Postales desde Burdeos

Paseando por la Place de la Bourse de noche, bellamente iluminada, y contemplando su reflejo sobre el Miroir d'Eau, con la escultura de J.Plensa en el centro, transparente y etérea, cobra sentido imaginar lo que se conoce como Muelle de la Luna, ese cuarto creciente que dibuja el Garona a su paso por la ciudad de Burdeos. Incluso la solitaria figura humana que, provisionalmente, domina la escena, refuerza el recuerdo, suena REM y su Man on the Moon.

"Burdeos es una ciudad curiosa, original, quizá única. Coja Versalles y mézclela con Amberes, el resultado es Burdeos" Victor Hugo, 1843.

Lo cierto es que nos haría falta una visita a la ciudad belga para poder contrastar estas palabras, aunque lo que desde luego afirmamos es que Burdeos es una ciudad escénica, teatral, que posa amable para las cámaras, las flechas góticas de sus iglesias alzándose hacia el cielo, el Pont de pierre que parece seguir luchando contra el caudaloso Garona, todo aparece integrado ante nuestros ojos.

En esta ocasión es un placer ver la interacción de las obras de Jaume Plensa y la propia ciudad, en una comunión como pocas, entre arte contemporáneo y monumentos clásicos. Hemos disfrutado de un trabajo pensado en especial para Burdeos, donde las esculturas no invaden, sino que nos acompañan y se superponen a los edificios.

Es una intervención sutil, de un enamorado de la ciudad, que invita a pensar, a mirar de otra manera, en esta, la cuna de Montesquieu y Montaigne.

Ya conoceis nuestra pasión por el arte y sólo por la lectura de las fachadas y porticos medievales merece la pena la visita. Contemplar de cerca el Pórtico Real de la Catedral de Saint-André recién restaurado es sólo una de las muestras del mimo con el que Burdeos cuida sus edificios, con una señalética no invasiva  que nos informa sin estorbar, está !en el suelo!.

La Unesco ha premiado en Burdeos la continuidad de un estilo urbanistico floreciente que nos llega del Siglo de las Luces. Vestigios medievales como la puerta Grosse Cloche, nos recuerdan que la ciudad formó parte de la corona inglesa durante tres siglos, del XII al XV, en los cuales se desarrolló el comercio del vino. Tras la Guerra de los Cien Años, vuelve a manos francesas como muestra la Porte Cailhau.

Sorprende adentrarse en sus calles y plazas y comprobar el bullicioso ambiente de las tardes de verano. Asomarse al rio. Es una ciudad para pasear, sin duda, para perderse, y la bicicleta es una magnífica opción. 

Una ciudad que es muchas en realidad, como comprobamos en el mercado que se levanta protegido por la imponente Saint Michel y su Flèche, la, así lo afirman los bordoleses, aguja más bella de Francia.

Un mercado que permite trasladarse a otros continentes, mientras que unas calles más arriba,  el Grand Théâtre se convierte en un auténtico país de las maravillas y nos muestra su interior como nunca antes se había visto, gracias a la soberbia exposición Alicia au pays de l'opera.

Burdeos esconde aun muchos secretos, ¿os atrevéis a descubrirlos?