Albania, la Tierra de las Águilas, es un pequeño país que se encuentra en el corazón de la Península Balcánica. Una región históricamente convulsa, culturalmente muy diversa, donde se escucha hablar multitud de lenguas; una región donde, a pesar de todas las diferencias que separan a sus habitantes, las costumbres, tradiciones, gastronomía…, traspasan fronteras.
Albania es hija del Mediterráneo; las aguas del Mar Adriático y del Mar Jónico rompen en sus playas y acantilados. Muy cerca del punto en el que ambos mares se encuentran, comienza la línea de costa se conoce como Riviera Albanesa. Allí podremos disfrutar de la que para muchos es un paraíso en Europa y una de sus playas más bellas: Gjipe o Gipea, en albanés.
En nuestras primeras impresiones de un viaje por el centro y sur de Albania, ya mencionábamos la carretera que recorre la Riviera; desde el Llogara Pass hasta Lukovë el camino es una sucesión de curvas que nos descubre montañas, olivares, pueblos que parecen a punto de precipitarse por los acantilados, playas y pequeñas calas, siempre acompañados por un mar de colores cambiantes.
Partimos desde Dhërmi, uno de los lugares de referencia para un viaje por la riviera albanesa, en dirección sur, hacia Sarandë. Al pasar el pequeño pueblo de Iljas, un desvío a la derecha nos conduce al Monasterio de San Teodoro.
Nota: En este mismo punto, existe una senda que, a pie, nos lleva hasta la playa de Gjipe, descendiendo por el cañón. Es un camino largo, difícil para la mayoría y resulta necesario el uso de cuerda de escalada en varios puntos para salvar algunos desniveles, por lo que, si no se está acostumbrado a este tipo de senderos, no es una opción recomendable.
El Monasterio de San Teodoro fue fundado en el siglo XIV, aunque los trabajos de construcción no finalizaron hasta 1860. Utilizado como base militar durante la etapa comunista, permaneció abandonado y en ruinas durante décadas. Actualmente, el pequeño monasterio ha sido reconstruido en gran parte y puede visitarse.