El autor me era totalmente desconocido, si bien esto no suponía en si ningún inconveniente, pero llegó hasta mí de la mano de Arturo Pérez-Reverte, lo que desde luego no me predisponía a leerlo.
Por otro lado, las novelas de aventuras en el mar no me atraían. El mar, infinito, azul, verde, gris, en constante movimiento, opuesto al espacio reducido, agobiante e inmutable de una nave, forman una sociedad en la que no me siento cómodo, aunque quisiera que no fuera así.
Cuando llega la noche, y una luna llena, majestuosa y límpida, ilumina el ambiente, creemos vivir momentos de magia embellecedora. Las aguas, verdosas de día, cobran una coloración azul, de un azul oscuro, enigmático.
La libertad de zarpar, con rumbo fijo, o sin el, sentir la lluvia, el viento, el sabor de la sal, saber que pese a todo, nuestra suerte no depende de nosotros mismos sino que somos un juguete más en manos de la Naturaleza, son sensaciones que me atraen profundamente.