El 27 de enero de 1945 las tropas rusas hicieron su entrada en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Aquel invierno, el de 1944 – 1945, fue especialmente frío, gélido, con temperaturas que alcanzaban los -20ºC, incluso menos, con frecuencia. En otras ciudades europeas con un clima menos extremo como Amsterdam, los habitantes arrancaban las traviesas de las vías para obtener combustible y poder calentarse.
Otro invierno, setenta años más tarde, somos nosotros los que nos encontramos ante las puertas de Auschwitz. Hace frío, unos tres grados por debajo de cero. Nada comparable a lo que padecieron sus obligados moradores, aunque poco a poco ese frío nos va calando hasta los huesos.
¿Tiene algún sentido visitar el infierno? Teníamos dudas sobre si incorporar los campos a nuestro itinerario, o al menos no hacer de esa experiencia un simple alto en el camino. ¿Por qué hacer esta visita? ¿Cómo acercarse al abismo? ¿Qué puede enseñarnos Auschwitz hoy que no haya sido mostrado una y otra vez en películas, relatos autobiográficos, novelas, ensayos? ¿Acercarnos allí puede ayudarnos a entender? ¿Qué parte debíamos, queríamos visitar?
No hay respuestas, hay que estar allí, hay que respirar y mirar, sentir, sin llegar a comprender nunca las zonas grises del espíritu humano.
Toda Polonia sabía de Auschwitz, todas las madres asociaban este nombre con el infierno. En realidad la extensión de Auschwitz es mayor de lo que creemos, y está compuesta por muchos campos, de concentración y de exterminio, términos que aún hoy se confunden. Hay muchas visitas posibles, muchos campos menos conocidos, aunque se puede decir que todo empezó aquí.
En una visita prolongada, con una guía de excepción, Agnieszka, consciente del peso de su historia, no nos resulta fácil mantener la coraza emocional necesaria para recordar tantas atrocidades.
Tras la invasión de Polonia en septiembre de 1949 y la incorporación de Oswiecim y otros pueblos cercanos a las fronteras del III Reich, los nazis cambiaron su nombre por Auschwitz. Cárceles demasiado llenas refuerzan la idea del Alto Mando de las SS y de la policía de Wroclaw (Breslau), de crear un campo de concentración por lo que varias comisiones se encargan de la búsqueda del lugar adecuado. Lo encuentran en Auschwitz I.
KL Auschwitz, el primer campo que visitamos, se inicia como campo de concentración, de ahí su denominación Konzentrationslager. Pensado en primer lugar para los prisioneros políticos polacos, fue abierto el 14 de junio de 1940 aprovechando un cuartel abandonado del ejército polaco.
Rudolf Höss es nombrado comandante del campo. 728 polacos de la prisión de Tarnów son sus primeros prisioneros, que trabajaron para añadir 8 edificios a los 20 existentes y convertir todos ellos en edificios de dos plantas. Cocinas y almacenes completaban estos 28 edificios que llegaron en 1942 a albergar 20.000 prisioneros.