El automóvil reclama su espacio en el mundo del Arte. La exposición ‘Motion. Autos, Art, Architecture’ ha convertido algunas de las salas del Museo Guggenheim Bilbao en un sofisticado aparcamiento donde se reúnen 38 piezas emblemáticas de la historia de una máquina que ha transformado a la humanidad como pocas. ¿Son los automóviles objetos artísticos? ¿Es un museo de arte el lugar adecuado para exponer una colección de coches?
El arquitecto Norman Foster, premio Pritzker y Príncipe de Asturias, entre otros, intensifica su presencia y relación con Bilbao. De su estudio salió la línea de Metro, en 1995, con sus célebres ‘fosteritos’, los accesos a las estaciones, construidos en acero y vidrio, en forma concha o caparazón. El suburbano es, sin duda, el primer elemento de la drástica transformación urbana que ha experimentado la ciudad desde entonces.
Otro de los símbolos de la ciudad, el Museo de Bellas Artes, también se encuentra bajo el influjo del británico, que está al frente de la futurista y no exenta de polémica, renovación del clásico edificio de ladrillo, puerta de entrada al Parque de Doña Casilda.
Foster regresa ahora a Bilbao como comisario, junto a Manuel Cirauqui y Lekha Hileman Waitoller, de la exposición que se convertirá en el éxito de público del año. Un momento, además, marcado especialmente en el calendario del Museo Guggenheim Bilbao: 25 años han transcurrido ya desde que se levantó sobre los antiguos astilleros Euskalduna.
‘Motion’ pone ante los ojos del visitante 38 automóviles, muchos de ellos expuestos por primera vez ante un público amplio. La selección, a la que Foster, apasionado del automóvil, ha aportado 11 vehículos de su colección privada, se ha realizado siguiendo criterios de belleza, singularidad, progreso técnico y visión de futuro.
Las salas agrupan las piezas en torno a una serie de conceptos: Comienzos, Esculturas, Popularización, Deportivos, Visionarios, Americana y Futuro. Los espacios, en general, dan la impresión de ser demasiado abigarrados y no permiten contemplar completamente algunos de los vehículos, mientras que la altura y anchura de las plataformas sobre las que se encuentran son, a menudo, un impedimento para asomarse a los interiores. No obstante, ante la más que previsible gran afluencia de visitantes, de la que ya hemos sido testigos, probablemente sea ésta la mejor forma de preservar la integridad de las piezas.
A Foster le encantaría que saliéramos de ‘Motion’ y mirásemos a nuestro alrededor, a los coches, un elemento tan familiar e integrado en la vida cotidiana que ya no atrae nuestra atención. Lo cierto es que la exposición lo consigue, aunque tal vez es un tanto descorazonador. En el mundo real, la uniformidad en el diseño de los automóviles parece convertirse en el indicador que nos pone frente al grado de estandarización y uniformidad de nuestra propia sociedad, donde cada vez resulta más difícil salirse de lo establecido. La industria del automóvil parece haberse olvidado hoy de la belleza; a cambio tenemos un mundo pensado para los coches.
Nos gustaría ver coches como los de ‘Motion’ rodando por las calles, reflejo de una sociedad más colorida, más plural, con más espacios abiertos, sin contaminación, con menor consumo y menos movida por la búsqueda de una rentabilidad económica cortoplacista. Una utopía.
En el interior de ‘Motion’, por fortuna, impera el diseño más atrevido, los colores, la originalidad. Un buen número de los vehículos que se muestran llaman inmediatamente nuestra atención por su diseño, como el turquesa ‘Dymaxion #4’, el amarillo ‘Pegaso 102 Cúpula’, el rojo encendido ‘Delahaye Type 165’ o el delicadísimo azul ‘Alfa Romeo Bat 7’, por citar algunos.
Es necesario detenerse ante cada uno de los automóviles que componen la exposición para apreciar el casi infinito número de detalles que los convierten, con frecuencia, en piezas únicas. El ‘Elektrischer Phaeton, Modell NR. 27’ incorpora el sistema de vehículos eléctricos e híbridos Lohner – Porsche, de Ferdinand Porsche. El modelo expuesto, totalmente eléctrico, obtuvo la Medalla de Oro en la Exposición Universal de París… ¡en 1900! Utiliza motores eléctricos en las ruedas, un sistema que la NASA empleó después para el rover lunar y que actualmente se utiliza en diversos medios de transporte libres de emisiones. El Firebird, de 1956, además de la espectacular carrocería en forma de cohete, presenta detalles como la activación mediante una llave magnética. Los avances del Firebird II y III parecen salidos de un videojuego. Todas las innovaciones parecen estar ya listas hace lustros, en la época dorada de los 50, incluso el coche autónomo, pero los poderosos lobbys siempre han estado más atentos a otros beneficios.
Merece la pena observar las reacciones del público al deambular entre estos inmaculados, brillantes y asombrosos ingenios mecánicos. Sorpresa, admiración, veneración incluso; un interés real, que demuestra hasta qué punto el automóvil está presente en nuestras vidas. Es un elemento que ha transformado la industria, el urbanismo y la arquitectura, el paisaje, la movilidad. El diseño, la investigación, innovación y la publicidad han evolucionado junto a la industria del automóvil. Del objeto de lujo al consumo de masas. Del privilegio a la obligación. De la construcción casi a medida, a las enormes fábricas de Detroit. Del culto a la velocidad, los circuitos y las carreras a los utilitarios. El “dos caballos”, el ‘escarabajo’, el “cuatro latas” o la California también tienen su espacio en esta muestra.
Otro punto no menos interesante de ‘Motion. Autos, Art, Architecture’ es el discurso que pretende unir la influencia del automóvil y su poder transformador sobre buena parte de los aspectos de la vida humana, también del arte. El concepto está bien hilado, aunque algunas conexiones se queden un tanto cojas, reducidas a maquetas o fotografías; otras están mucho mejor reflejadas en secciones como ‘Esculturas’. Las paredes de las salas de ‘Motion’ aparecen cubiertas de obras de Le Corbusier, Wright, Brancusi, Calder, Moore, Warhol, Hockney, Pierre Bonard, Ramón Casas, Sonia Delaunay, Dorothea Lange, Lalique, y otros muchos artistas, incluyendo una auténtica primicia: el lienzo ‘Choque de Tranvías en el Arenal’, de Guezala.
Si lográis apartar la vista de los coches hay muchas curiosidades a las que atender. La arquitectura y los coches. Foster hace gala de su pasión por los coches, 11 de los 38 automóviles expuestos son de su colección particular, como el Voisin C7 Lumineuse que conducía Le Corbusier. Este último propuso las bases de un coche básico que podemos ver construido en madera. Atentos a los bocetos de Wright pensados para la industria del automóvil, con rampas en espiral, imitando los zigurats, que dieron lugar al diseño del Museo Guggenheim de Nueva York.
Warhol recrea el Patent Motor Car de 1886, apenas un carruaje con motor. Hockney usa sus composiciones con múltiples fotos para hablar de míticos recorridos por Estados Unidos, uno de los países donde el culto al coche es más evidente. Las esculturas de Brancusi, con forma de pez, de pájaro, nos hablan de la aerodinámica, junto a una pieza de Boccioni con forma de ¿ballena?, que inspiraba los dirigibles.
El hombre quiere volar, quiere correr, quiere superar sus límites. Querían superar al caballo y lo desterraron de las ciudades. Diseñadores de aviones participan en el diseño de coches; sofisticados interiores, el cristal, los nuevos materiales de la arquitectura, se trasladan a estos nuevos objetos de culto. Una industria que contrata a los mejores creadores. Si antes había que pensar en caballerías y carruajes, ahora los accesos, aparcamientos, carreteras, circuitos, inundan las ciudades.
Movimientos artísticos en los que la velocidad es fuente de inspiración como los futuristas; podemos disfrutar de los coloridos carteles de las carreras de coches en San Sebastián, las campañas de turismo de Shell, las formas art decó del edificio Chrysler en Manhattan, el primer logotipo de Renault, los diseños de Sykes para “El espíritu de la velocidad”: la pequeña escultura que decora los Rolls Royce, o los trabajos en cristal de Lalique para premios de carreras.
Una pequeña selección de fotografías nos recuerda que la moda también coqueteó con la industria del automóvil, pero la presencia de la mujer es exigua en esta muestra. Apenas presentes como modelos para publicitar los vehículos, junto a una acuarela de Sonia Delaunay, alguna fotografía de Dorothea Lange, o el “tartan”escocés, el tejido popularizado por Cocó Chanel en el interior del Voisin 7 Lumineuse. ¿Sigue siendo el automóvil un feudo masculino?
Podríamos hablar de una gala de estrellas, con obras de artistas que han visitado anteriormente el Guggenheim de Bilbao: Brancusi, Hockney, Wharhol…, una exposición artística paralela con el automóvil como hilo conductor, y ahí vuelve el debate. ¿Son los automóviles objetos artísticos? ¿Es un museo de arte el lugar adecuado para exponer una colección de coches? A la vista de las piezas que nos muestran responderíamos que sí a ambas cuestiones; la narrativa que une todos los elementos, autos, pinturas, fotografía, diseños, escultura, es ambiciosa y, tal vez, no logre su objetivo: evitar que la crítica dictamine que se trata de una exposición creada ‘ad hoc’ para celebrar el 25 Aniversario, con el único fin de ‘hacer caja’.
No es la primera vez que el Museo Guggenheim Bilbao organiza exposiciones controvertidas. Por una parte, aquellas que se escapan de la, ‘a priori’, temática que debería programar un museo de arte contemporáneo como éste. En la memoria surgen ‘China, 5000 años’, ‘Rubens y su época. Tesoros del Hermitage’ o ‘El Imperio Azteca’, por citar solo unas pocas.
Otra tipología diferente es la que remueve el concepto mismo de lo que debe ser considerado ‘Arte’, como la exposición sobre ‘Armani’, ‘El arte de la motocicleta’, ‘Murakami o la misma ‘Motion’, entre otras. Estas incursiones en el aspecto más clásico del arte, incluso en la Arqueología, o los debates sobre qué objetos, instalaciones, creaciones audiovisuales, etc., son merecedores de ser considerados arte, muy contestadas en los comienzos del museo, están plenamente aceptadas actualmente. Por supuesto, todas las exposiciones mencionadas y el resto que comparten las mismas características, han sido un absoluto éxito de público.
Esas exposiciones populares, por una parte, proporcionan al museo parte de los recursos necesarios para embarcarse en aventuras mucho más atrevidas y minoritarias, interesantísimas y, por otra parte, exponer muestras como la reciente ‘Alice Neel. Las personas primero’, organizada por The Metropolitan Museum of Art en colaboración con el Museo Guggenheim Bilbao y The Fine Arts Museums of San Francisco ha sido, para la crítica, la mejor exposición de 2021. Para nosotros, el poder disfrutar en una ciudad pequeña como Bilbao de oportunidades así es un lujo que no podemos perder.
Es probable que entre los miles de visitantes que a buen seguro va a recibir ‘Motion’, una parte no repare en el resto de obras artísticas que acompañan a los llamativos coches. Muchos, sin embargo, se detendrán también frente a los cuadros, las esculturas, las imágenes, y se preguntarán por qué están allí. Atraer público al interior de los museos no es una tarea sencilla.
Otorgar la categoría de arte a objetos cotidianos, aunque sean tan extraordinarios como los vehículos de ‘Motion’, puede servir para ampliar horizontes estéticos, estimular la curiosidad y expandir el gusto por la cultura. Si además reservamos un rato para la última sección: Futuro, donde 16 escuelas de diseño y arquitectura de todo el mundo presentan sus propuestas de movilidad, viajaremos a ciudades donde ciclistas y peatones se apropian de pasos elevados, aparcamientos; los vehículos llevan hélices, son híbridos, autónomos, seguros, utilizan energías renovables... El urbanismo y la movilidad se reinventan, ¿sobrevivirá el automóvil? ‘Motion. Autos, Art, Architecture’: Museo Guggenheim Bilbao. Arte sobre Ruedas.
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