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Hotel Barceló Monasterio de Boltaña, ora et labora de lujo en los Pirineos Cada vez con más frecuencia vamos buscando para nuestras escapadas de montaña alojamientos singulares , de esos que, al regresar de una ca...

enero 06, 2017

Hotel Barceló Monasterio de Boltaña, ora et labora de lujo en los Pirineos


Cada vez con más frecuencia vamos buscando para nuestras escapadas de montaña alojamientos singulares, de esos que, al regresar de una caminata intensa, te hacen sentir como si llegaras a casa. En esta ocasión, volvíamos a caminar por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el corazón de los Pirineos, y el Hotel Barceló Monasterio de Boltaña fue nuestra elección como campamento base.


El hotel ocupa el antiguo Monasterio de la Virgen del Carmen, el "convento", tal y como lo conocen los habitantes del municipio de Boltaña, en cuyas afueras se encuentra. La historia de este lugar arranca en 1651, gracias a la donación de una casa y una ermita realizada por un infanzón del pueblo a los Carmelitas Descalzos. Los monjes acudieron atraídos por la tranquilidad y la belleza del lugar, sus fértiles tierras junto a la orilla del rio Ara cuyo valle, protegido por los Pirineos, poseía un microclima más propio del Mediterráneo. No fueron los únicos que repararon en estas características. Los primeros moradores de Boltaña eligieron precisamente ese nombre porque en gaélico significa "hermoso" o "tranquilo lugar".


Sobre la antigua ermita del Espíritu Santo se levantó la Iglesia del Carmen, de planta de cruz latina, cuya nave central presenta una bóveda de cañón donde destacan los lunetos, y capillas laterales cubiertas por cúpulas. Un modelo importado del barroco romano, y que sería conocido como planta jesuítica. El interior, en el que apenas hay decoración, sorprende por su tamaño, ya que al estar integrada en el edificio del monasterio sus dimensiones parecen menores. La fachada, sobria y con influencias herrerianas, muestra el escudo de la orden y a la Virgen del Carmen.


Con la desamortización de Mendizabal los carmelitas descalzos se vieron obligados a abandonar el edificio, que fue pasando de mano en mano, siempre orientado a la explotación agrícola y ganadera. En 1910 el reputado cirujano Isaac Noguera, oriundo del Sobrarbe, lo adquirió para dedicarlo al tratamiento de enfermos de tuberculosis, aprovechando las bondades del clima de la comarca. Posteriormente se convertiría en dispensario médico y por fin en albergue. Este último uso del edificio es el perdura, ya que Barceló Hoteles, tras una larga restauración, lo inauguró como un cinco estrellas en 2005.


El monasterio, construido en piedra, constituye, por su tamaño y sobriedad, un conjunto impresionante. Tanto en el interior, escasamente iluminado tal vez como homenaje al antiguo fin para el que se construyó, como en los jardines, encontramos numerosos objetos de arte que nos transportan al sudeste asiático, como marionetas de agua, o bustos y estatuas de Buda, en una mezcla curiosa que no desentona.




Uno de los espacios más visitados es el spa, donde nos recuperamos a diario de las caminatas por la montaña. Es bastante completo, con un circuito termal, sauna seca y húmeda, masajes y diversos tratamientos para salir como nuevos. El hecho que se abra al jardín mediante una enorme cristalera es una solución fantástica.



La piscina, rodeada de camas balinesas y tumbonas, es de buen tamaño y permite hacer unos cuantos largos. Tuvimos mucha suerte ya que al ir bien entrado el mes de septiembre no pensábamos poder disfrutarla, pero el buen tiempo lo hizo posible, así que fue toda una sorpresa.



El antiguo claustro se encuentra integrado en el edificio y es el lugar donde sentarse a leer y dejar pasar el tiempo, a salvo de las inclemencias meteorológicas ya que posee una cubierta acristalada. En el espacio ocupado por lo que fue la bodega monacal se encuentra la sala de desayunos. Tal vez sea este el espacio que menos nos ha gustado, al hallarse bajo tierra. También creemos que el desayuno se queda por debajo de la categoría que ostenta el hotel, empezando por los zumos que no son naturales.


En el extremo opuesto, nos encontramos con el restaurante. Se encuentra a pie de jardín, con grandes cristaleras y una decoración sobria marcada por el protagonismo de la madera. La media pensión debería ser en este hotel obligatoria, si no os queréis perder buena parte de la experiencia de alojaros aquí. Las cenas, nuestra opción, fueron una sorpresa constante durante los sietes días que nos alojamos en este Barceló. La carta, con numerosas opciones a elegir, renovaba todos los platos a diario, combinando propuestas tradicionales con otras más innovadoras.




Así pasamos de la "Crema de calabaza asada y naranja con mozzarella y polvo de chistorra" a la "Gallineta con salsa de gambas y champiñones confitados" o, de la "Ensalada de cous-cous con mahonesa de remolacha" a las "Carrilleras de cerdo estofadas a baja temperatura con cremoso de raíces", solamente por citar algunos platos, sin olvidar las migas o el codillo.



Las imagenes que os mostramos no hacen justicia a la presentación de los platos, consecuencia de la baja intensidad de la iluminación que busca, y logra, crear un ambiente íntimo para los comensales, incluso en un comedor completamente lleno.

Nosotros nos alojamos en una de las Villas, frente al rio Ara y separadas del edificio principal, recordando ese ora et labora del título y que a pesar de que evoca no a los carmelitas descalzos sino más bien a los benedictinos, nos sirve para ilustrar lo que buscábamos en aquel momento. Pensamos que esta opción, la Villa, era perfecta para disfrutar de la tranquilidad que queríamos, dedicarnos a escribir, a leer, a preparar las rutas elegidas, como esa que os contamos hace poco, la Ruta del Agua o de San Úrbez, y del espacio que nos ofrecían, 42 m², donde no sentirnos encerrados si el tiempo no acompañaba.



Siempre hemos defendido que el alojamiento sí importa, que en realidad es una parte fundamental de la experiencia del viaje. Hemos visitado muchos lugares en los que la infraestructura hotelera es deficiente o casi inexistente, y está bien, no hay problema alguno, pero de ahí a repetir como un mantra que el hotel es lo de menos, que solo se usa para dormir y que para dormir cualquier sitio sirve... En esta ocasión, hemos disfrutado de unos servicios y una habitación que no es frecuente encontrar en un lugar como los Pirineos, y solamente podemos decir que ha sido una gran elección.

6 comentarios :

  1. Respuestas
    1. Así es, Carlos, relax, silencio y naturaleza, no se puede pedir mas... o si, spa, gastronomía.... :)

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  2. Viajes a Santiago de Chile20 de enero de 2017, 14:20

    Excelente articulo donde deja claro tips perfectos para viajar y para el turismo Saludos. Romina

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  3. Me gustan los edificios con historia, con pasado y presente ya que se les ha encontrado un uso en la actualidad. Curioso encontrar marionetas de agua tan lejos. Ya veo que reponíais fuerzas a todo trapo, je,je. Qué pinta tan buena tiene todo. Lo de los zumos me parece una forma de ahorrar tiempo y dinero (para el dueño, claro está) que baja varios puntos la calidad y mi aprecio por el lugar.

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    1. El hotel está sensacional Tawaki, y en un entorno como los Pirineos aun se aprecia más. Llegar de una dura excursión y disfrutar del espacio y los servicios que ofrece es un lujo. Por eso nos resultó aun extraño lo del desayuno que hemos comentad, no se corresponde en absoluto con el resto, aunque no es motivo suficiente para no alojarse aquí. :)

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