Nuestro viaje por Dordoña - Perigord, en el corazón de Francia, un grand tour digno de formar parte de la historia de esa denominación que marca los inicios del turismo moderno, continúa. Descendemos por el Dordoña hasta llegar a otro de los pueblos mas bellos de Francia, Beynac-et-Cazenac. Sin duda, la forma de acercarnos hasta aquí debería ser navegando en alguna de las gabarras, réplicas idénticas de aquellas que utilizaron los pioneros de la navegación en el Périgord para llevar sus mercancias hasta Burdeos surcando el que para ellos era el río Esperanza.
El pueblo se encuentra al abrigo de la colina rocosa sobre la que se alza el recinto fortificado con la Iglesia y el Castillo de Beynac. Las primeras menciones históricas de Beynac se remontan al año 1115, cuando Maynard de Beynac hizo una donación a las monjas de Fontevrault. Este emplazamiento es uno de los hitos en nuestra ruta por el Périgord.
Abandonamos el curso del Dordoña para dirigirnos hacia el sur, adentrándonos en el Pays de Bergerac, hasta la frontera del departamento, donde visitamos el Château de Biron, sede de una de las cuatro baronías del Périgord. Ha permanecido ocho siglos en manos de la misma familia, los Gontaut-Biron.
La genealogía de los Gontaut se remonta al año 926, donde aparecen mencionados en un cartulario de la Abadía de Cadouin. El edificio se alza sobre una colina, dominando el paisaje, y ya desde la lejanía resulta imponente. La mezcla de estilos arquitectónicos hace muy interesante su visita, en la que, sin embargo, se echa de menos el mobiliario en unas estancias prácticamente vacías.
Muy próximo a Biron se encuentra el mejor ejemplo de bastida de todo el Périgord, y uno de los pueblos mas bellos de Francia: es Monpazier. Consecuencia de la repoblación de territorios durante el siglo XIII en Francia, surgió la bastida. Un tipo de asentamiento urbano, construido con una serie de características propias en relación a su organización política, social, económica, incluso en cuanto a la forma, dimensiones y morfología de las casas.
Además de una tener finalidad defensiva, con el fin de asegurar el territorio sobre el que se asentaban. Monpazier es una joya de la arquitectura medieval, mantiene intacto su aspecto y dimensiones originales. Pasear por sus calles es todo un viaje en el tiempo.
En nuestro camino de regreso hacia el rio Dordoña, aun debemos visitar Saint-Avit-Sénieur. Su iglesia fortificada es un imponente edificio románico de 55 metros de largo, incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO como parte de los Caminos de Santiago de Compostela en Francia.
La importancia de esta pequeña localidad y de su iglesia se debe a la popularidad e importancia de Saint Avit, cuyas reliquias se trasladaron aquí en el siglo XII, cuando se construyó la abadía. Las guerras de religión pasaron factura a los edificios. Actualmente se conserva la iglesia, reabierta al público tras su restauración, mientras que la Sala Capitular es lo único que se mantiene más o menos intacto de la antigua abadía.
Muy cerca se encuentra Cadouin, con su abadía y claustro, Patrimonio de la Humanidad. Géraud de Salles fundó, en nombre de Robert d'Arbrissel una ermita en un valle alejado del Dordoña en 1115, junto a una pequeña comunidad de monjes agustinos. Ya en 1119 la ermita se convierte en abadía, que pasaría a convertirse a la orden cisterciense hacia el 1200. Tras la primera cruzada, el sudario que envolvía la cabeza de Cristo, traído por Raymond, conde de Toulouse, terminó en Cadouin porque los monjes de de Le Puy, los destinatarios originales, no creyeron la historia del paño.
Comenzó un período de prosperidad y donaciones para el monasterio, que truncaría la Guerra de los Cien Años, cuando, por motivos de seguridad la sábana fue trasladada a Toulouse. Tras el fin de la guerra y después de un largo proceso, Luis XI dio la razón a Cadouin, que recuperó la propiedad de la reliquia.
Las guerras de religión nuevamente hicieron mella en las peregrinaciones, hasta que en 1643, Cadouin vuelve hacia la observancia estricta de la regla cisterciense, el obispo de Sarlat confirma la autenticidad de su sábana santa y el monasterio renace. El siglo XVIII supone el comienzo del fin, y tras perder la iglesia la propiedad, el conjunto es vendido en 1791. El claustro es una obra maestra, donde se mezclan elementos románicos, góticos y renacentistas.
Recuperamos el curso del Dordoña para acercarnos a otra de las villas de arte e historia de nuestro recorrido: Bergerac. Junto a la iglesia de St. Jacques encontramos la estatua de Cyrano, con la vista dirigida hacia lo alto, tal vez esperando que su amada se asome a una de las ventanas de una casa que no existe porque pese a ser uno de los atractivos turísticos de la ciudad, el personaje de la célebre nariz y verso fluido no tiene relación alguna con Bergerac...
En realidad esta anécdota sirve para que nos centremos sobre los verdaderos puntos de interés de esta localidad. Un antiguo monasterio es hoy sede de la Maison des Vines, donde se pueden conocer las características de las 13 denominaciones de origen controladas que se cultivan en los numerosos domaine que se despliegan por ambas orillas del Dordoña. El centro medieval de Bergerac es bullicioso y lleno de color, aunque también es posible caminar por estrechas calles y pequeñas plazas donde solo se escucha el sonido de nuestros pasos.
Sin duda, el Périgord Púrpura, tierra de castillos y viñedos, tiene su representante más emblemático en el Château de Monbazillac. Un edificio que muestra una interesante mezcla de castillo defensivo con la elegancia de las formas renacentistas. Su aspecto ha permanecido prácticamente intacto desde el siglo XVI, lo que es notorio, superando sin problemas incluso la Revolución Francesa. En el interior visitamos varias salas, todas ellas amuebladas elegantemente y dependencias dedicadas a la exposición de objetos relacionados con la viticultura.
Tal y como ocurre en otros famosos suelos, como el de Sauternes, el de Monbazillac es propenso a la aparición del hongo botrytis cinerea, que transforma los vinos, convirtiéndoles en dulces, de gran calidad y fama. Desde 1960 el terroir se explota en forma de cooperativa.
Nuestro camino nos lleva hacia el norte, en busca de otro valle y otro río, L'Isle. Junto a el se levanta la capital del departamento, Périgueux, que hunde sus raíces en la cultura y la herencia galo-romanas, presente en la domus de Vesunna, donde el arquitecto francés Jean Nouvel ha sabido adaptar su intervención al sitio arqueológico de forma espléndida.
Périgueux, calificada como villa de arte e historia es una ciudad que deja se recorrer fácilmente a pie, admirando su armónica mezcla medieval y renacentista. La piedra calcárea, cuyo color ha dado nombre al Périgord Blanc, tiene aquí un protagonismo absoluto. Fachadas, pavimentos, y, por supuesto, la imponente Catedral de St. Front, dedicada al primer obispo de la ciudad, con planta de cruz griega y cúpulas de inspiración bizantina que recuerdan a San Marcos de Venecia, se construyen con este material.
Las grandes obras de urbanización del siglo XIX, dejan su impronta en los bulevares, y sus casas con fachadas llenas de balcones y ventanales, remarcando la importancia de Périgueux como capital, aunque sin perder la magia que nos permite disfrutar de una ciudad donde la vida avanza al paso del hombre.
Muy cerca de Périgueux, al norte, y como aproximación al río Dronne, y su famoso valle, en pleno Périgord Verde, nos acercamos a la llamada Venecia del Périgord, Brantôme. La villa ocupa una pequeña isla, rodeada por el rio, y surcada por numerosos canales. Destaca la sólida figura de su abadía benedictina, que pese a la sensación de calma que transmite, ha vivido tiempos convulsos, siendo destruida en dos ocasiones por los vikingos.
Aunque aquí se encuentran restos de habitación humana desde el Neolítico, no será hasta la construcción de la hoy conocida como Abadía de St. Pierre, cuya fundación se atribuyó durante mucho tiempo a Carlomagno, cuando Brantôme cobre verdadera importancia. Durante un tiempo, tras el matrimonio de Eleanor de Aquitania con Enrique II Plantagenet, estuvo, al igual que otros lugares de Francia, bajo varios períodos de dominio inglés, en concreto hasta 1463, sufriendo graves daños, seguidos de diversas reconstrucciones.
Brantôme esquivó con relativo éxito las guerras de religión, la revolución y los diversos conflictos bélicos posteriores. Actualmente nos encontramos con un edificio de corazón románico, con elementos góticos y renacentistas. Además de las reformas realizadas durante el siglo XIX por discípulos de Violet-le-Duc.
Uno de los elementos que acompaña cualquier paseo por Brantôme es el sonido de las campanas procedentes del campanario más antiguo de Francia, data del siglo XI, y que no se encuentra construido sobre la iglesia, sino sobre un saliente rocoso de 12 metros que la domina. Hay que recordar que parte de la abadía del siglo XII está construida sobre el acantilado, donde también existían dependencias de los monjes.
El Périgord ha sido un auténtico descubrimiento, para nosotros ya es uno de los lugares destacados en la geografía europea, un espacio al que escapar para dejar de lado la velocidad con la que transcurren los acontecimientos de la vida actual, y recuperar la sensación de sentirse una especie privilegiada: los humanos.
Primera Parte
Viaje a Dordoña Perigord, el Grand Tour I
Agradecimientos
Este viaje ha sido posible gracias a la colaboración del Comité Départemental du Tourisme de la Dordogne.
El Guisante Verde Project mantiene todo el control editorial del contenido publicado.
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Impresionante este post.Excepcional tanto en imágenes como en las explicaciones a medida que vas leyendo más te gusta. Bueno y que decir de los vídeos, magníficos. Me ha gustado mucho la Venecia de Périgord.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte.
Tiramillas, es super variado, el Perigord, da no para uno, sino para muchos viajes..., un abrazo
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