Corfú, o Kérkyra, es la capital de la isla de la que toma su nombre. Desde el agua, a través la neblina que se eleva desde el mar, Corfú se extiende ante nosotros como si fuera un anfiteatro que invita a acomodarse en sus gradas, mostrando su mejor cara. Sin embargo, defendida por dos fortalezas, es un auténtico bastión que se levanta a orillas del mar Jónico, dispuesta a derrotar a todo el que trate de conquistarla.
Partimos hacia Corfú con unas expectativas más bien bajas en cuanto a lo que podría dar de sí la capital: demasiados turistas, cierta falta de mantenimiento, precios desproporcionados…, era lo que nos había llegado por diferentes fuentes. En realidad, no nos preocupaba porque solamente se trataba de una escala, casi obligada, en nuestro viaje a Albania.
Sin embargo, debemos decir que Corfú, la ciudad, ha resultado una auténtica sorpresa, en el buen sentido y que, de buena gana, nos habríamos quedado durante mas días entre sus callejuelas. También nos ha ocurrido lo mismo con Corfú, la isla, y eso que las expectativas en ese caso eran mayores y por tanto más difíciles de cumplir. Hemos podido recorrer solamente parte del centro y el norte. Cuatro días que nos han sabido a muy poco, y que nos han dejado con ganas de volver. Veréis por qué...
Al llegar a Corfú nos dirigimos hacia la Ciudad Antigua, rodeada de murallas, al abrigo de la Fortaleza Antigua y la Fortaleza Nueva. Ese espacio, relativamente pequeño pronto resultó insuficiente para albergar a la creciente población. Las casas comenzaron a ganar altura, se edificaron muy juntas, en piedra y sin usar cemento, dejando unas calles adoquinadas y estrechas (kantouina), a menudo en sombra; caminar por ellas puso a prueba nuestro sentido de la orientación.
Es precisamente ese juego de callejuelas, cantones, escaleras, patios y plazas escondidas, curvas y contra-curvas lo que convierte el laberíntico interior de la Ciudad Vieja de Corfú en un lugar lleno de sorpresas para descubrir caminando sin prisas y sin objetivos. Un placer que podemos disfrutar gracias a que los terremotos respetaron la isla, manteniendo prácticamente intacto el casco antiguo de la ciudad.
Llamó nuestra atención el contraste de luces y sombras, el color de la piedra, el mar que se divisa en el momento más inesperado, la sal que recorre las calles, y el encanto de esa especie de decadencia elegante, romántica, que acompaña a algunas ciudades que hemos visitado en nuestros viajes, y de la que Oporto, en Portugal, es una de sus mejores ejemplos.
Corfú es, sin duda, hija del Mediterráneo: situada entre Oriente y Occidente, al norte del mar Jónico y entrada al mar Adriático, escala comercial desde antiguo, sus raíces se hunden en el mito, cuando Homero nos habla, por boca de Ulises, de una civilización muy avanzada, la de los míticos feacios que, con su rey Nausítoo al frente, se establecieron en la isla de Esqueria (Corfú), procedentes del país de los Cíclopes. También fue uno de los lugares en los que Jasón y los Argonautas se detuvieron en su viaje de regreso con el Vellocino de Oro...
En la isla se han encontrado restos que avalan la presencia humana desde el Paleolítico, y los primeros colonos griegos fueron los eretrios que llegaron allí entre los años 775 y 750 a.C. Los habitantes de Corfú se acostumbraron a luchar por su independencia casi desde ese momento. Llegaron los corintios, atenienses y romanos; los bizantinos, que no pudieron impedir los ataques de vándalos o godos, ni siquiera cuando el famoso general Belisario estableció su base en la isla. También llegaron los normandos y los miembros de la Cuarta Cruzada que la saquearon... Mas tarde, durante 120 años llenos de privaciones para los corfiotas, la isla estuvo bajo el dominio angevino.
Posteriormente, en 1386, los venecianos recuperaron el dominio perdido sobre la isla, y se quedaron en Corfú durante más de cuatro siglos. El dominio veneciano salvó a la isla de la ocupación de los turcos, siendo el único territorio griego que no muestra influencias turcas en ningún aspecto. También resulta curioso que, pese a todo, los venecianos no dejaron en Corfú monumentos destacables, con excepción de las dos fortalezas y el teatro.
Sí encontraremos otros elementos, como la Fuente Veneciana de la Spianada, o la estatua erigida en honor del general alemán Johann Matthias von der Schulenburg, al servicio de la Serenísima, por su defensa de la ciudad frente a los otomanos, y que hoy en día se encuentra frente a la entrada a la Fortaleza Antigua.
Un breve dominio francés da paso a un protectorado ruso-otomano que propicia la creación de la República de las Islas Jónicas en 1800. En 1807 vuelven los franceses que se mantienen al frente hasta la caída de Napoleón. Las potencias europeas, Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia reconocieron la independencia de las islas jónicas, bajo la protección de Gran Bretaña. El protectorado se mantendría hasta 1863. Al año siguiente, 1864, las islas se adherían a Grecia que se había liberado, unos cuarenta años antes, del dominio de Turquía.
Todos los que han ocupado Corfú han dejado su huella, mas o menos intensa, en la ciudad; un legado que sus habitantes han hecho suyo, forma ya parte de su carácter, y tiene su reflejo por las calles de la Ciudad Antigua. Es por eso que resulta tan interesante conocer su pasado y caminar por su presente.
Si tuviéramos que elegir el punto neurálgico de Corfú sería un espacio sin construir situado entre la ciudad y la Fortaleza Antigua. Es la Spianada. Utilizada para uso de los artilleros y los desfiles, hoy cuenta en su parte sur con un parque por donde pasear con vistas al mar. Cierra esa parte del parque el edificio rosado de la antigua Academia Jónica, la primera universidad de Grecia.
En el norte de la Spianada encontramos un aparcamiento y un campo de criquet. Es el único lugar de Grecia donde se practica, herencia de los años de ocupación británica.
El conjunto de edificios que cierra ese lado de la plaza resume buena parte de la historia de la ciudad y muestra de un vistazo el encanto de la capital. Construcciones venecianas, francesas, británicas y griegas con soportales arqueados, llenos de cafeterías y restaurantes. Es el centro de la vida social de Corfú. Se trata del Listón, construido a imagen de la Rue Rivoli de París por el ingeniero francés Lesseps en 1807.
Cierra la plaza el Palacio de los Santos Miguel y Jorge, un edificio neoclásico con una columnata dórica en la fachada. En el friso, representaciones alegóricas de las siete islas del Jónico. Corfú aparece como un barco. Lo diseñó el coronel británico George Whitmore en 1819 como residencia del Alto Comisionado, aunque también albergó la sede del Senado Jónico, las oficinas de la orden de los Santos Miguel y Jorge, y fue residencia de verano de la familia real griega. Tras su restauración acoge el Museo de Arte Asiático, el Archivo Histórico y el Departamento de Antigüedades Clásicas.
Desde allí es obligado dirigir nuestros pasos hacia la Fortaleza Antigua, la Fortessa, situada casi enfrente del Listón. Es una obra cumbre de la arquitectura militar, con unas vistas magníficas tanto de la ciudad como del mar. Al llegar, vemos que se encuentra sobre una península, con lo que es fácil de defender, y además desde ella se controla el tráfico marítimo. Los primeros constructores fueron los bizantinos, a principios del siglo VIII. Su obra se mantendría casi intacta hasta el siglo XVI, cuando los venecianos fortificaron toda la ciudad, añadiendo aquí una puerta monumental y dos fosos mas.
En el interior, diversos senderos nos llevan entre los edificios, abandonados en buena parte, hasta las dos cimas de la fortaleza. Antes de salir, merece la pena acercarse hasta la capilla de Agios Georgios, un edificio neoclásico en forma de templo griego construido por los británicos en 1840.
Frente a ella se levanta la Fortaleza Nueva que, no puede visitarse en su totalidad porque se utiliza por la marina de guerra. Fue construida en 1570 por Francesco Vitelli, como parte de los trabajos de fortificación de la ciudad que realizaron los venecianos.
Vitelli no dudo en derribar cientos de casas e iglesias para obtener material de construcción. Incluso una de las puertas de la ciudad, la Porta Reale, fue destruida. Cosas del destino, la mayor parte de la Fortaleza Nueva fue desmantelada por exigencia de las potencias europeas antes de que Corfú se incorporase a Grecia.
En nuestro camino desde el Palacio de los Santos Miguel y Jorge, atravesamos los jardines que rodean al edificio, que muestran una exposición de esculturas, pérgolas y estatuas clásicas; un camino de ronda a lo largo de la muralla que nos deja magníficas vistas sobre el mar y la Fortaleza Antigua. También podemos ver la pequeña iglesia ortodoxa Ekklisia Panagia Mandrakiou. siempre con el mar a nuestro lado.
Los habitantes de Corfú son religiosos, y así queda patente en la ciudad que cuenta con numerosas iglesias, la mayoría de pequeñas dimensiones, y repartidas por todos los rincones de la Ciudad Antigua. Así, en una de las calles comerciales mas importantes y antiguas, Nikiforos Theotokis, nos encontramos los muros amarillos de San Vassilios.
Muy cerca, en la misma calle, y mientras damos buena cuenta de unos excelentes helados (a no perderse los de Papagiorgis), por fin encontramos una plaza con dimensiones que nos permiten llamarla así. Es la Plaza Agios Spiridonas, en cuyo centro se alza la estatua del político Theotokis (el de la calle), que fue primer ministro en cuatro ocasiones a finales del siglo XIX y principios del XX. A su alrededor, dos iglesias ortodoxas, la Panagia Faneromeni ton Xenon y la Agios Ioannis Prodromos. También se encuentra aquí el Banco Jónico, con el Museo de Billetes.
De algunas iglesias solamente quedan algunos restos, como el campanario de parte del sagrario de la Anountsiata, que fue destruida por los alemanes en 1943, en plena II Guerra Mundial. Entre sus muros habían sido enterrados los nobles que murieron en la Batalla de Lepanto, 1571, luchando contra los turcos.
No obstante, dos son los edificios religiosos capitales en Corfú. La Catedral o Panagia Spiliotissa, junto al puerto antiguo, data de 1577 y en su interior guarda iconos de la escuela jónica. Está consagrada a tres santos: la Virgen Spileotissa, a San Blas y a Santa Teodora, cuyas reliquias llegaron desde Constantinopla junto con las de San Espiridón. Es de pequeñas dimensiones para ser una basílica catedral, como podéis comprobar en la imagen que os mostramos ya que puede verse de un vistazo desde las puertas. La fachada renacentista resulta muy llamativa con su fuerte color granate y las escaleras monumentales que se abren a una pequeña plaza muy animada.
El monumento religioso mas importante es la Iglesia de Agios Spiridonas, construida en 1590. En su interior destaca el techo, decorado con 17 paneles circulares que ilustran la vida del santo. La iglesia, alargada, baja y con un gran campanario, sigue los cánones del arte italiano del siglo XVII. En su interior se guardan y veneran las reliquias de San Espiridón, que llegaron a Corfú en 1489. Según la tradición, el santo salvó a la isla de la peste en dos ocasiones, la última en 1630, y también del asedio de los turcos en 1716, convirtiéndose en santo patrón de Corfú.
Repartidos entre las callejuelas de la Ciudad Antigua, encontramos otros edificios interesantes, como la antigua Diputación, de 1840, construido por el popular arquitecto corfiota Chronis. También fue autor, entre otros muchos edificios, del Parlamento Jónico, un edificio neoclásico, de 1855. Destacamos también la magnífica Puerta de Agios Georgios, casi un arco de triunfo... y, por supuesto, el Ayuntamiento.
Se trata de la antigua logia de los nobles de Corfú. Es de estilo renacentista, se terminó en 1693 y es el único edificio de la ciudad que tiene muros labrados. Sus dos fachadas principales aparecen decoradas con máscaras de piedra, inscripciones y símbolos.
Fue sede de los juzgados y mas tarde, en 1720, fue convertido en teatro de opera y ya a principios del siglo XX en Ayuntamiento. A su alrededor hay locales con mucho ambiente, sobre todo por la noche, como el Pane e Souvlaki, que se encuentra en la misma plaza, y donde cenamos (estupendamente), dos noches.
La plaza que se abre al frente posee otros dos edificios venecianos de interés: la catedral católica de Agios Iakovos y el Palacio Arzobispal, hoy Banco de Grecia. También os recomendamos, algo más alejado del centro antiguo, recorrer la península de Kanoni, la primera Corfú, y acercaros hasta la iglesia que parece flotar las aguas, la Ekklisia Panagias Vlachernon.
La plaza que se abre al frente posee otros dos edificios venecianos de interés: la catedral católica de Agios Iakovos y el Palacio Arzobispal, hoy Banco de Grecia. También os recomendamos, algo más alejado del centro antiguo, recorrer la península de Kanoni, la primera Corfú, y acercaros hasta la iglesia que parece flotar las aguas, la Ekklisia Panagias Vlachernon.
En cualquier caso, lo que más nos ha gustado de Corfú ha sido callejear sin rumbo por sus intrincadas calles, aun a riesgo de perdernos lugares interesantes que hemos ido descubriendo a nuestra llegada, como la Plateia Kremastís, una de las más bonitas de Campielo, con su típico pozo veneciano en el centro; la plaza Agias Elenis, puerta de entrada al Campielo, con una gran palmera; o la mayor de este barrio corfiota que se nos quedó fuera de ruta, la plaza Taxiarchon...
Nuestro consejo es que disfrutéis de la riquísima comida, el ambiente de los restaurantes, de caminar por las calles de edificios con soportales sustentados por arcadas que aqui llaman voltes, y de las sorpresas que os iréis encontrando en cada esquina.
¡Muchas gracias! Excelente y muy precisa información.
ResponderEliminarGracias, esperamos que te sirva como inspiración. Para nosotros fue toda una sopresa que nos dejó con ganas de repetir. ¡Saludos!
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