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julio 02, 2022

Qué ver y hacer en el Interior del País Vasco Francés, un Viaje por Iparralde

Cruzamos la frontera (muga) con Francia, para adentrarnos en el interior del País Vasco francés, un viaje por Iparralde, en busca de sus pueblos y valles más escondidos. El bullicio de la costa atlántica, la animación de ciudades como Biarritz, San Juan de Luz o Bayona la tenemos a escasos kilómetros, cuando los Pirineos ya comienzan a elevarse y mostrarnos el camino a otro mundo y otro tiempo.

Pueblos de postal, tanto que algunos se encuentran entre los Pueblos más Bonitos de Francia, como Sara y Ainhoa, y otros que no se quedan atrás, como Espelette o Ascain, desde el que divisamos la cumbre de arenisca rosácea del Monte Larrún. Con sus 905 metros de altura, es un punto estratégico y un balcón natural que domina, no solo la costa vasca, sino también buena parte de la cordillera pirenaica. Hasta su cima se puede llegar en los vagones de madera de su famoso Tren Cremallera de La Rhune, que está a punto de convertirse en centenario.

Nuestro viaje es toda una inmersión en un espacio fronterizo, el interior de Iparralde, que esconde historias de contrabandistas, mugalaris, de cruces de caminos, de mugak, fronteras, que, a pesar de parecer líneas fijas y arbitrarias trazadas sobre un mapa, en realidad son espacios poco definidos, borrosos y permeables. Venimos a degustar, tocar, caminar, mirar y sentir en estos valles y montañas forrados de verde que, aun siendo tan parecidos a nuestra tierra, también nos sorprenden. Igual que al visitante que de verdad quiere viajar con atención; el que, como nosotros, cree que un turismo slow es posible. No sólo los alimentos, las vides y los animales absorben y trasladan las características del terroir, como también lo hacen sus habitantes.

Este recorrido por el valle del Urdazuri, y el valle de Baigorri y los Aldudes, es un viaje de encuentro con las personas. Nos hemos sentado a la mesa para escuchar y compartir historias, para contrastar costumbres, tradiciones, celebraciones, sabores; las distintas formas de llamar a un pájaro, o a un guiso, el acento ligeramente cantarín y afrancesado del euskera que escuchamos. La ilusión, la cercanía, la pasión y el orgullo por sus productos de los artesanos, pequeñas empresas y cooperativas, nos ganan de inmediato; desde los vinos de La Cave d’Irouleguy, a los plácidos cerdos kintoa de Pierre Oteiza, pasando por las caprichosas formas de las cerámicas de la familia Goicoechea.