Las Minas de Riotinto se encuentran tan solo a unos 900 km de nuestra ciudad y, sin embargo, en cierto sentido llegar hasta allí puede haberse convertido en el viaje más lejano que hemos realizado hasta este momento. Establecer un paralelismo entre el paisaje de las Minas de Ríotinto y Marte es un recurso fácil y recurrente a la hora de hablar o escribir sobre este enclave onubense. Lo curioso es que una vez allí, sobre el terreno, la comparación con el Planeta Rojo, parece algo completamente natural, incuestionable.
Al caminar por las tierras de colores intensos, casi irreales, atravesadas por las aguas de un rojo denso del Rio Tinto, salpicadas de árboles, o auténticos páramos donde, aparentemente, ningún ser vivo podría sobrevivir, nos invade la sensación de encontrarnos muy, muy lejos; tal vez a millones de kilómetros, en un lugar que bien podría ser ese Planeta B que la humanidad se afana en encontrar, o de habernos convertido en viajeros del tiempo contemplando lo que un día fue nuestro hogar. Sorprende encontrar tantos colores, un Yellowstone en rojo, con ríos tintados y montañas horadadas por la minería; junto con las Médulas, este es, sin duda, el paisaje más erosionado por el hombre que hemos conocido. La naturaleza lo ha dotado de colores increíbles que son pistas de los minerales que contiene: piritas, calcopiritas, óxido de hierro, azufre...