Una de las características que siempre alabamos del Metropolitan Museum of Art de Nueva York es su magnífica iluminación, perfecta cuando se trata de iluminar las piezas con luz artificial, y sobre todo, por el buen uso de la luz natural en sus espacios, que a menudo nos hace olvidar que nos encontramos en el interior de un edificio, y provoca que el tiempo transcurra en su interior a otro ritmo. Tal vez precisamente por eso hemos decidido dedicar estas líneas a una visita diferente, casi furtiva, bajo el manto de la noche.
El Museo Metropolitano de Nueva York, el MET, tal vez el más emblemático de la gran manzana, tiene sus raíces, sin embargo, al otro lado del Atlántico, en París, en fecha relativamente reciente para un gran museo, 1866. Con motivo de celebrar el 4 de julio, un variopinto grupo de amigos se reunió en un restaurante del Bois de Boulogne. Allí John Jay, hijo de un famoso jurista y notable hombre público él mismo, propuso a sus compatriotas la creación de una galería nacional de arte. La idea fue acogida con entusiasmo y durante los años siguientes el Union League Club presidido por el propio Jay atrajo para la causa a hombres de negocios, artistas, filántropos, coleccionistas de arte y líderes civiles.