Horseshoe Bend, el meandro en forma de herradura que dibuja el río Colorado muy cerca de la ciudad de Page, es uno de los paisajes más espectaculares de Arizona, aunque será difícil que recupere su magia, perdida debido a una sobreexposición en las redes sociales que lo ha convertido en objeto de deseo de visitantes llegados de todas partes del Planeta.
El sendero a Horseshoe Bend (cuando éramos libres)
Llegamos desde Page, unos 8km al norte, por la US 89, una magnífica carretera que une siete parques nacionales atravesando Arizona desde Flagstaff, todo Utah, Wyoming y Montana, hasta la frontera con Canadá. Un cartel polvoriento señalaba un giro brusco hacia el meandro del río Colorado. A menudo los viajeros pasaban de largo; por fortuna, íbamos atentos.
El sendero, siempre cambiante gracias a los juegos de luces y sombras, a los diferentes colores que brillan bajo el Sol, no presenta dificultades. El calor, variable a lo largo del año y de las horas del día, unido a la falta de sombra, es un elemento a tener en cuenta. Menos de 1'5 km separan el aparcamiento y el borde del acantilado, lo que no impide que sea un recorrido muy interesante. Más adelante os contaremos por qué.
A medida que avanzamos, podemos observar lo que parecen dos gigantescos cráteres que se abren sobre el terreno que pisamos. Frente al borde del cañón la vista es extraordinaria. Las aguas azul verdosas del río Colorado, del que nos separa una caída vertical de 300 metros, dibujan una curva de 270º entre las paredes de arenisca rojiza.
Recorremos libremente la zona, con las precauciones lógicas para no resbalar y tener un primer plano de las orillas del río. Es muy difícil trasladar la sensación de inmensidad que tenemos sentados sobre las rocas o caminando por los acantilados de Horseshoe Bend. En algunas imágenes, pocas, se adivinan minúsculos puntos, viajeros que, como nosotros, deambulan fascinados o permanecen inmóviles, atónitos ante el espectáculo.