Viajamos al corazón de Holanda, la ciudad de Utrecht, una ciudad recorrida por canales, donde la bicicleta es la protagonista. Seguiremos el llamado hilo de oro, que es como conocen los holandeses al rio Vecht porque en sus orillas se levantan fortalezas, castillos, como el Kasteel De Haar, mansiones y puentes de postal. Todo ello en un tramo de unos 30 km, tan verde, que nos hace olvidar que muy próxima discurre una moderna autovía de seis carriles.
La importancia de la bicicleta se hace visible nada más llegar a la Estación Central de Utrecht donde nos encontramos un gigantesco parking para bicis. Es toda una hazaña que cada propietario pueda identificar la suya entre varios niveles de bicis encadenadas. Nos hace sentir extraños recorrer sus calles caminando y desde luego hay que ir atentos, sus habitantes están tan acostumbrados a sus caballos de hierro que nos parecen centauros modernos.
Precisamente teníamos previsto un recorrido en bicicleta que parte del casco antiguo de la ciudad hacia Oud Zuilen y Breukelen, aunque el tiempo no está por la labor, y la lluvia, compañera durante toda nuestra estancia, nos obliga a realizar algunos cambios en la ruta. Afortunadamente, la Oficina de Turismo de Holanda, que ha hecho posible este viaje, los realizó con agilidad.
Como preludio a nuestra excursión, descubrimos el StadsKasteel Oudaen, un castillo en el centro de Utrecht, a orillas de su canal más conocido, el Oudegracht. El edificio fue utilizado como hogar para pobres y ancianos como nos recuerda su fachada y en la actualidad aloja una conocida cervecería, donde además de reponer fuerzas, se puede realizar una visita para conocer el proceso de fabricación de la cerveza.
Apetecía regalarse con una comida en una estancia palaciega, y si bien es cierto que los amplios salones de la familia Oudaen no están a la altura de las estancias de los Rotchschild, Van Zuylen, Nyenrode o Ridderhofstad que visitaríamos al día siguiente, el ambiente del comedor de esta cerveceria de Utrecht cuadra más con nuestras expectativas y sobre todo con nuestro bolsillo.
El Castillo de Zuylen era uno de los protagonistas de nuestra excursión, aunque los cambios obligados hicieron que finalmente no pudiéramos visitar su interior. Esta construcción fue edificada en las ruinas del pueblo medieval de Oud Zuilen y entre sus muros vivió Isabelle de Charrière, más conocida como Belle Van Zuylen, escritora prolífica, muy crítica con la nobleza a la que pertenecía, en especial tras la revolución francesa. Autora de panfletos y partituras, incluso envió a Mozart alguna de sus composiciones, casi podemos imaginarla paseando plácidamente con esa pose aristocrática de la que renegaba y que tan bien refleja el retrato que le hizo Quentin de La Tour.
Las cuatro torres nos recuerdan que Slot Zuylen era una fortaleza medieval, comienza a edificarse en el siglo XIII, aunque las últimas reconstrucciones nos ofrecen un aspecto palaciego del XVIII. Hay que fijarse en la serpiente de ladrillo, la muralla que junto con el foso forma la primera linea de defensa de la fortaleza. El interior ha respetado en gran medida el gusto de su famosa inquilina, y la visita incluye la bilbioteca, cocina, el cuarto pintado, comedor, el salón azul, la galería y los cuartos de Belle Van Zuylen. Para imbuirse aun más en el estilo de vida de Isabelle, podéis realizar una visita guiada que incluye te y pastas.
La verdadera sorpresa de este recorrido la hemos encontrado en el Kasteel de Haar, un castillo de cuento de hadas, el mayor de Holanda, que curiosamente también está relacionado con la familia Van Zuylen. Aunque las primeras informaciones de su construcción nos llevan a 1391, cuando aún pertenecía a la familia De Haar, la falta de herederos le hace cambiar de manos pasando a los Van Zuylen en 1440. No es hasta 1892 cuando de la mano del arquitecto P.J.H. Cuypers que adquiere el aspecto gótico que hoy encontramos.
¿Cómo llega el arquitecto de la Estación Central y el Rijksmuseum de Amsterdam a encargarse de la restauración de este castillo cercano a Utrecht? La clave la encontramos en la boda del Barón Etienne Van Zuylen Van Nijevelt con Hélène de Rothschild. Lo cierto es ella perdió el apoyo de su adinerada familia por casarse con un católico, y los Rothschild donaron la casa familiar al gobierno francés, aunque la parte de la herencia a la que sin duda tuvo acceso se hace visible en las lujosas dependencias que visitamos con una guía durante aproximadamente una hora.
Llama la atención la pasión de la pareja, que tuvo dos hijos, por el automovilismo. Ambos participaron como pilotos de carreras, ella convirtiéndose en la primera mujer que competía en una carrera internacional, con el pseudónimo de snail, caracol, mientras que el Barón Ettiene Van Zuylen lo hacía con el mismo, en francés, escargot. Sin embargo no todo fueron alegrías con los automóviles ya que uno de sus hijos, Helin, falleció en accidente de coche.
El contraste entre un castillo medieval que nos recibe entre inmensos y cuidados jardines con su foso, torreones, altas murallas y decoradas contraventanas en rojo y blanco con aspecto defensivo, no nos previene del eclecticismo que se agazapa en su interior. Junto a bellas tallas góticas, capillas, tapices, preciosos artesonados y chimeneas, vamos a encontrar por todas partes las huellas de una familia acostumbrada al buen vivir. En el hall de entrada, una moderna escultura con los palos de golf y las maletas listas para el viaje son toda una declaración de intenciones, como lo es el sarcófago lleno de botellas de champán francés.
El comedor principal, llamado comedor real está listo para 34 invitados, conocidos como grandes anfitriones los Van Zuylen con el Barón Etienne y más tarde con su hijo Egmont y su nieto Thierry han recibido insignes visitantes en este salón.
Por supuesto un castillo de estas dimensiones tiene unas enormes cocinas que incorporan un moderno sistema de ventilación, todo tiene cabida y las comodidades no están reñidas con estancias que mantienen su apariencia medieval. En estas cocinas trabajo durante más de 40 años el chef Pierre Amory que con sus famosos postres, deleitaba a la jet set invitada al castillo.
Hélène fue sin duda una pionera, casada con el barón por conveniencia, puesto que era lesbiana, apodada en su París de origen Le Brioche, el bollo. No se conformó con ser la primera mujer en ponerse al volante en una competición internacional, también escribió poemas, cuentos y obras de teatro, algunos de forma conjunta con su compañera y amante Renée Vivien.
Aunque hoy los nietos y herederos de Hélène y Etienne sólo pasan el mes de septiembre en el castillo anexo, todo parece recordarnos su nivel de vida. Lujosos dormitorios con chocolates y enormes frascos de perfume francés, tal vez patrocinadores de la actual fundación, nos recuerdan en cada estancia que los barones trajeron objetos y obras de arte de medio mundo hasta este castillo en Holanda.
Vamos a acercarnos a conocer la villa que dió nombre a la ciudad estadounidense de Brooklyn, Breukelen. No olvidamos que fueron inmigrantes holandeses los que bautizaron como New Amsterdam a la actual ciudad de la Gran Manzana, Nueva York. Encontramos algo desangelado este pueblo con su plaza preparada para recibir muchos visitantes, y resulta extraño ver tantos coches cruzando su puente blanco, uno de los muchos que vamos a ver en nuestro recorrido y que nos recuerdan a los pintados por Van Gogh.
De vuelta hacia Utrecht nuestro itinerario nos llevará por la zona de lagos de Loodsdrechtse Plassen y Maarseveen. Son varios los castillos que podemos observar como el Kasteel Nyenrode, hoy día reconvertido en una escuela de negocios, o el sobrio Ridderhofstad Gunterstein que nos observa altivo desde la orilla.
En un entorno que lo pone fácil, donde vecinos de todas las edades van sobre dos ruedas, dan ganas de ponerse a recorrer en bicicleta la línea de defensa fortificada de Holanda creada en el siglo XVII y que en el siglo XX se extiende incluyendo a Utrecht, la Nieuwe Hollandse Waterlinie, con 46 fortalezas. Hay señalizada una ruta “Waterlinieroute” con el itinerario. En un país donde el control del agua y los canales, la singularidad de los pólders, es protagonista, no es extraño que un perímetro que rodea a la capital permitiera inundar en 48 horas una red de líneas de defensa acuáticas para impedir la entrada a la infantería. Considerada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco hoy es difícil pensar en su carácter bélico entre un paisaje que invita a la calma.
Después de nuestra excursión llegamos de nuevo al centro histórico de Utrecht, un nombre que hemos intentado en vano pronunciar correctamente, sólo para obtener sonrisas a medias de nuestros acompañantes holandeses.
Tendremos tiempo de descubrir por que los canales en dos niveles son únicos en el mundo, que hace un monolito vikingo en sus calles y mirar de nuevo el mundo desde arriba en lo alto de la Domtoren, aunque esa es ya otra historia…
Un recorrido fascinante que me gustaría emular algún día. estuve por allí, pero yendo con gente a la que tenía que amoldarme y sin haber preparado nada, así que me perdí estos preciosos castillos. Ahora me dan ganas de volver, con más tiempo, y por mi cuenta.
ResponderEliminarEs verdad que cuesta Tawaki adaptarse al ritmo de otras personas, ya no digamos a los gustos. Y encontrar el equilibrio entre planificar y descubrir... en cualquier caso esta zona merece una visita pausada, ya nos contarás, un abrazo ;-))
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