El cielo poco a poco se tiñe de rojos, naranjas, amarillos y malvas. El Sol inicia su lento descenso estival sobre el mar, tranquilo a esas horas. Decenas de personas se arremolinan en grupos junto a los acantilados, mirando hacia el oeste, como si nos encontráramos en una antigua ceremonia egipcia despidiendo al astro solar al inicio de su viaje por el reino de la noche; o en las más modernas concentraciones en Cala Benirrás, Ibiza, aunque en estas latitudes norteñas en las que nos encontramos el sonido de los tambores ibicencos no nos acompaña. En el ambiente se palpa un cierto nerviosismo, incertidumbre y también impaciencia, algunos llevan horas aquí, esperando pacientemente. Estamos en Runde, Noruega, la Isla de los Pájaros, y algo va a suceder...
Con tan solo 4 kilómetros de longitud y algo más de tres de anchura, esta pequeña isla de Noruega, situada muy cerca de la modernista ciudad de Alesund, atrae a viajeros de múltiples rincones del mundo para recorrer sus senderos con la esperanza de avistar a algunos de sus vecinos más ilustres, como el Águila de Cola Blanca, Alca Torda, Cormorán Moñudo, Alcatraz, Arao Común, Págalo Grande, Fulmar Boreal, Gaviota Tridáctila..., un buen número de ellos en serio peligro de extinción. Además de, claro está, la estrella de la isla, el Fratercula arctica, o Frailecillo.
Es casi obligatorio, nada más pisar la isla, acercarnos hasta el Runde Miljøsenter, el Centro Ambiental de Runde, donde encontraremos información sobre las diferentes especies de aves que pueden avistarse, mapas con los senderos y la normativa a respetar, puesto que es necesario preservar las zonas de cría y no se permite caminar por donde se quiera. Se calcula que aquí nidifican alrededor de 80 de las 230 especies que se pueden observar. También podréis reponer fuerzas después de una dura jornada por la isla.
Runde, que carece de bosques, se asemeja a una gran pradera inclinada e irregular. Su altura máxima es de algo más de 330 metros, lo que no parece gran cosa, podría pensarse. Sin embargo, al ser su tamaño tan reducido, las pendientes son considerables y recorrerla no es un paseo, sino un constante sube baja, en el que las vistas compensan con creces cualquier esfuerzo. Los acantilados son magníficos y es allí donde se concentra la mayor parte de las aves marinas que habitan la isla. En un día despejado como el que tuvimos, uno no se cansa de mirar el horizonte, buscando los límites de la isla, los acantilados y el mar, que parece infinito, o la niebla que asciende del oceáno y llena la depresión central hasta ocultar el sol, para disiparse a medida que se acerca la noche.
En comparación con los vecinos residentes, unos 150, el número de aves resulta abrumador. Se estima que oscila entre el medio millón y los 700.000 ejemplares. Semejante cantidad de aves puede llevar a creer que no solo es sencillo fotografiarlas, sino que hasta podremos elegir con que imágenes quedarnos entre las decenas que tomaremos. Nada más lejos de la realidad. Se necesita tiempo y paciencia. Algunas aves son muy madrugadoras, otras, en cambio, están activas durante el día o al atardecer. Además, hay que hay que caminar, porque están repartidas por diversas zonas y asumir que en no pocos casos solo se encuentran al alcance de unos buenos prismáticos. Lo mejor, para evitar frustrarnos, es planificar la jornada como un día en el campo, sin más aspiraciones; caminar atentos, eso sí, y disfrutar de las especies que veamos y del entorno, que repetimos, es un espectáculo.
A última hora del día, con la incertidumbre que supone precisar el momento exacto en el verano noruego, con esos días que parecen no tener fin, el momento esperado por todos los que nos encontramos sobre los acantilados de Runde se acerca. Es la hora del Frailecillo. Han pasado todo el día pescando y regresan del mar para alimentar a sus crias. Los primeros murmullos nos alertan. Están llegando. Todo el mundo prepara sus cámaras, se escuchan los primeros clicks y, pasada la excitación del momento, llega la decepción. ¿Que fotografían?¿Que ven? Hay que aguzar muy bien la vista para divisar los pequeños, y escasos, objetos que planean hasta encontrar refugio en el acantilado, muchos, muchos metros por debajo de nosotros.
Los documentales, las revistas de viajes y otros foros hacen que buena parte del personal, que pacientemente busca captar la llegada de los frailecillos, incluido un ingenuo servidor, se espere una especie de legión que surgiendo del horizonte, allí donde el sol tiñe el cielo de colores imposibles, se acerque hasta ellos, con curiosidad y descaro.
Pasamos buen rato apuntando el teleobjetivo hacia las rocas, haciendo zoom al máximo en la pantalla para encontrar agazapado, oculto entre la vegetación, borroso y movido, algún ejemplar de frailecillo. El Sol se encontraba ya cerca del mar, no calentaba lo suficiente y fue demasiado para muchos de los cazadores digitales, que emprendieron un lento éxodo hacia la parte baja de la isla, un buen paseo aún para llegar al aparcamiento.
Sin embargo, ya os lo dije antes... Paciencia... Ahora sí, llegaron más frailecillos, muchos, se posaron considerablemente más cerca, como si estuvieran esperando a que la mayoría de humanos se fuera. Se les veía perfectamente acercarse desde el mar. Es curioso que estas aves, que parecen pequeños pingüinos regordetes vuelen tan rápido, planeen y aterricen con bastante precisión. Uno se queda absorto viéndoles evolucionar; ya en tierra, se muestran ajenos e indiferentes al enjambre bípedo que les observa entusiasmado. Al mismo tiempo, hacen todo lo contrario. Son, en efecto, extremadamente curiosos, hasta el punto que se acercan a los humanos a una distancia inconcebible para un animal salvaje, mirándonos con una tranquilidad que, por momentos, nos hace pensar que son ellos los que han venido a vernos a nosotros y no al revés.
A Runde también se la conocía como La Isla del Tesoro, a causa del oro procedente de los restos del navío holandés Akerendam que naufragó en estas costas en 1725. La isla también es una gran zona para practicar el buceo y la pesca. La visita a Runde es una excursión perfecta para realizarla desde Alesund, o incluso desde más lejos, como hicimos nosotros, alojados junto a las orillas del Nysaetervatnet, el Lago Nysaeter, en los Alpes Sunnmørs. Runde es una isla para disfrutar de una naturaleza que es imprevisible, del mar, de su frágil ecosistema, de las aves en libertad... Es una pequeña isla, sí, no la dejéis pasar.
Viajes a Noruega (7). Entradas Relacionadas
Noruega, todas las entradas
Qué pedazo de entrada más currada y más interesante. Nos conformaremos con viajar a través de los libros que tampoco esta mal. Buen verano, Paco
ResponderEliminarMuchas gracias Paco Piniella, viajar y leer para nosotros siempre están unidos. ¡Saludos!
Eliminar