Venecia: Museo Correr, Biblioteca Marciana y Museo Arqueológico

La imaginación es el punto de partida de los grandes viajes, aquellos que nos llevarán a los lugares más lejanos, tanto que, de algunos, ni siquiera tenemos certeza de su existencia. También en la imaginación nacen los sueños de viajar a lugares más cercanos, esos que están, incluso, a la vuelta de la esquina, aunque en ocasiones, como en estos días de primavera del 2020 en los que más de medio mundo permanece confinado en sus casas, pueda parecer que se encuentran en otra galaxia.

Hoy, tal vez más que nunca, la imaginación es nuestra aliada para salir de la rutina, escapar de nuestro encierro y llevarnos más allá de esos escaparates en que se han transformado nuestras ventanas y que nos convierten, al menos durante un tiempo, en maniquíes, meros espectadores de lo ocurre fuera.

Volvemos a Venecia, la ciudad de la laguna, a uno de esos ‘Rincones de Venecia que no quiero compartir con nadie’ de los que hablamos hace algún tiempo. El sonido de nuestros pasos rasga el silencio de los interiores neoclásicos del Museo Correr, y nos acompaña por estas antiguas dependencias en las que Napoleón Bonaparte vivió su sueño veneciano, hasta que se desvaneció ante el empuje de una pareja ilustre: el emperador Francisco I y su esposa, la futura Maria Teresa I de Austria, la primera y única mujer que gobernó la Casa Habsburgo durante su historia. Los salones y estancias napoleónicas, junto con otros edificios, forman los actuales Museo Correr, Museo Archeologico Nazionale y la Biblioteca Nazionale Marciana.

Hoy nos gustaría poder caminar de nuevo por la Biblioteca Nazionale Marciana, por su sala de lectura, entre grandes globos terráqueos donde la imaginación llenaba espacios en blanco, lugares repletos de posibilidades; perdernos por el Museo Archeologico Nazionale para preguntar a Caracalla y a sus compañeros que tal se encuentran, también ellos se extrañarán de lo que ocurre, o para decirle a esa Venus que parece vestirse apresurada que no se asuste, que somos nosotros que hemos vuelto a hacerle una visita, aunque sea virtual; caminar de nuevo por los salones ricamente decorados del Correr, espacios listos para el baile o para grandes cenas de gala, iluminados por grandes ventanales y lámparas de cristal de Murano, habitaciones llenas de libros que parecen invitarnos a quedarnos allí largo tiempo, imaginando todo lo que aquellas paredes habrían visto y escuchado…

Volveremos a los museos de la Plaza de San Marcos de Venecia y a otros muchos lugares, probablemente no será pronto, aunque será. De momento, nos queda la imaginación, que no es poco.