ciencia y sinestesia” y que no sólo los asistentes en la sala podrían verlas. Tal vez, la teosofía, las ciencias ocultas que estaban tan de moda en su época, hubieran visto todo esto como una gran sesión de espiritismo: Hilla sentada ante el lienzo, en un diorama, en una esquina de la exposición, recordando que ella fue la cofundadora y primera directora del Museo de arte no objetivo, Fundación Solomon R. Guggenheim, en la Gran Manzana.
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