En el corazón de las Montañas Cévennes, Francia, se encuentra, a orillas del río Gardon, una de las capitales históricas de la región: Mialet. Muy cerca, la Cueva de Trabuc es el hogar de 100.000 soldados.
Todos nuestros recorridos por Francia son también un viaje por su Historia. En esta ocasión repasamos la que nos relatan Mialet y sus alrededores.
La ciudad jugó un importante papel durante la Rebelión de los Camisards (hugonotes franceses), que se produjo como consecuencia de la revocación del Edicto de Nantes en 1685 y las persecuciones a que se vieron sometidos los protestantes desde ese momento. El origen del nombre de la ciudad lo encontramos en el siglo XIII, cuando Hugo de Méleto denomina al pueblo, utilizando su apellido, como Saint André de Mellet. Tras la Revolución Francesa, sin embargo, se cambió el nombre, quedando como Mialet.
Nuestro paso por la ciudad, aunque breve, nos ha permitido recorrer su casco antiguo, y trasladarnos siglos atrás a través de las fachadas de sus casas de piedra, sus calles y edificios religiosos.
Además, hemos podido comprobar que alrededor de Mialet existen un gran número de rutas de senderismo, algunas realmente impresionantes: El Camino de Stevenson, el GR 70, que recorrió el escritor en 1878. 272 km desde Puy-en-Velay hasta Alès. Nosotros imitamos al autor británico, a una escala más pequeña, con unos compañeros de ruta realmente especiales.
La Ruta Régordane, 211 km desde Puy-en-Velay hasta Saint-Guilles du Gard; el Camino de Urbano V que sigue los pasos de Guillaume de Grimoard entre Lozère y Vaucluse, a través de paisajes de gran belleza y lugares históricos hasta llegar a Avignon, donde sería elegido papa en 1362, bajo el nombre de Urbano V, o, por último, la Gran Travesía de Gard.
Ya hace muchos años comprendimos que la mezcla de caminatas y arte e historia nos iba muy bien; estudiar los orígenes y patear los caminos, una forma lenta de registrar, conectar, archivar tanta información recibida, hablar de ella, disfrutarla, afianzar el recuerdo. Pequeños descansos, huecos en blanco, para que la memoria asimile, y ahora seguimos con lo que la arquitectura de Mialet nos cuenta.
La Iglesia de San Andrés, ocupa el lugar de una iglesia anterior, de época medieval, siglo XIII, de la que se reutilizaron materiales para su construcción, aunque se conservan algunas secciones del muro noreste.
Con la llegada de la Reforma a la región del Languedoc, 1560, adoptada por la práctica totalidad de la población de Mialet, el edificio católico será destruido para levantar el primer Templo Reformista.
La reconstrucción de la iglesia tuvo lugar en 1688, aunque fue incendiada por los camisards en 1702. Desde entonces, el edificio ha pasado por varias reformas y reconstrucciones. El culto en su interior fue alternando entre la Reforma y el Catolicismo, ya que, entre 1804 y 1815, fue alquilado a los protestantes. Finalmente, en 1913, debido al abandono sufrido, parte de nave se derrumbó, lo que obligó a construir un muro nuevo para consolidar el edificio y supuso una notable disminución de sus dimensiones. En 2007 las obras de recuperación del edificio culminan con la restauración completa del interior.
El Primer Templo Reformista se construyó utilizando las piedras de la destruida iglesia de San Andrés, y a su vez, será derruido, con la excepción del campanario, tras la revocación del Edicto de Nantes. Los protestantes no contarán con un nuevo templo hasta 1837.
Lo peculiar del edificio es su forma octogonal interior, que posibilitada la disposición de los fieles alrededor del púlpito. Esta forma también tendría un significado simbólico, desde los sietes días y el octavo para la oración, o bien, las bienaventuranzas y, tal vez, el reino de Dios. Tras el Edicto de Nantes, el culto reformista pasa a la clandestinidad que, para aquellos a quienes sorprendieran practicándolo suponía desde fuertes multas, a condenas a galeras e, incluso, la ejecución. Célebre es la deportación, en 1703, a cárceles de Perpignan, de aquellos que se mantuvieron fieles a la fe reformista y los católicos que los apoyaron. Se les recuerda en la ‘Placa de la Deportación’ que se colocó en la fachada del templo.
El Castillo de Aubignac fue construido en la década de 1550, y perteneció a la familia Savins de la Forest durante varios siglos. La familia sufrió las consecuencias del alistamiento de dos de sus miembros en las filas de los camisards, y vieron su casa arrasada en 1703. Tras el fin de los enfrentamientos, los descendientes vendieron las propiedades.
Jacques Bernard, nacido en Mialet, trabajó como comerciante de seda en Lyon. Bernard, gran coleccionista, propuso al museo de la ciudad donar unas 300 pinturas para ser expuestas en una galería que llevara su nombre. A la muerte de Jacques, la Comisión de Museos, decidió devolver la mayoría del legado. La casa familiar de Mialet, fue vendida a la ciudad para servir de Ayuntamiento, escuela y vivienda del párroco. Además, en su testamento, Bernard consignó una renta de 8000 francos anuales para repartir entre los más necesitados. La calle principal de Mialet lleva su nombre.
Antes de la construcción del Pont Vieux de Mialet, en 1718, una “tabla” colocada en 1686 era la que hacía las veces de puente sobre el río Gardon y, de hecho, fue el único paso hasta la construcción en 1900 de el puente de Abarines. Las dificultades de transitar por la región, con una red de caminos estrechos y fuertes pendientes, marcó el desarrollo de la zona, que se vio penalizado. Hoy en día se le conoce como Pont des Camisards, aunque nada tenga que ver con ellos...
La existencia de una única carretera, muy estrecha y sinuosa, que abría el valle de Mialet a través del Puente de los Camisards, provocó la decisión de las autoridades de construir un nuevo puente. En un principio se pensó en un puente metálico encargado a la misma empresa que construyó, entre otras estructuras, la Torre Eiffel en 1889, lo que provocó la leyenda que atribuye a Gustave Eiffel el diseño del puente.
Finalmente, se optó por un diseño más clásico, en piedra, de François Bataille, y que se inauguró el 16 de octubre de 1900. Es el Puente de Abarines.
Nuestro viaje nos reservaba una espectacular visita subterránea, se trata de la cueva de los cien mil soldados, dejando Mialet y no muy lejos de nuestra anterior parada: Anduze.
La entrada natural de la Cueva de Trabuc, muy discreta, hacía que la cavidad pudiera pasar desapercibida. Muy bien lo sabían los camisards, que encontraban allí refugio. Más tarde se apropiaron de ella los trabucaïres, bandoleros que portaban, como es lógico, trabucos. De ellos deriva, el nombre de la cueva y la localidad que la acoge, Trabuc.
La cueva permaneció más o menos en el olvido, hasta que en 1945 Georges Vaucher y sus hijos Marc y Olivier exploran kilómetros de galerías más allá de lo que los trabucaïres habrían imaginado, marcando los lugares más significativos de la cueva: ‘Nuevo Trabuc’, el ‘Puente del Diablo’, la cascada ‘Orengo’, los ‘Cien Mil Soldados’, el ‘Lago de Medianoche’, la ‘Sala del Gong’… son algunos de los parajes que podemos visitar en su interior. Actualmente la visita es cómoda, gracias a los trabajos de adecuación realizados y que han respetado al máximo el entorno.
En el interior de la cueva el agua nos rodea. En ocasiones lo hace de manera evidente, como en la sala del lago y su cascada, y en otras más discreta, circulando entre las rocas, filtrándose por cualquier resquicio. Entre el fantástico paisaje de la Cueva de Trabuc, un elemento centra la atención de los científicos: los Cien Mil Soldados.
Son unas pequeñas formas que surgen del suelo, de una placa arcillosa, sin que sobre ellas aparezcan estalactitas, grietas o gotas de agua en el techo. Están compuestas de sales de carbonato de calcio disueltas en agua que cristalizan verticalmente en un medio líquido. Un fenómeno único en el mundo y que aun no ha encontrado una explicación científica satisfactoria. Desde luego nos recuerda una ciudad sitiada, incluso la muralla china, la imaginación ayuda a construir relatos frente a estas caprichosas formaciones.
Pierre Laporte, Rolland, el jefe de los camisards, nació muy cerca de Mialet, en Mas Soubeyran. Allí se encuentra el Museo de Historia de la Reforma más grande y rico de Francia, el Museo del Desierto. Una colección que está compuesta por unas 2000 piezas, objetos de la vida tradicional en las Cévennes, desde trajes, muebles, armas, mapas, hasta biblias y documentos manuscritos varios, que cuentan la resistencia y la vida en la clandestinidad de los hugonotes desde la revocación del Edicto de Nantes hasta la Revolución Francesa.
La Casa de Zulma, en la aldea de Aigladines, muestra la vida de una casa de campo típica de las Cévennes; además de las diferentes estancias, amuebladas de manera tradicional, nos encontramos con una exposición que incluye la práctica de oficios olvidados y el uso de herramientas abandonadas ya hace mucho tiempo.
Hasta aquí nuestro paso por Mialet y la Cueva de Trabuc, una jornada más en nuestro camino por Gard y Lozère, en el corazón de las Montañas Cévennes, donde nos ha quedado mucho por ver, sin duda alguna. Es la premisa de todo viaje, especialmente en aquellos en los que el tiempo es un factor determinante. Quien sabe si, como R.L Stevenson, también nosotros algún día volveremos por estas montañas a caminar, como él, muy bien acompañados...
Agradecimientos
Este viaje ha sido posible gracias a la colaboración de la Oficina de Turismo de Francia y de la Oficina de Turismo de Gard.
El Guisante Verde Project mantiene todo el control editorial del contenido publicado.
Qué interesante la zona. Yo acabo de venir de la Alsacia y me ha encantado.
ResponderEliminarSi que lo es Paco Piniella. Alsacia está en nuestra lista desde hace muchísimo tiempo; cuesta elegir la temporada para visitarla, otoño, navidad con los mercados... En fin, algún día será.
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